Prólogo

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POV Sebastian.

Mi nombre es Sebastian Michaelis, tengo apenas 15 años y vivo en la calle junto con mi único hermano, Claude Faustus.

Somos huérfanos, nuestros padres murieron cuando el tren en el que iban, se descarriló y fue directo a un precipicio. No hubo sobrevivientes.

Ningún familiar quiso hacerse cargo de nosotros, por lo que, fuimos condenados a vagar por las calles de Londres, pasando Hambre, frío y malos tratos de personas que nos veían como méndigos asquerosos.

Claude: Sebastian, ¿Estás dormido?

Sebastian: No Claude. No puedo, siquiera, conciliar el sueño.

Claude: Mi estómago no para de rugir... -Se quejó- Debería ir a buscar en algún basurero algo para comer.

Sebastian: No lo hagas. Es tarde y hay muchos peligros en la oscuridad. -Dije- Recuéstate y duerme.

Nuestra vida era realmente miserable.

Una noche, unos hombres completamente ebrios se acercaron a nosotros. Al principio, pensábamos que solo querían burlarse de nuestra condición, pero, era más que eso.

-¡Hey mocoso! ¿Qué tanto me ves? ¡Hip! -Preguntaba con asco hacia Claude.

-Parece que no tienen educación. Nos ignoran como si fueran superiores ¡Hip! -Añadió el segundo.

Mi hermano y yo, éramos inteligentes. Sabíamos que si contestábamos a cualquiera de sus insultos, los provocaríamos y ocasionaríamos una pelea. Una, en la que nosotros solo saldríamos perdiendo.

-Son solo unas ratas ¡Hip! -Se tambaleó, acercándose levemente a mi hermano y tomándolo por la camisa.- Pero, aun así...

Había golpeado a Claude directamente en el rostro, dejándolo sangrando y adolorido en el suelo.

-Una sola rata es capaz de volverse una gran plaga... -Completó su frase con palabras llenas de asco.

No lo soporte, fue entonces que decidí defenderme, defendernos a ambos, sin importarme nada en lo absoluto.

-¿EH? ¿Tú también quieres jugar? -Preguntó en tono burlón, al mismo tiempo que lograba detener mi golpe directo- Oye mocoso, yo puedo ser un ebrio, pero sigo siendo un rico empresario. Por otro lado, tú no pasas de ser miserable.

Esa seguía siendo la verdad por más que lo negara.

Sus palabras me distrajeron tanto que me paralice frente a él sin defenderme, entonces, aprovechó mi descuido para golpearme igual de fuerte que a mi Hermano. Caí al suelo de inmediato y ambos bastardos, comenzaron a patearme en repetidas ocasiones.

-¿Dónde están tus fuerzas, niño? ¿Dónde?

-Aprenderás a respetar a tus mayores y, será por las buenas o ¡Por las malas!

Me dolía, cada golpe que se me era propinado, dolía como no tienen idea, pero, no podía quejarme. Había olvidado que nosotros no éramos más que niños y eso, equivalía a ser nadie. Yo me lo busqué y lo merezco.

Pensé que moriría ahí, en aquella calle llena de moho y barro, pero, sí, es cierto que DIOS existe, porque aquella noche pude presenciarlo frente a mí.

Arremetió contra ambos hombres hasta alejarlos de mí. No los golpeó, ni mucho menos maldijo, sus únicas palabras fueron...

-¿Qué ganan Hombres tan poderosos como ustedes golpeando a un par de niño? -Cuestionó su acción- Acaso, ¿desean manchar sus manos con sangre de inocentes?

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