La gente que no tiene nada importante qué hacer en esta tarde que comienza a oscurecer de manera pacífica, se amotina tras nuestro auto, dirigiéndonos todos hacia el hogar de mi novio. Ya en la calle, unas viviendas más abajo para evitar ser vistos por los Smith, Marco lidera nuestro pequeño grupo mientras Helen les indica a los pueblerinos que aguarden su regreso escondidos tras los arbustos, árboles o autos aparcados alrededor de la casa donde se llevará a cabo el proyecto:
-¿Qué harás, Bástian?- pregunta mi mejor amigo con aire de superioridad, ocupándose en la tarea de ajustar la tela que envuelve mis tobillos y muñecas, y finalizando con aquella que me imposibilita gritar para exponer mi furia.
-Me infiltraré por el jardín e intentaré llegar hasta la ventana que da a la habitación de nuestra víctima, señor- no obstante de decir tal estupidez, el chico lleva los brazos, con energía, a los costados de su cuerpo-. Tal como me lo ordenó, señor.
El capitán de ojos verdes asiente, conforme con la respuesta que le dio su compañero de idioteces:
-¿Vos, Helen?
La chica, completamente excitada, se pone en la misma posición en la que se encuentra su novio. Al parecer, formar parte de tan estrambótico grupo la llena de adrenalina, sobre todo porque pondrá en práctica sus encantadores dotes de parlanchina experta. Ser videograbada por los espectadores, además, la persuade en exagerar sus gestos.
-Señor- exclama-, cuidaré que la familia no se percate de la presencia de Bástian con el arte de la distracción, señor.
-Vale, eso mola. Yo- Marco me escruta con la mirada, concentrado en su tarea de disculparse sin palabras aunque esté convencido de que lo que está a punto de hacer es lo correcto-, traeré un walkie talkie y vos- se dirige a Bástian mientras cierra la puerta del auto y me abandonan ahí dentro-, serás dueño del otro...
No sé cuánto tiempo transcurre entretanto mí mirada solo es dueña de los respaldos de los asientos y mi nariz inspira la fragancia del español. Mi mente revoca una y otra vez el plan que trazaron antes de marcharnos del bar sin pagar ni un centavo por la angustia a la que me sometieron los mismos trabajadores del lugar con sus habladurías, y nos dirigimos a la muy custodiada calle donde yace la mansión de Griffin, rastreados por los entrometidos.
Helen, en primer lugar, tocaría el timbre del hogar y aspiraría parecer muy interesada en probar el famoso postre que la señora de la casa hornea para satisfacer a todos sus invitados, aún si estos no son muy agradables, y viéndose perdida, porque por supuesto le darían una negativa, destruiría las flores de la entrada para ganar tiempo, pese a que termine empapada en agua como venganza bien merecida. Mientras tanto, Bástian se colaría al jardín y rastrearía alguna ventana por donde se infiltraría a la casa. Buscaría, pese a que no me hayan dado oportunidad de explicar que en ese lugar inclusive el más experto pierde la ruta, la habitación donde aseguraban estaría mi novio, disfrutando de la compañía que le brinda su mejor amiga.
Marco esperaría paciente a que Smith saliera de la casa luciendo un par de moretones, solo si se le ocurría delatar al secuestrador, para hablar seriamente con él y, si es adecuado, regalarle un buen puñetazo hasta que se diera a la tarea de dejar en claro al público presente que la chica con la que se veía era solo una amiga, prohibiendo, además, que se sigan esparciendo rumores en los que me dañan solo a mí.
Yo, en cambio, fui la única en negarse a ser partícipe de aquel objetivo tan descabellado e injusto, por lo que acordaron encerrarme dentro del auto para no estorbar ni delatarlos.
¿Por qué, me preguntaba una y otra vez, se empeñaban tanto en hacer sufrir al pobre Griffin?, ¿es que no se daban cuenta que su situación era exactamente a la mía? Gasto mi tiempo con el español dentro de mi habitación, y ya una vez pactado que no era correcto, ahora escondidos dentro de la casa de árbol de mi vecino e incluso en este mismo auto que aunque construido por ángeles, es sumiso del mismísimo demonio. No conforme con ello, nos regalamos abrazos y no podemos estar tranquilos hasta que nuestras manos se entrelazan para propiciar conversaciones profundas, en las que poco a poco desnudamos nuestras almas y nos mostramos tal y como somos.
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Lo que solo sabe un pueblo entrometido
Teen FictionCuando se vive en un pueblo donde los integrantes tienen la manía de espiarse, el romance puede resultar muy engorroso. Es por ello que nuestros protagonistas deberán cuidarse de cámaras y miradas indiscretas para que su historia de amor no se vea d...