Pasó el tiempo, y entre, caricias y besos, el menor sentía su cuerpo arder por completo. Y es que, cada caricia, beso y pequeño roce que su cuerpo obtenía, hacía mucho más difícil la tarea de mantener la cordura.
Sorpresivamente, el azabache detuvo sus caricias para separarse un poco y sacar de su bolsillo un hermoso reloj hecho de plata.
Sebastian: ¡Vaya, vaya! Parece que, finalmente, podremos hacerlo. -Soltó burlesco al percatarse de la hora- Pero, ¿todos estarán realmente dormidos? -Se preguntó a sí mismo.
Ciel: ¡Al diablo con eso! -Exclamó ansioso- Yo te necesito más...
Sus labios se encontraron nuevamente en un feroz y exigente beso, que el joven le proporcionaba al azabache, pero, este también le seguía el ritmo. Sus lenguas jugaron entre sí y sus manos comenzaron a desvestirlos a una velocidad que explotó las ansias que tenían los dos de entregarse el uno al otro.
Ciel: ¡Mmmh! ¡Ngh! -Gemía con intensidad con cada beso pasional que el mayor le arrebataba- ¡Aaagh! ¡Se~sebastian!
Sebastian: No deberías hacer tanto ruido. -Le advirtió- Te recuerdo que podrían descubrirnos.
Ciel: No me importa... Solo quiero que nos amemos. Que me demuestres cariño, Sebastian. -Dijo esto último aferrándose al cuello del mencionado.
Sebastian: En ese caso...
El mayor se puso de rodillas sobre la cama sin apartar al joven. Se llevó su mano derecha a la boca, logrando con sus propios dientes quitarse el guante de seda blanca que lo cubría. Luego, separó el rostro del menor de sí mismo y llevó 3 de sus dedos a su pequeña cavidad bucal, dando a entender un claro mensaje.
El joven conde abrió su boca y este, los introdujo dentro. Poco a poco, la lengua del menor comenzaba a jugar con los dedos de su contrario. Empapándolos por completo de su saliva. Una vez humedecidos, fueron retirados de su boca y su ausencia fue reemplazada por los labios ardientes del azabache, quién volvía a dejar en claro que era él quién tenía el control total en la situación.
Más gemidos y jadeos se escapaban de sus labios, los cuales eran devorados con mucha necesidad por el azabache.
Mientras sus lenguas se mantenían ocupadas, Sebastian, guiaba sus dedos ensalivados hasta la entrada cachonda del muchacho, logrando meter el primero de ellos.
Ciel: ¡Mmmm...! -Exclamó, excitado, echando su cabeza hacia atrás.
Sebastian: Tranquilo. Tómalo con calma, Cariño. -Dijo, viendo cómo reaccionaba a sus acciones.
Ciel: Lo siento. Yo solo ¡Aaah! -Gimió fuertemente al sentir el segundo dedo introducirse en sí- ¡N~no puedo soportarlo m~más!
Los dedos del mayor se movían dentro de él con gran precisión, logrando excitarlo con mayor intensidad, incluso se podría decir que fue suficiente como para que el menor se corriera por primera vez en la noche.
Sorpresivamente, el azabache retiró sus dedos y los acercó a su rostro.
Sebastian: Mira esto, Ciel. Mira todo lo mojado que estás... -Dijo lo último mientras se lamia los dedos sensualmente- Y solo para mí.
Llegó el momento de la acción real. El azabache guio su viril miembro hasta la entrada del muchacho y comenzó a introducirlo lentamente, sintiendo como el pequeño cuerpo sobre él se retorcía al recibirlo.
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Solo Mio
De TodoEnamorarse, es una hermosa etapa en la vida de cualquier persona, que se disfruta mucho más en la adolescencia. Sin embargo, este no parecía ser el caso para Sebastian Michaelis, un hombre de 27 años, sirviente (Mayordomo) de la mansión Phantomhive...