Me encontraba limpiando cada uno de los reloj cucú que cuelgan en las paredes de la habitación de mi padre, cantando a todo pulmón canciones que aparecían en modo aleatorio de un disco que hace poco me hizo Marco como regalo, cuando descubrí que se cumplían 15 años de la muerte de mi madre. Fue un golpe duro, por lo que necesité acostarme sobre la que fue su cama y mirar el techo por lo menos una hora. Ya no había música y tampoco polvo, tan solo yo recordándola con una leve sonrisa y unas cuantas lágrimas, recibiendo el calor que Greñas ha aprendido a emanar como lo hacía mi buen Pelos en otros tiempos.
Decidí que me vestiría un lindo vestido colorido, así como mi madre luce en la mayoría de sus fotos, e ir a visitarla llevándole un ramo de sus flores favoritas. El sol comienza a ponerse en el horizonte y el céfiro me alcanza y se mete por las ventanas abiertas de mi coche (en el que he gastado más de lo que costó cuando lo compré), acariciándome el rostro y despeinando mi cabello como una mano gigante hecha tan solo para hacer travesuras.
Aparco el auto frente a la entrada del cementerio del condado, una verja de color negro mate vigilada por un guardia de seguridad de edad avanzada. Cuando ingreso con paso decidido, el anciano asiente con la cabeza a manera de saludo y yo se lo respondo con una tímida sonrisa. Camino hacia la lápida de mi madre esquivando figuras de ángeles fragmentadas por el paso del tiempo, que en la oscuridad dan miedo, sepulturas de familias que han pertenecido al condado desde antes de que yo naciera y otras de personas que ya nadie recuerda. Me sé el camino de memoria, aunque no haya pisado esos pequeños y revoltosos pasillos desde hace aproximadamente diez años, por lo que recorro cruces de cerámica y piedra de granito, mausoleos a punto de derrumbarse con plantas pegadas a sus paredes, y matorrales secos, viviendas de mosquitos e insectos inofensivos, cubriendo todo el suelo.
-Hola- saludo a la nada. El eco del viento decide acompañarme después de mí ya manifiesta soledad.
Me siento sobre el césped y acaricio el mármol oscuro del lugar donde yacen los restos de mi mamá, tan frío al tacto como un hielo. Después de haber retirado las ramas secas que antes fueron unas hermosas gardenias, que seguro mi padre fue a colocarle hace una semana pues la visita sin falta todos los jueves, embuto las que le llevo yo en el pequeño florero construido de la misma materia de la lápida. Leo la leyenda y acaricio cada una de las letras:
Griselda Sáez
1952-1984
"Amada hija, esposa y madre"
Respiro profundamente y cierro los ojos para revocar cuando al final del día iba a sentarme a sus pies y colocaba mi cabeza sobre sus rodillas. Ella me acariciaba el cabello, sosteniendo con su otra mano algún libro o revista sobre homeopatía, y ya medio dormida empezaba a contarle historias que escuchaba en el jardín de infantes o producto de mi imaginación y mi mamá prestaba atención e incluso a veces, entre risas, murmuraba alguna que otra palabra que contradecía mis ideas solo para hacerme hablar más, encantada con mis relatos sin sentido.
Sin esperar nada de eso, por supuesto, comienzo:
-Seguro estás extrañada por mi visita. –Río por lo bajo, avergonzada con ella por tal hecho-. No soy tan valiente como todos lo creen...
-¿Grisel?
La voz proviene de algún punto a mis espaldas, aun si antes de sincerarme con mi mamá había verificado que el sitio estaba completamente solo, y volteo despacio para reconocer a quienquiera que me ha llamado:
-¿Sara?
La mujer luce un poco arrepentida por haber violado mi intimidad y, después me enteré, de haberme seguido desde que partí de casa para llegar al cementerio. Permanece parada detrás de mí, a unos cuantos metros de distancia, y se abraza a sí misma porque la temperatura ha descendido lo suficiente para comenzar a sentir frío.
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Lo que solo sabe un pueblo entrometido
Novela JuvenilCuando se vive en un pueblo donde los integrantes tienen la manía de espiarse, el romance puede resultar muy engorroso. Es por ello que nuestros protagonistas deberán cuidarse de cámaras y miradas indiscretas para que su historia de amor no se vea d...