Capitulo 8

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El joven Ciel forcejeaba y luchaba con todas sus fuerzas en contra de sus captores que trataban de amordazarlo, pero era casi imposible ganarle al par de hombres que lo tomaron por sus brazos, mientras otro se encargaba de atar sus piernas con una gruesa soga.

Ciel: ¡Suéltenme! ¡No saben Quien Sghy yho! -Pronunciaba no muy claramente, al ser callado por un pedazo de trapo en su boca- ¡Hump! ¡Ngh!

-Así, ya no podrás aturdirme con tus gritos, mocoso. -Habló con claro desprecio el hombre que terminaba de atarle la mordaza- Ustedes, ya pueden irse. -Se dirigió al par de hombres que lo acompañaban.

Ambos hombres salieron de aquel lugar sin oponer, por otro lado aquel joven se encontraba tan concentrado en tratar de librarse que ni siquiera se había dado cuenta de que ya no se encontraba en aquel automóvil de antes. Ahora, se encontraba sentado sobre una pequeña silla de madera, atado de pies y manos, en medio de una elegante sala de estar, junto a un sujeto de aspecto muy malhumorado.

Ciel: ¡Mmph! ¡¡Mmngh!!

-Ya cállate. -Espetó molesto- Tus gritos me irritan y eso que haces también.

El muchacho intentó hablar nuevamente, pero como era de esperarse, no fue entendido. Así pasaron minutos, hasta que este se cansó de intentar parlotear y decidió reservar su aliento, sin ni siquiera dejar de ver con odio al hombre presente.

-¡Oye, mocoso! -Espetó, acercándose a su lado peligrosamente, inclinando su silla hacia atrás con la fuerza de uno de sus brazos- No me provoques... Estoy seguro de que el jefe solo te necesita para algo corto, luego de eso te arrojará como la basura que eres. -Dijo con total arrogancia- Y cuando eso suceda, me encargaré de hacerte pagar por el dolor de cabeza que me estás causando, así que para de una buena vez con esa actitud rebelde, ¿Quieres?

Ante la clara amenaza de muerte por parte de su secuestrador, el ojiazul decidió que lo mejor era no provocarlo en lo absoluto, ya que de lo contrario, solo él perdería.

Solo desistió y se mostró derrotado.

-Así está mejor...

El tiempo pasó con lentitud y para Ciel, cada minuto era tortuoso. No podía moverse, ni mucho menos hablar con nadie, incluso, hubiera agradecido que aquel hombre hablara con él, con el único propósito de matar su aburrimiento, pero eso era imposible. Él solo se mantenía alejado y observando constantemente hacia la entrada del lugar, casi igual a un perro que espera ancioso a su amo.

Ciel: mmhmm...

-¿Qué es lo que quieres?

Ciel: uhmmm... mhmm...

Aquel hombre no podía entender nada de lo que el chico trataba de decirle, pero al verlo cruzar sus piernas con desespero, lo entendió de inmediato.

-¿Quieres ir al baño? -Preguntó a lo que este asintió con su cabeza- Bueno, supongo que debería dejarte ir.

Se puso de pie y se encaminó hasta el muchacho con la intención de desatarlo.

-Te prometo que si intentas algo, te arrepentirás. -Le advirtió antes que todo.

Solo alcanzó a asentir, pero eso era más que suficiente, por lo que procedió a desatarlo.

• • •

Mientras el muchacho pasaba por la peor experiencia de su vida, aquel azabache que se le fue asignado como mayordomo, también lo estaba.

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