-Creo que lucía mejor la otra corbata.
-¡Coño, Bástian!- me desespero, tirando con arrebato la prenda de vestir azul turquesa, pensando también, para joder a la mismísima Helen, por qué los colores tienen nombres tan diversos-. ¡Me pones más nervioso!
-Lo siento.
Respiro profundamente y me disculpo. Él no tiene la culpa de lo que siento en este momento. En un intento por tranquilizarme, acomodo la flor blanca de mi solapa y abotono las mangas de mi saco. Mi chaleco me queda un poco ajustado por la barriga que mi chica se encarga de alimentar con deliciosos platillos y debo jalar aire cada tanto para no desmayarme, comprendiendo a las mujeres que usaban corsé.
Tomo asiento a un lado de mi amigo, aspirando el empalagoso olor de las flores que inundan cada centímetro del lugar. Admiro la luz del sol que se filtra por la ventana de la habitación del señor Henry, si bien me lastima porque para variar no pegué ojo en toda la noche imaginando, como mi mente a veces negativa es, que muero estrangulado por algún psicópata o descuartizado por aves demoníacas antes de poder ver por última vez a mi bella Grisel. Peor aún, que es ella quien me produce tales tormentos después de dejarme plantado en el altar.
-¿Es normal sentirme así?- musito sin voltear a ver a mi colega. Me humedezco los labios secos-. Quiero hacer pota.
Bástian deja de juguetear con la manga de su camisa de vestir blanca y me pone atención, con los gestos suavizados por verme sufrir una emoción tan intensa antes de contraer matrimonio:
-Un trago te hará sentir mejor.
Se levanta, dejando de hacer contrapeso en el colchón mullido de la cama, y me sirve un poco de whisky que el padre de mi novia tuvo a bien en presentarnos hace unos momentos. Me lo bebo todo de golpe, exigiendo uno más por si acaso.
Habíamos decidido contraer matrimonio en el jardín de la casa de Grisel, quien alegaba que su chico de ojos verdes había sido partícipe primordial en esa resolución, pues era donde los árboles Grismar y Pelos crecían tan frondosos y grandes como debían de ser. El altar dispuesto entre aquellos dos ejes antes descritos se encontraba frente a la cerca blanca que protege la vivienda, acentuado por un arco compuesto, como que no quiere la cosa, de flores y plantas enredadas que también fueron idea del prometido más apuesto del mundo.
Camino con nerviosismo hacia el lugar que me corresponde, tratando de no arruinar la alfombra color blanco infestada de pétalos azul claro que hacen juego con mi corbata. En el trayecto, la señora Ángeles, sentada en una banca del centro, me envía un beso coqueto que es correspondido, como siempre, con otro igual. Las damas de honor, la pequeña Lindsay y la bella Helen, se acomodan los vestidos color crema y ríen resplandecientes. Bástian se lleva, una vez más, las manos a su cabello ya muy bien peinado y me recibe con un apretón en el hombro, símbolo que me obliga a compartir los nervios que golpean mi estómago y me hacen sentir náuseas.
Greñas se pasea por la entrada de la casa, volteándome a ver de vez en vez, guardando con celo a los integrantes más importantes y esperados del momento. Les ladra, a modo de prevención, a los músicos que toman asiento en las sillas dispuestas hasta atrás, afinando sus instrumentos que engalanarán la ceremonia.
Para ser sincero, no son más de diez personas las que presenciarán nuestra dicha delante de Dios. Los vecinos, que Grisel se negó rotundamente a invitar, admiran la escena desde sus ventanas y qué bueno. La mayoría, si no es que todas las personas que componen este curioso condado, creen que la chica toma la oportunidad de oro puesto que no existe ningún otro hombre valiente y en su sano juicio que soporte su salvaje manera de ser y, joder, no pudieron haber dicho algo mejor ya que ella es para mí y yo para ella. Nuestras madres dan fe de ello hasta en nuestros sueños.
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Lo que solo sabe un pueblo entrometido
Teen FictionCuando se vive en un pueblo donde los integrantes tienen la manía de espiarse, el romance puede resultar muy engorroso. Es por ello que nuestros protagonistas deberán cuidarse de cámaras y miradas indiscretas para que su historia de amor no se vea d...