CAPÍTULO 13: VIAJE

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TRIXIE

A la mañana siguiente bajo a la cochera y guardo todas mis maletas en la parte trasera del auto.

Mi estado anímico es un desastre, una revolución propia de mis emociones en búsqueda de una respuesta coherente al beso de ayer. A pesar de tener un insomnio horroroso, pensamientos en torno al beso y estar con la actitud de un oso perezoso no encuentro aquel impulso que me hace querer estar cerca de Zack.

Sin embargo, cuando mi mente revive aquellos recuerdos mi corazón empieza a bombear como un loco, se estruja en mi pecho y todo mi cuerpo se sacude en un escalofrió realmente placentero.

‹‹ ¿Es posible que esté enamorada de él? ››, me pregunto por milésima vez y niego inmediatamente asustada de mi propia pregunta.

Diablos...no puedo estar enamorada en tan poco tiempo, no...no, me niego. Es solo una ilusión o caso contrario ‹‹ ¿Dónde carajos quedo esa Trixie que no creía en el amor? ››

Golpeo el techo del carro y gruño contrariada con mis sentimientos dejando caer mi frente en la ventana del copiloto. Cierro mis ojos y recorro con las puntas de mis dedos mis labios, recuerdo cada uno de sus besos y tiemblo como una hoja. Zack Hernández me complementa de una manera única y especial, siempre que estoy en su compañía me siento feliz y complacida... con él me siento querida.

—Hola —escucho a mis espaldas y salgo de mis pensamientos.

Generalmente, amo el sonido de su voz, pero ahora lo odio, por hacerme sentir tan mal anoche, por rechazarme, por ser el causante de mis ojeras, por mis malditas ganas de un café bien cargado y por hacerme trasnochar.

Recobro mi postura y giro sobre mis pies.

—Llegas tarde —mascullo viendo mi reloj. Me volteo y esquivo su mirada o cederé a esos ojos preciosos—. ¡Apúrate! —grito fingiendo indiferencia.

—¿Tus maletas? —inquiere y me encojo de hombros.

—Ya están en el carro, solo faltas tú

Asiente. Le entrego las llaves y sube su maleta al maletero del automóvil mientras yo me acomodo en el asiento del copiloto, me coloco el cinturón y espero que Zack haga lo mismo.

Cuando se sube un incómodo silencio reina en el reducido espacio del vehículo causándome una horrible fobia y terror. Primero, porque no puedo estar sin hablar y segundo porque me acostumbre a estar bien con él.

—Lo siento... —murmura después de encender el vehículo.

Lo regreso a ver despectivamente y me encojo de hombros como toda una niña caprichosa y vengativa.

—¿Por ser un imbécil o por ser un cobarde? —escupo y por algún maldito motivo la voz se me corta un poco, pero logro disimular con una espléndida sonrisa. Soy buena diseñando sonrisas falsas.

—Por las dos —acepta al cabo de unos segundos mirándome fijamente y haciendo galopar mi corazón.

—Está bien, acepto tu ‹‹lo siento›› —murmuro—. No soy rencorosa —sonrío tiernamente y Zack achica los ojos.

—¿Por qué siento que no es verdad?

Me río un poco nerviosa, claro que no es verdad, solo es una trampa para pretender que no me importa y envolverlo con mis encantos.

—El ladrón juzga por su condición. Ahora maneja —ordeno.

Resopla y se dedica a conducir sumergiéndonos en un viaje silencioso, muy tranquilo para mi gusto. Llegamos al aeropuerto a tiempo, enseguida abordamos el avión privado de mis padres y en menos de veinte minutos ya despegamos.

Una vez en aire ordeno una taza de café y tomo mi lugar, un poco alejado de aquel hombre necio y guapo.

Los primeros minutos del vuelo me concentro en mi teléfono, aunque este pasa a segundo plano al ver a imbécil de Zack. Se ve hermoso con esa ropa casual, su seriedad marcada en cada fracción de su rostro y su postura rígida en el sillón mientras lee una revista de Forbes.

Interesante, práctico y sexy.

En la estancia solo estamos los dos más la azafata que está en el área correspondiente y los pilotos que están haciendo que esto no caiga en picada.

La presión de mi mirada sore él hace que alce su rostro en mi dirección y como imanes nuestros ojos se conectan, verde y azul, en sintonía. Nos miramos y sé que morimos por el otro, carnalmente nos deseamos. Sin embargo, no sé qué diablos le impide besarme. Sé que lo quiere hacer, su mirada con profundidad me da a entender eso, se muere por besarle como yo, pero no se atreve, yo sí.

Quiero que Zack sea mío ahora.

Bloqueo mi teléfono y lo pongo a un lado, lo mismo hago con mi taza casi vacía. Aprovechando que elegí un bonito vestido que tiene un cierre alto —que puedo bajar, claro que sí, pero no se me da la gana— llamo a Zack con mi mano.

Él resopla, cierra la revista y de mala gana la pone a un lado. Cuando está frente a mí, me paro poniendo cerca de él y con ojos de gato con botas, pido:

—Zack, me puedes ayudar con el cierre, por favor —pido y él enarca una ceja. Mantengo mi mirada moviendo mis pestañas. Él niega—. Porfa solo tienes que tomar el cierre y deslizarlo —insisto.

—Se cómo se baja el cierre de una prenda femenina, Trixie, gracias por tus clases —admite y ahora soy yo la que enarca sus cejas.

Sus palabras caen como fuego haciéndome sentir mal de alguna manera ‹‹una prenda femenina›› ¿Que quiso decir con eso? Ósea, perdón, ya vi que el señor, tiene experiencia de sobra y me lo restregó en la cara.

—Siempre puede darte clases, nene —declaro con sarcasmo. Él coloca una sonrisa burlona en sus labios—. Ahora ¿podrías...

No completo la frase porque Zack me toma de los hombros y me hace girar sorprendiéndome. Su cuerpo queda detrás del mío atrapándome contra el costado del espaldar del sillón. En un movimiento ágil y con cuidado desliza mi cabello hacia un lado rozando la piel expuesta de mi cuello. Toma el cierre y lo comienza a deslizar suavemente hasta el inicio de mis nalgas. Las yemas de sus dedos tocan mi piel y una corriente de electricidad traducida como deseo me inunda. Su respiración se acelera tanto como la mía y lo escucho exhalar con fuerza.

—Listo

—Gracias —murmuro.

Me giro, quedo frente a él y al ver el deseo impregnado en sus iris dejo caer mi vestido quedándome en ropa interior. Si me rechaza voy a quedar como una niña fresa ofrecida por no decir otra cosa que empieza con p...

—Trixie... —ronronea en advertencia.

Echa ligeramente la cabeza hacia atrás mirando hacia arriba como en busca de ayuda y su manzana de adán se mueve con fuerza demostrándome lo mucho que mi cuerpo le afecta.

—¿Que te impide?

Estoy a punto de hacer un berrinche de frustración ¡Dios! no está resolviendo álgebra integrada, solo tiene que empótrame en la pared, besarme como estas últimas semanas, hacerme suya y asunto resuelto.

Nadie me impone ni me impide nada —refuta, serio.

—¿Entonces? ¿No te gusto? ¡¿Eres gay?! —chillo con exageración—. Si es lo último, no está mal, pero...

Zack se ríe y me callo. Lo miro seria con mis cejas en alto y cruzándome de brazos.

—Lo último es lo menos lógico que ha salido de tu boca desde que te conozco, muñeca —hace una pausa—. Ahora, para tus primeras interrogantes, no tienes una jodida idea de lo que causas en mí —gruñe—. Si empiezo no paro, Trixie, y esto puede ser peligroso.

—No quiero que pares —admito poniendo mis manos sobre su pecho y pegándome a su cuerpo sintiendo su erección—. Quiero que sea peligroso

—Trixie... —suplica cerrando sus ojos.

Se que se va a negar, sé que otra vez me va a rechazar, me va a dar una excusa estúpida y no estoy dispuesta a eso, quiero quitarme las ganas de él, quiero que él recorra cada parte de mi cuerpo con sus besos, quiero tenerlo dentro mío, quiero sentirlo. Así que haciendo uso de mi último recurso tomo sus labios y acabo de encender un fuego que no se apaga tan fácil.   

Inevitable AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora