Helen me ha prestado un vestido campesino color tinto, con bordados floreados en los laterales, y un par de zapatillas de tacón cómodas. No sé por qué ella carga siempre ropa tan especial en situaciones como estas: pasar un fin de semana en una hacienda rodeada de vacas y bueyes, pero se lo agradecí enormemente. Cenar con la familia Brown, para mí, era una ocasión peculiar.
Estaba terminando el postre, una tarta de manzana elaborada con ingredientes naturales extraídos de los manzanos, cuando mi mejor amigo apareció. Se veía muy apuesto con su traje casual azul marino y gris, tan oloroso a jabón y fragancia que seguro Bástian le ha instado a aplicarse. Aplaude como gesto de triunfo al admirar mi obra maestra:
-Se ve delicioso- elogia. Después me observa de pies a cabeza a mí-, y vos también.
Viro los ojos y le pego un codazo para reprender su osadía.
-Compórtate, por favor.
Nos dirigimos, de nuevo solo nosotros dos, a la cabaña de la familia. El par de tortolos querían disfrutar de la finca debido a su segundo aniversario anual, con botellas de vino y fresas cubiertas de chocolate, además de velas aromáticas, y Griffin sufría de un dolor de cabeza debido al balonazo que le propiné al medio día jugando fútbol (un accidente), encerrado en su dormitorio con Bianca como su más fiel y dedicada enfermera.
Las ventanas de la morada de la familia Brown reflejan las luces de adentro, encendidas debido a que el sol ya se escondió desde hace un cuarto de hora, más allá de las colinas.
El español llama a la puerta con un par de toques y después se jala un poco la corbata pues no está acostumbrado a usarla. Tan nervioso se encontraba que hasta sintió el impulso de acomodar un mechón de mi cabello tras la oreja, arruinando el peinado laborioso que mi mejor amiga se encargó de hacerme lucir. La señorita Enriqueta es la que nos invita con una sonrisa amable al interior de su cabaña, tan pintoresca como pudieran imaginársela. Aquí y allá colgaban pinturas de paisajes floreados; sus muebles, un poco raídos por el tiempo, de colores amarillos, azules y verdes. Los tapices y alfombras descombinados, sin verse para nada mal. Sobre la mesa yace la cena: pollo marinado en salsa y verduras al vapor.
La señora Isabelle me recibe con entusiasmo y alega que en su vida había visto una tarta de manzana de aspecto tan delicioso. Felicita a Marco por haber elegido como novia a una mujer tan hermosa, inteligente y dedicada, y mi sonrisa se congela. Ya llegó la hora de decir la verdad acerca de que solo soy una amiga, pero el chico, en cambio, me aprieta contra su cuerpo y agradece tales cumplidos, besándome incluso en la mejilla.
Tomamos asiento en la salita de estar entretanto se dispone la bebida para la cena. Los hombres mantienen conversaciones acerca del funcionamiento completo de la hacienda, los gastos y ventas producidas por mes y la suma en total al año. Preguntan por familiares y se emocionan al saber noticias de uno y de otro.
Enriqueta está a lado mío, prestando demasiada atención a todos los movimientos que hace Marco al hablar. Sonríe levemente cada que lo ve soltar risotadas debido a alguna broma de su padre, y no es hasta que se percata de que la observo con detenimiento cuando me confiesa que en la vida había visto a un hombre tan galante. No le confieso que no es la única chica de 15 años que lo piensa, mucho menos que son las adultas quienes lo detestan.
... ... ...
Del delicioso pollo marinado no quedaron más que los huesos, y la vasija con las verduras hervidas yace limpísima dentro de la cocina. No paramos de reír ante anécdotas de la familia. Caídas dentro del corral, fracasos en el huerto, bromas entre hermanos... ¡qué fabulosa velada! No suelo ser tan abierta al socializar, pero estas personas me incitan a ser yo misma sin reparar en mis defectos; explotan más mis virtudes.
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Lo que solo sabe un pueblo entrometido
Teen FictionCuando se vive en un pueblo donde los integrantes tienen la manía de espiarse, el romance puede resultar muy engorroso. Es por ello que nuestros protagonistas deberán cuidarse de cámaras y miradas indiscretas para que su historia de amor no se vea d...