Capítulo 61

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No sé por qué los adultos son de costumbres tan aburridas. Más bien, no sé por qué nuestros padres lo son de ellas. ¿Por qué he de dejar de visitar a mi prometida faltando aun un par de meses para la boda?

Comenzaba a sentir los estragos de la separación momentánea entre Grisel y yo pues eso de estar a dos velas nunca fue lo mío desde que la conocí a ella. El no poder vernos por las noches ya era bastante fuerte, pero el señor Henry, tan siniestro como el demonio, le agregó a su venganza por años de tosquedades el que no viera ni un cabello de su hija, y mi padre, un traidor, apoyó la moción como si fuera suya también.

No obstante, esa decisión solo volvía de nuestros encuentros los más sensuales. Agazapados entre los árboles del bosque alrededor de la Academia, besándonos, abrazándonos o simplemente tomándonos de las manos, con risas nerviosas y susurros jocosos, desafiábamos a los mismísimos dioses del Olimpo. Los walkie talkies se volvieron nuestros únicos cómplices, por lo que una vez más me vi en la necesidad de pedirle a la morena una disculpa por creer que desearlos, aun si ella misma me los obsequió, era estúpidamente inservible.

-¿Ya reservaste el hotel?

Bástian mastica cacahuates como si la vida dependiera de ello y niega con la cabeza recostándose sobre el sillón:

-Aún no.

-¿Y qué esperas?

-Tranquilízate, ¿vale? Tú solo preocúpate por no ser descubierto cada que regresas con los labios hinchados de entre la maleza del bosque, con Grisel pisándote los talones.

-Por Dios, ¿en serio lucimos así?

... ... ...

Ya falta una semana para el gran día, lo que significa que aunque ya todo está prácticamente listo yo debo seguir cuidando que mi barriga no crezca para que el traje que me están confeccionando siga siendo de la misma talla. No obstante, Grisel se ha decidido dejarme plantado en el altar si no me encargo de comprar una camisa blanca idéntica a la del traje de la boda por aquello de que manche la original con salsa de tomate o miel de maple. Quise decirle que eso era en exceso estúpido, pero temía por mi vida, así que le prometí que Bástian me acompañaría, aun si eso significara que me mandara por un tubo, para conseguir dicha prenda.

Llevaba esperándolo 15 minutos, lo que de todas maneras no importaba mucho pues acababa de salir de la ducha, cuando al fin se digna tocar el timbre, algo raro pues suele abrir la puerta como todo un maleducado y pasar directo a la cocina, buscando algo de comida. Estoy secándome el cabello con una toalla, con los pies descalzos, y me veo en la necesidad de gritar que meta el culo por su cuenta. Busco alguna camiseta que no haga evidente que comer todo lo que me hace la morena es como aire que infla un balón con rapidez y me asomo para verificar que en efecto mi amigo no ha ingresado hasta que la puerta se abre de golpe, estampándose contra la pared, y el señor Henry, con su presencia de roble, se acerca a mí para regalarme un sopapo en la cabeza.

-¿Es así como te diriges a tus mayores?- grazna mientras yo me acaricio el golpe.

Toma una manzana del frutero mientras termino de vestirme la camiseta, y lo sigo completamente desubicado, incapaz de razonar por qué coño estaba él dentro de mi apartamento comiéndose la última fruta que guardaba para mi merienda baja en grasas.

-¿Se le perdió algo?- opto por preguntar. Sonrío para no parecer brusco.

-Grisel me pidió que te acompañara pues Bástian ha tenido que hacer algo sobre una fiesta sorpresa...-se queda callado cuando ya ha revelado el secreto que seguro mi colega se había guardado a base de visitas esporádicas para no caer en la tentación de decirme nada, pero se la suda, pues suelta una risotada-. Bueno, ya no es sorpresa. ¿Estás listo, chulito?

Lo que solo sabe un pueblo entrometidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora