Me encuentro montada en un subibaja carcomido. Seguro ya es muy tarde ya que los hogares de mis vecinos han apagado todas las luces de sus interiores y el único ruido existente en nuestro contexto es el del juego destartalado cada que Marco y yo cambiamos de posición. Si el español hace una pregunta, yo he de responderla en las alturas, más por la amenaza de sentirme caer que por el deseo de mantener una conversación, y viceversa.
-¿Cuál es el nombre de vuestro ligue?
-Ya te lo sabes- lo acuso-. Seguro Bástian y Helen te han mantenido al tanto de mi vida desde que te largaste.
-Evidentemente lo hicieron- ostenta-. Ahora, linda Grisel, si no es mucha molestia, recuérdame cómo osó su madre en llamarlo.
-Griffin.
El chico suelta una carcajada, un poco fingida ya pues seguro se burló muchas veces con anterioridad.
-Qué jodido nombre- asevera al cabo. Me admira desde abajo y temo que me vea sonreír ante aquella certeza digna de no recriminar-. Es como el de un pirata, aunque no muy osado.
-La vista desde aquí es espectacular- intento cambiar de tema. El cielo nocturno, sin estrellas, hace lucir a la luna, escondida de vez en cuando por las nubes oscuras; mi hogar, desde las alturas, parece insignificante, como el resto del vecindario. Las copas de los árboles más pequeños son alcanzables para mi visión, donde los nidos de paja resguardan a unas cuantas familias de pájaros.
-Como el que prepara la comida en el barco, ¿no crees?
-Marco...
-O el que asea la cubierta- se rasca la nariz sin perderme de vista, a punto de reír-, y muere durante las tormentas.
-¿Por qué no maduras?
Él sonríe abiertamente como toda respuesta irrebatible.
... ... ...
Aun reposamos sobre el subi-baja. El español no para de mirarme como bobo desde abajo, recargando sus codos en los manubrios del juego para lograr una posición más confortable, disfrutando de una larga conversación en la que nos ponemos al día sobre lo que nos ocurrió a ambos mientras él estaba muy lejos del condado.
-¿Marco?
-¿Sí?
-Bueno... -¿Han ansiado con todas sus fuerzas no haber llamado la atención de su acompañante para evitar una charla vergonzosa? Yo muchas veces, pero en esta ocasión no solo deseaba eso, sino también haber sido aquel perro callejero que nos observaba escondido debajo de un auto destartalado en tanto degustaba de un hueso que algunos de mis vecinos tuvieron a bien obsequiarle-. Quizá te parezca tonto porque ya tienes experiencia en esas cosas, pero a mí me gustaría, solo por curiosidad y sin ánimo de molestarte...
-Ve al grano, Grisel. Se me está entumiendo el trasero.
Respiro hondo, pronunciando con rapidez lo que tanto me atribulaba:
-¿Te gustaría explicarme qué fue lo que hice mal entre tanto estuve en el coche con Griffin?
-Vaya, por Dios- Mi amigo ríe por lo bajo evidenciando que lo he cogido desprevenido-. ¿Por qué crees que sois vos la que se ha equivocado?
En ese instante el chico decide dejarme bajar. Mi estómago se llena de mariposas y sufro por la emoción de un descender tan brusco; levanto polvo con el impacto y ambos nos vemos en la necesidad de sacudirnos la tierra. En silencio, los manotazos que le damos a nuestras prendas de ropa son música a comparación del ruido de nuestra conversación impertinente.
-Olvida lo que te pregunté- asevero-. Es evidente que tú lo ves de otra forma porque Griffin no te agrada en lo absoluto.
Él sigue absorto en desvanecer el polvo de sus tenis ya muy sucios, no obstante, se irgue enseguida una vez se deshizo de la piedra que le lastimaba el pie izquierdo y me alcanza con rapidez, puesto que yo ya había comenzado el trayecto de regreso a casa.
-Morena- susurra, tomándome ligeramente la mano para ajustarse a mi paso-, independientemente de si me mola o no vuestro ligue, no debes hacer cosas que te hacen sentir incómoda solo para beneficiar a alguien más, ¿comprendes?
Ya estamos en mi jardín, donde cruzamos nuestro árbol, un poco más grande que cuando lo plantamos, y dejamos atrás los arbustos, plantas y flores que cerraban por el invierno venidero y otros empezaban, tímidos, a brotar.
El hombre me ayuda a pasar al otro lado de mi ventana, donde el delicioso calor de mi habitación me recibe con agrado, además de los ronquidos de mi mascota, a quien no le preocupa en absoluto haberme perdido por un largo rato, seguro de que me encontraba atrapada en las garras de su muy amado compañero de travesuras.
-¿Te refieres a la confianza?
Me peleo con la cortina para seguir disfrutando de los ojos verdes del español, que atormentado busca las palabras correctas para aclarar algo que se me escapa, estoy segura, que para él tiene importancia extrema:
-Es mucho más que eso.
-¿Respeto?
Me roba un beso en la mejilla y me empuja lo suficiente como para permitirle cerrar la ventana sin atropellar mi cuerpo; antes de hacer clic, él termina, conciso, con su explicación:
-Esamor.
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Lo que solo sabe un pueblo entrometido
Teen FictionCuando se vive en un pueblo donde los integrantes tienen la manía de espiarse, el romance puede resultar muy engorroso. Es por ello que nuestros protagonistas deberán cuidarse de cámaras y miradas indiscretas para que su historia de amor no se vea d...