Capitulo 35

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En la habitación de Ciel, los minutos pasaban rápidamente y él no se daba cuenta de la hora en el reloj despertador en su velador. Estaba absorto en el paisaje exterior, sin preocuparse por nada ni nadie.

*Toc... toc... toc...

A pesar de que la puerta fue tocada tres veces, Ciel no respondió. Incluso en repetidas ocasiones, decidió ignorar los toques.

*Toc... toc... toc...

Al tercer intento, la persona del otro lado decidió entrar sin permiso. Ciel se sorprendió al ver quién entraba.

Ciel: ¿¡Qué haces tú aquí!?

• • •

Ciel: Responde... ¿Qué haces aquí, Jeremy? Ni siquiera te dije que pasaras. -Dijo con cierto disgusto ante la osadía de su mayordomo.

Jeremy: Joven amo, he venido por usted. Su padre y los demás invitados lo esperan en el salón.

Ciel: Eso ya lo sé. Iré dentro de poco.

Jeremy: Pero joven amo, usted dijo eso hace una hora y aún sigue aquí.

Ciel: Vete, Jeremy, te dije que bajaré pronto.

No obstante, el hombre soltó una pequeña risilla traviesa, que llamó la atención de Ciel.

Ciel: ¿Qué es tan gracioso?

Jeremy: Es gracioso el hecho de esta farsa.

Ciel: ¿Farsa? ¿A qué te refieres?

Jeremy: Me refiero al hecho de su boda.

Ciel: ¿...?

Jeremy se dio media vuelta y fue directo hacia la puerta.

Ciel: ¡Espera!

Jeremy cerró con llave la puerta de la habitación y regresó con Ciel.

Jeremy: Solo me aseguro de que nadie nos escuche.

Ciel: Habla de una buena vez. ¿A qué te refieres con eso? ¿Por qué supones que mi boda es solo una farsa?

Jeremy: Porque puedo verlo en su mirada, joven amo... usted no ama a esa señorita. No siente nada por ella.

En ese momento, la expresión de Ciel cambió drásticamente a una de sorpresa. Sus ojos se abrieron tanto que parecían dos platos. Y lo que es peor, ni siquiera tuvo la modestia de ocultarlo. Aún así y tratando de corregir su error, decidió reaccionar de inmediato.

Ciel: Cállate. ¿Quién demonios te crees para suponer ese tipo de cosas? ¿Acaso eres adivino o brujo que puedes saber lo que siento?

Jeremy: No. No lo soy...

Ciel: ¡Entonces, deja de decir estupideces y vuelve con los demás!

El hombre se sorprendió tanto por la reacción del joven que no tuvo más remedio que obedecer su orden. O al menos, eso parecía hacer, ya que en lugar de dirigirse a la salida, sus pasos fueron todo lo contrario y se acercaron más y más a Ciel, quien valientemente, esperó desde la distancia a que estuviera cerca para mirarle fijamente.

Cuando finalmente se tuvieron uno en frente del otro, sus miradas tan penetrantes, desafiaban al otro a perder todo su ego, pero ninguno cedió.

Ciel: ¿Tienes algo más que decir, Jeremy?

Jeremy: Así es...

Ciel: Bien, entonces te escucho.

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