TRIXIE
Han pasado dos semanas. Nada puede explicar lo que siento y la estúpida manera en la que actúo con Zack. Sin embargo, después de verlo esa noche ebrio y hundido en el dolor que nos aqueja a los dos, decidí alejarme; ahora ni siquiera puedo verlo a los ojos sin que la culpa se cuele hasta mis huesos. Todo tiene consecuencias y mis actos sin duda no son la excepción.
Zack no duerme conmigo y cuando despierto no está en el pent-house. Algunos de nuestros amigos me han visitado y he sido cortante, incluso con Liv que ahora mismo está en Francia. Tita ha sido la única a la que le he permitido consolarme por un par de ocasiones. Mi padre aún no sabe nada y dada su reciente situación creo que es lo mejor.
No he salido de las cuatro paredes de la habitación. Mi rutina es: levantarme, comer para no morir, llorar y dormir. Zack contrató a alguien que se encarga del departamento y de mí, pero a pesar de que ella está acompañándome y es buena conmigo sigo distante y no se ni su nombre.
Mi vida es una tortura, al cerrar los ojos vienen escenas tristes y melancólicas. Las pesadillas me hacen dar brincos, los susurros de bebé e imágenes de mí llena de sangre me despiertan en un mar de lágrimas y con la respiración agitada. No me reconozco a mí misma, no entiendo como pude cambiar en tan poco tiempo.
Siempre lo diré, hace unos meses no me veía siendo mamá, nunca lo quise hasta que sucedió y ahora todo se evaporo en un pestañeo. Antes pensé que sería fuerte e inmune a todo tipo de sentimiento, pero entonces tuvo que aparecer el amor y arruinarlo todo en mi vida.
Hoy debo ir al médico y a pesar de tener los ojos hinchados de tanto llorar; me paro y me alisto. No se sí Zack aún está, lo mejor para mí sería no verlo o que él no vea la horrible imagen que proyecto; con los ojos irritados, rojos y las ojeras adornando mi demacrado rostro. Sin embargo, mi ilusión de no encontrarlo es sepultada:
—Trixie —su voz me hace dar un salto y al verlo en el reflejo del espejo del cuarto de closet, volteo.
Zack está parado en el filo de la puerta con su hombro apoyado en el marco. Trago grueso al ver la imagen que proyecta. Tiene ojeras bajo sus bonitos ojos y es evidente que perdió peso.
—Hola —susurro y esquivó su mirada con el pretexto de buscar unos pendientes que combinen con el vestido crema que llevo.
Zack resopla. La brecha que yo me encargue de poner tiene un escudo de espinas que se formaron con mi dolor y no dejan que nadie se acerque. Sin embargo, ¿Quién dijo que a las rosas no les duele tener espinas?
Da un paso, lo puedo sentir y mi cuerpo entero tiembla.
—Muñeca... —musita y sollozo. Odio llorar y que me vean, es mi debilidad.
—Salte, Zack —pido.
Respiro por mi boca, el aire se hace escaso y mi corazón se acelera como si fuese a tener una taquicardia. Es la lucha entre mi orgullo y mi dolor, esa parte que busca ser consolada y arropada por su amor; y aquella que se rehúsa a causar lastima y a lastimarse al ver el dolor del otro.
—Trixie es momento de hablar —suplica y niego.
—No quiero hablar —gruño y con mi mano señalando la puerta, bramo—: ¡Salte!
—¡Trixie! —me grita y tengo que voltearme para enfrentarlo.
—¡No quiero hablar! —grito y enfurecida, añado—: ¡Maldita sea! ¿Qué parte no entiendes?
—¿Te das cuenta de que lo estás arruinando todo? —replica, molesto.
Es la gota que mi vaso necesitaba para derramarse y a la vez la daga que atraviesa mi corazón y la confirmación que necesitaba para entender que él nunca olvidara el episodio de la perdida de nuestro bebé.
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Inevitable Atracción
RomanceTrixie no buscaba el amor ni creía en los sentimientos del corazón, sin embargo, el destino hizo que un hombre de preciosos ojos azules apareciera en el momento indicado para ayudarla. Por otro lado, Zack tampoco buscaba el amor. Estaba soltero, co...