El dolor que nos embargaba al par de tortolos y a mí era compartido incluso por mi padre aunque él no lo quisiera reconocer. Por momentos lo sorprendía admirando aquel cuadro de su habitación donde una nota de periódico anunció alguna vez que el joven Marco se había caído de las escaleras de la biblioteca principal debido a un supuesto empujón que le propinó el señor Henry, y su licuado de fresa se había derramado por su pecho, manchando su camiseta de un cómico color rosado.
El lunes, después de clases, habríamos de presenciar la partida que significaría que mis días de aventura se volverían subordinados del señor Monotonía. Bástian y Helen conversaban entre murmullos mientras nos dirigíamos a la Academia, y yo intentaba por todos los medios comunicarme con Griffin, pero cualquier tentativa era inútil una vez el chico me envió un mensaje de texto en el que aseveraba no querer cambiar la fecha de nuestra reunión aun si yo me sintiera una desgraciada al presentarme a ella. Mi fantasía se vería cumplida, como que no quiere la cosa: finalizaría nuestro noviazgo andrajosa y sorbiéndome los mocos si bien la razón fuera completamente distinta.
Ya en el jardín frente al edificio de piedra, abarrotado de personas que también lamentaban la pérdida de un hombre capaz de verle lo positivo a las situaciones más negras, los tres nos dirigimos directamente al punto céntrico, donde Marco recibía abrazos y los mejores deseos para lo que le pudiera acontecer en lo venidero. Intenté observarlo de manera objetiva, pero cuando menos lo imaginé, mis ojos liberaban lágrimas entretanto mi mente, siempre tan traicionera, se repetía una y otra vez que extrañaría muchísimo al español. Su desparpajo para realizar cualquier actividad, incluso su manera de andar; su sonrisa fácil y las carcajadas desvergonzadas; su cabello eternamente rebelde y sus manos pícaras. Echaría de menos sus bromas, los comentarios que procuraban de una u otra forma quitarle el hierro al asunto más problemático posible... ¡Vaya!, ¡hasta extrañaría verlo robarse la comida del frigorífico y zamparse una grasosa tira de tocino frito!
-Señorita Amaro... -El padre de Marco no me toma desprevenida, pero de todas maneras procuro retirar cualquier resquicio de tristeza de mi rostro aun enrojecido para no hacer evidente que ver partir a su hijo, sobre todo por su causa, es muy difícil-. ¿Está lista para despedirse?
-Por supuesto.
El hombre sonríe y por un periquete veo en él a mi querido amigo, muchos años mayor. Me desagrada en extremo la similitud entre ambos cuando comparten ese hermoso gesto donde muestran siempre los dientes blancos e iluminan sus ojos verdes de emoción.
-Entiende que esto lo hago por el bien de ambos, ¿no es así?
-Sí- musito-. Por supuesto.
Intento por todos los medios desaparecer de su vista, pero es imposible. El grupo de personas, entre ellos el par de tortolos, nos daban la espalda en tanto mi mejor amigo subía su equipaje a la cajuela del taxi que lo llevaría hacia el aeropuerto. Así pues, vuelvo a mirarlo a la cara, con la barbilla levantada en señal de soberbia.
-No la veo tan convencida- afirma. Se lleva un cigarro a la boca y lo enciende con presteza, exhalando el humo a un costado de mi rostro, si bien su asqueroso olor me penetra hasta los huesos-. Supongo que me odia.
Debo admitir, antes de comenzar con mi monserga, que no quería llegar a esto; es decir, a plantarle cara dispuesta a dejarle en claro que con Grisel no se debía meter, más aun si jamás le había dado razones para tratarme de manera tan hostil, pero ya no tenía motivos para callarme. Después de todo, los sentimientos que me interesaban cuidar son propietarios de quien partirá para no volver.
-No es odio- saboreo esta última palabra con una ligera sonrisa mordaz-. Es más bien pena.
-¿Cómo es eso?
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Lo que solo sabe un pueblo entrometido
Novela JuvenilCuando se vive en un pueblo donde los integrantes tienen la manía de espiarse, el romance puede resultar muy engorroso. Es por ello que nuestros protagonistas deberán cuidarse de cámaras y miradas indiscretas para que su historia de amor no se vea d...