Al despertar, el hombre se encontraba sumido en un mar de confusión y letargo. Su mente aún aturdida intentaba descifrar dónde se encontraba, mientras su cuerpo luchaba por deshacerse de la pesadez que lo envolvía. El mareo persistente se hacía presente, confundiéndolo y dificultando aún más su capacidad para comprender la realidad que lo rodeaba. Sus ojos entrecerrados intentaban enfocarse en el entorno, pero todo parecía difuso y desconocido. No reconocía las paredes, las sábanas, ni siquiera los objetos que decoraban la habitación. La perplejidad se aferraba a él, alimentando su desasosiego y sumergiéndolo aún más en un estado de somnolencia sin fin.
Claude: ¿Dónde estoy? ¿Qué fue lo que pasó? -Se preguntaba a sí mismo, aún sin poder ver con claridad- ¿Dónde están mis lentes? No puedo ver nada.
El hombre trataba de encontrar sus lentes con sus manos, ya que sin ellos eran total y complemente inútil. Sin embargo, por más que tanteaba su alrededor, no lograba encontrarlos.
Claude: Maldición.
De repente y casi tomándolo por sorpresa, alguien le brindó la oportunidad de volver a ver con claridad.
Sebastian: Aquí tienes tus lentes. -Dijo, a medida que se los colocaba y la visión de este, se aclaraba- Siempre fuiste una persona despistada, es por eso que siempre llevo un par para ti.
Lamentablemente, la generosidad de Sebastian no fue reconocida y apreciada como se esperaba.
Claude: Quítate. -Lo alejó levemente y con fastidio, desviando su mirada hacia otro lado, tratando de evitar el contacto visual.
Sebastian: Vamos, Claude... Podrías, al menos una vez, dejar de tratarme de esa manera. No soy tu enemigo, sino tu hermano.
Claude: No. -Negó de inmediato con furia en sus palabras- Sabes perfectamente que no eres mi hermano, así que por favor, déjame tranquilo.
Claude se puso de pie de la cama en la que estaba para dirigirse hacia la puerta y marcharse.
Sebastian: Yo no haría eso si fuera tu. -Dijo- No tenemos permitido irnos.
Claude: ¿Ah, sí? ¿Y, quién lo dice? ¿Tú? -Le cuestionó con sarcasmo.
Sin más, el hombre giró la perilla, abrió la puerta y la atravesó sin mirar atrás.
No transcurrieron más de dos minutos antes de que la puerta se abriera nuevamente, revelando a un hombre de estatura media que llevaba consigo el cuerpo del individuo que había salido anteriormente. Con cuidado, lo depositó suavemente en el suelo para evitar hacerle daño.
Tanaka: Dije que no tenían permitido salir de esta habitación. Acaso, ¿no fui lo suficientemente claro, Sebastian? -Expresó con claro disgusto el anciano.
Sebastian: Se lo dije, pero no quiso escucharme.
Tanaka: No volveré a repetirlo. Si los veo fuera de esta habitación, tendré que tomar medidas más severas con ustedes, ¿está claro?
Sebastian: No se preocupe, Tanaka. Me aseguraré de que no ocurra de nuevo. -Respondió, agachando su cabeza con respeto.
Tanaka: Bien.
Sin decir una palabra más, el anciano se giró y salió de la habitación, asegurándose de cerrarla con llave por fuera como medida preventiva, en caso de que ambos decidan unirse en su contra.
Claude: Era Tanaka... -dijo, finalmente rompiendo su parálisis- ¿Por qué no mencionaste que se trataba de Tanaka?
Sebastian: Te advertí que "No teníamos autorización para salir", sin embargo, decidiste pasar por esa puerta. -Recordó sus palabras y su insistencia- Aunque, ¿por qué me sorprende?. Si sigues siendo solo un niño. Y uno muy irrespetuoso.
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Solo Mio
RandomEnamorarse, es una hermosa etapa en la vida de cualquier persona, que se disfruta mucho más en la adolescencia. Sin embargo, este no parecía ser el caso para Sebastian Michaelis, un hombre de 27 años, sirviente (Mayordomo) de la mansión Phantomhive...