CAPÍTULO 40: VERDAD

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TRIXIE

Esto nos deja entre la espada y la pared. En una cuerda peligrosa de amor-odio. En un juego cruel en el que podemos pasar de ser amantes a completos extraños.

Y, asusta. Asusta demasiado.

—La misma que canta y baila —sonrío con tristeza—. Tienes una oficina preciosa como todo tu edificio

Me mira y es como sí no creyera que estoy tan cerca de él. He descubierto sus mentiras y su verdadera identidad; su reacción es normal. Esta asustado...como yo.

Rodeo su escritorio pasando la punta de mi dedo por la madera y dando pasos cautelosos me aproximo a su cuerpo estático en medio de la oficina. Él se convirtió en mi refugio, por lo tanto, quiero cobijarme en sus brazos y llorar. Sin embargo, conteniendo mis ganas de que el mismo hombre que causó mi dolor me consuele, levanto mi temblorosa mano y la estrello en el rostro de Zack. La cachetada provoca que su rostro gire, mi corazón se rompa y mis ojos se inunden de lágrimas. No quiero hacerlo, pero se lo merece.

—¡Maldito mentiroso! —grito y con mis manos en puños golpeo su pecho—. ¡Mentiroso! ¡Mentiroso! ¡Mentiroso!

Lo digo una y otra vez hasta que mi voz pierde fuerza en cada repetición. Mis brazos se cansan y mi corazón se siente vacío en cada golpe que cae sobre Zack. Cuando termino de desfogar un poco del dolor que siento, me rindo y Zack toma mis muñecas y me abraza. Lloro con amargura, sin importar lo fuerte o feo que se escuche. El corazón me sangra, mis cuerdas vocales se desgarran y mis ojos se cierran por la presión.

—Trixie, escúchame, por favor —susurra y me aprieta buscando fundirse en mí.

Niego, no estoy preparada para lanzarme al abismo sin seguro, de nuevo. El error no se comete dos veces.

—Suéltame —exijo y lo hace. Retrocedo, él es fuego que arde aún en mi pecho y calienta mi ser; es peligroso—. No vuelvas a tocarme —pido y asiente—. Te escucho y no tengo tu maldito tiempo —mascullo con firmeza.

Seco mis lágrimas, respiro con consciencia unos segundos y recobro mi actitud fría y distante.

—Cariño... —titubea.

Alzo mi mano y lo interrumpo:

—Dos cositas Zack. La primera, no me vuelvas a llamar de ninguna otra manera cariñosa que mi nombre es Trixie Taylor, no cariño —bramo y decirlo duele. ¿Podré olvidar sus muestras de amor?—. La segunda habla antes de que este despacho y todo tu edificio ardan con mi furia.

Se pasa las manos por su rostro y las arrastra hacia su cabello. Esta frustrado y no sabe como resolverlo. Las palabras parecen no fluir por largos y tortuosos segundos hasta que decide, hablar:

—Antes de conocerte tenía mi vida tranquila. Una rutina establecida que nunca cambiaba. Iba a la fundación, ayudaba a Margarita y luego era un empresario ocupado de sus empresas con viajes solitarios a reuniones agotadoras —hace una pequeña pausa—. Pero, el día que nos encontramos supe que nada volvería a ser igual, te quedaste en mi mente. Quería conocerte y cuando hubo la oportunidad no hubo vuelta atrás. Me enamore de cada locura tuya y te ame. Ame por primera vez —niego y él me contradice con voz ronca—: Te amo y jamás amaré a nadie más. Eres la primera y la única.

—¿Por qué mentirme? —inquiero ignorando sus palabras bonitas—. ¿Cuándo me lo pensabas decir? ¿Cuándo tengamos ochenta años y estemos con nietos? —digo con sarcasmo y me cruzo de brazos.

—Todo paso muy rápido. ¡Dios, Trixie, un día éramos desconocidos y al otro estamos esperando un bebé! —manifiesta como sí estuviera perdiendo el control de todo—. No quería casarme y menos tener hijos, no en un futuro cercano. Pero, llegaste y te amo. Ahora, todo está en la puerta y no sabes cuánto lo agradezco.

Inevitable AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora