El sol de la mañana se aproximaba y con él, lo hacía el pensar de que aquel hombre de mirada penetrante y cabellos azabaches, cumpliera con lo dicho, la noche anterior. Ese solo pensar, levantó de un sobresalto al joven muchacho que se encontraba, aún, entre las sábanas, tal y como se había acostado la noche anterior, solo que con una diferencia...
Ciel: ¿Sebastian? -Dijo, al percatarse del frío espacio a su lado- ¡Ugh! ¡Maldición! ¿Por qué no esperaste un poco al menos? ¡Siempre eres tan eficaz! -Espetó con rabia, al mismo tiempo que golpeaba el colchón debajo de él.
No le quedaba de otra al menor que levantarse e ir en busca de aquel mayordomo. Siendo irónica la acción, ya que casi siempre es al revés.
Primero se aseguró que en aquella habitación no hubiera nadie, una vez confirmado, se dirigió a la parte baja del lugar y buscó silenciosamente y con desespero al hombre de traje elegante. Buscó en la cocina, nada; Vio en el sótano, nada; Miró en el jardín y nada; Él no se encontraba por ninguna parte y eso comenzaba a preocuparle al muchacho.
Ciel: Maldición, Sebastian... ¿Dónde estás? -Se preguntaba a sí mismo, un tanto enojado al no encontrarlo.
Se vio frustrado y llenó de coraje, lo cual no era bueno para él, por lo que decidió retornar a su habitación y con un poco más de calma, esperar noticias nuevas del individuo. Ya se encontraba subiendo las escaleras cuando, de repente, la puerta principal de la mansión se abrió y mostró a un Sebastian y a su padre muy serios, lo cual, no le dio buena espina.
Ciel: ¡Sebastian! -Exclamó de inmediato, sin ocultar su molestia- ¿Dónde estuviste todo este tiempo? ¡Estuve llamándote! ¡Casi me quedo sin aliento! -Le regañó severamente.
Sebastian: Mis disculpas, Joven Amo. -Dijo, inclinándose respetuosamente.
Era increíble la gran tensión que se había formado en el ambiente en tan solo segundos. El aire era asfixiante, pero, todos se esforzaban por respirarlo.
Vincent: Lo tomé prestado, por un momento. Entonces, ahora, te lo devuelvo. -Soltó de repente, restándole importancia al asunto.
Ciel: No puedes llevarte a Sebastian. Es mi mayordomo.
Vincent: Ya te lo dije: "Solo fue por un momento". No tienes que ponerte de esa manera.
Padre e hijo, continuaron con su discusión por un tiempo, hasta que finalmente, uno decidió rendirse ante el otro.
Vincent: No discutiré contigo. Eres mi hijo y no tengo "porque" darte explicaciones. -Dijo sin más, para, retirarse del lugar, dejando al muchacho con mucho coraje e intriga.
Tan pronto como el hombre salió de la habitación, el azabache dejó su incómoda posición y se paró erguido mirando al muchacho, el cual no parecía verse tan contento.
Sebastian: ¿Le sucede algo, Mi Joven Amo? Aparentemente hoy, se ha levantado con el pie izquierdo. -Preguntó con osadía, añadiendo esto último en tono burlón.
El azulino no hizo más que lanzarle una mirada asesina, ante lo dicho.
Ciel: A mi habitación, Sebastian. -Habló con seriedad, continuando el camino delante de él.
El muchacho caminó en silencio todo el camino de regreso a su habitación, siendo perseguido, desde una distancia prudente, por su amado, el cual tenía en claro la gravedad de la situación.
Una vez en su habitación, Ciel, se sentó sobre la cama, se cruzó tanto de brazos como de piernas y esperó a que el azabache terminara de poner seguro a la puerta.
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Solo Mio
RandomEnamorarse, es una hermosa etapa en la vida de cualquier persona, que se disfruta mucho más en la adolescencia. Sin embargo, este no parecía ser el caso para Sebastian Michaelis, un hombre de 27 años, sirviente (Mayordomo) de la mansión Phantomhive...