Capitulo 26

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Pasó el tiempo y, como todos sospechaban, ocurrió lo previsto.

En la mansión, hubo cambios en algunos espacios. Una parte lucía ligeramente diferente, mientras que otra estaba totalmente transformada. Las hermosas paredes color miel se habían desvanecido, dando paso a un llamativo tapiz rosa fosforito que resaltaba enormemente. La cocina parecía salida de un juego de la famosa muñeca Barbie, con su vibrante colorido. Pero no solo los objetos inanimados, sino también cada uno de los sirvientes de la mansión Phatomhive, llevaban nuevos atuendos, sin ninguna excepción.

Elizabeth: El rosa te queda excelente, Sebastian. -Le halagó, luego de colocarle un hermoso moño a su vestimenta que combinaba a la perfección con su nuevo uniforme color rosa y blanco.

Sebastian: G-gracias, Lady Elizabeth. -Le agradeció y a pesar de sentirse humillado con aquel atuendo, sonrió.

Elizabeth: Iré a ver cómo le queda su nuevo traje de chef a Baldroy. -Dijo y se marchó.

Seguro se estarán preguntando cómo es posible que este mayordomo tan habilidoso permita que todo esto ocurra. La respuesta es sencilla: el dueño de la mansión no puede rechazar ninguna petición de su amada nuera, pero disfruta viendo cómo sus empleados sufren de forma cruel y humillante, como ahora.

Ciel: Oh, vaya, vaya... -Exclamó de repente con un tono burlón la voz que menos deseaba Sebastian que lo viera vestido de esa manera- Pareces un muñeco de torta. Podrías incluso audicionar para ser el nuevo modelo de Ken.

Ahí estaba él, el joven apuesto del cual se había enamorado. Lo vio bajar las escaleras mientras comentaba sobre su vestimenta.

Sebastian: ¿No te gusta? -Le preguntó, tratando de que el joven parara de mirarlo de aquella manera burlona.

Ciel: Sin duda, el rosa no es tu color. -afirmó.

Sebastian: Lo sé, pero Lady Elizabeth quiere que lo use.

Ciel: Hmmph. Bueno, en ese caso, no tienes más opción. Aunque... -Dijo esto mientras se acercaba para arreglarle el moño- Te verías mucho mejor vestido de conejito. -Dejó un suave beso en su mejilla antes de separarse, provocando que el hombre se sonrojara.

Sebastian estaba a punto de responder, pero la joven mujer ya había regresado al lugar.

Elizabeth: ¡Oh, Ciel que bueno que estés aquí! -exclamó al ver al ojiazul- Tengo un traje perfecto para ti que te hará lucir mucho mejor que esa ropa tan anticuada.

En el momento que la rubia dijo aquello, el joven se preocupó y Sebastian sonrió burlón.

Ciel: L-lizzie... no es necesario, yo-

Elizabeth: Mira, este te quedaría genial. -Le mostró el atuendo, mientras este retrocedía disimuladamente.

Ciel: Yo, en serio-

Sebastian se dio cuenta de inmediato de que había cambios no solo en los sirvientes y en la mansión.

Elizabeth: Por favor... -Le suplicó con ternura al igual que una niña.

Ciel: E~está bien...

También lo había en aquel muchacho.

Ciel: ¿Cómo me queda? -Preguntó a ambos la opinión sobre su nueva vestimenta.

Elizabeth: ¡Te ves muy hermoso! -Exclamó al verlo y este se sonrojó, pero no tanto como lo hizo cuando el mayordomo dio si opinión.

Sebastian: Ese atuendo le queda muy bien, Joven Amo si su padre lo viera, también diría lo mismo.

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