Capítulo 41

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Abro los ojos despacio y lo primero que mis sentidos notan es que yo ya no estoy en una hacienda de ensueño, sino más bien en mi propia habitación. Pelos no deja de lamerme las mejillas y aplastar mi pecho con sus enormes patas. Hago que se baje de la cama con un chasqueo de dedos, pues mi cuerpo entero se encuentra dolorido, incapaz de soportar movimientos tan bruscos como lo son sus caricias tan perrunas.

-¿Morena?

El rostro tan familiar de mi amigo se coloca enfrente de mí y me sonríe. Yo no le correspondo pues soy consciente de que trae ambos ojos amoratados.

-¿Qué te pasó?

Si mi rostro no tuviera la expresión de dolor, sería la preocupación quien ocuparía ese puesto. Intento levantarme de mi cama pero él me detiene, poniendo su mano sobre mi estómago.

-Te traje a casa después de lo que ocurrió con Aniceto- explica. Tan solo mencionarlo, su boca se curva en una mueca de disgusto-. Vuestro padre te vio lastimada y me tiró un puñetazo. ¿Sabes si practicaba boxeo en su juventud?

Mi mente revoca entonces a Griffin frente a mí, colérico, dándome una bofetada en la mejilla. Nuevamente, detrás de él, era Bianca quien ahora sonreía.

-¿Por qué mi papá te golpeó a ti?- pregunto realmente sorprendida-. Tú no me lastimaste.

-No lo sé- responde con sencillez. Se hace un espacio en la cama, a lado mío-. Estoy hecho polvo, Grisel. Hace dos horas que llegamos de la hacienda y no he podido descansar. Anhelo dormir a pierna suelta.

-¿Y los demás?

-Bástian y Helen se han ido una vez tranquilos respecto a vuestro estado...- se voltea hacia mí, hecho un ovillo, y me mira directamente a los ojos-. El otro par se fueron hechos mierda después de que nos encargáramos de ellos allá en la finca.

Me siento sobre los almohadones, jalando el edredón para cubrir mi cuerpo envuelto en un pijama que no usaba desde hace mucho tiempo, tan infantil y ya un poco encogida por mi estatura y peso. ¿Yo me vestí esto?, ¿yo abriría el último cajón de mi armario, aquel que guarda la ropa que ya no uso desde mis 14 años de edad? Sinceramente no recuerdo nada desde que Helen me curó la mejilla y me hizo dormir con un té tranquilizante, alegando que lo necesitaba. Ya no estaba tan segura de que fuese una bebida relajante, sino más bien un somnífero muy potente.

-¿Y qué le pasó a tu otro ojo?- quiero saber. Él intenta quedarse dormido, una nueva costumbre el pegarse a mí como una lapa dentro de la cama.

-Me encontró vistiéndote ropa que no atufara a mierda de vaca- murmura entretanto se tapa el rostro con una almohada.

Volteo la mirada hacia la ventana, muy avergonzada.

-Oh, Dios...

-Helen se negó a hacerlo- se excusa. Se levanta al igual que yo para que le ponga atención-. Es en serio, dijo que te quería pero su nariz no soportaba el olor, así que lo hice yo.

-Ya...

Inconforme, me levanto de la cama y me dirijo al cuarto de baño para observar mi aspecto: la mejilla izquierda se encontraba hinchada, con un bálsamo color verde cubriendo el golpe a modo de calmar el dolor; mi cabello pegado ahí donde el lodo y la porquería lo habían tocado, mis labios resecos y partidos, y los ojos hinchados por tanto dormitar.

-¿Morena?- el chico ingresa al espacio en el que me encuentro y se coloca detrás de mí, si bien su rostro no se alcance a visualizar en el espejo-. Quiero que sepas antes de que corra la noticia que golpeé a Griffindor.

Abro la llave del agua y mojo mi frente con agua fría para refrescarme.

-Además- continúa-, Bástian instó a que se largaran aventando sus maletas donde antes tú habías caído, llenándote de excremento. Helen, por otro lado, cuando te quedaste dormida, le gritó a Bianca obscenidades y la hizo llorar de veras.

Aplico otro poco de ungüento en mi mejilla y al finalizar, por fin le planto cara al español:

-No debieron de haber hecho nada de eso.

-¿Por qué no?

-Yo fui quien los metió a ustedes en problemas...- como el chico no reacciona a lo que le digo, me veo en la necesidad de agregar-: no es justo que ustedes sean los que deban defenderme de algo que yo merecía.

-Sois insufrible.

... ... ...

Marco se fue hecho una furia de mi casa y no entiendo por qué. Por lo pronto, no le doy vueltas al asunto pues mi cabeza, en extremo dolorida, me imposibilitaba hasta el respirar. Salgo de mi habitación dispuesta a buscar un vaso con agua y las pastillas para el dolor, si bien encuentro a mi padre en la entrada, mirando con extrañeza cómo desaparecía el auto de mi amigo, antes estacionado frente a nuestra casa.

-A ese, estoy seguro, lo vi marcharse hace una hora de aquí- me voltea a ver como si pudiera darle una respuesta, y aunque es así, no podía confesar la verdad al menos por ahora-. ¿Qué coño pasó entonces?

-¿Cenamos?- sugiero sin miramientos. Me dirijo a la cocina y cumplo mi cometido de tragarme unas pastillas. Después, busco en el frigorífico algo que sirva para llenar nuestros estómagos en esta noche aciaga-. ¿Cereal con leche?- propongo. El hombre se limita a servir las hojuelas de maíz dentro de dos platos y esperar a que yo vertiera la leche ahí mismo. Tomamos asiento en el comedor, uno frente al otro, y cenamos en mutismo.

-¿Grisel?

Volteo a ver a mi padre, que se sirve más cereal dentro de su plato, y alzo las cejas para señalar que le presto atención.

-¿Estás bien?

-Sí- musito. Me llevo otra cucharada de leche a la boca.

-¿Segura?

Suspiro hondo, sentida ahora que mi mente, sosegada, ha comprendido que mi mejor amigo se ha enojado conmigo por alguna razón que todavía no logro entender del todo, mi padre lo ha golpeado dos veces por mi causa, se ha metido en problemas al igual que Helen y Bástian, Griffin y Bianca me detestan, el pueblo se enterará con prontitud de los humillantes sucesos y mi estado físico y emocional están mermados.

-Quiero llorar- confieso. Hipo un par de veces antes de lanzarme a los brazos que mi padre, indeciso, me tiende aun sentado en su silla. Es un abrazo incómodo pues debo mantener mis piernas en cuclillas para sostener mi cara en su hombro derecho, pero bastante terapéutico si considero que casi me quedo sin lágrimas después de dejarlas ir a todas por lo menos durante media hora. Mi papá no deja de acariciar mi cabello entretanto, como puede, se lleva cucharadas de su cereal con leche a la boca. Susurra que todo estará bien aunque no sepa realmente cuál es mi problema. O quizá sí lo sabe pero por ahora, negativa hasta la médula, no puedo creer lo que asegura-. ¿Por qué golpeaste a Marco?- me quejo para finalizar. Vuelvo a mi silla para mantener esta conversación, de importancia extrema, uno frente al otro nuevamente.

-Reconozco que el primer puñetazo fue injusto- se disculpa-. Del segundo no me arrepiento.

-Mi ropa estaba llena de mierda- lo defiendo. Comprendía que las intenciones del español al desvestirme fueron justamente esas, pero en el fondo daba por seguro que había disfrutado el espectáculo de verme tan solo en ropa interior.

-Lo sé- aclara mi padre-. Entendí lo que hacía cuando entré a tu habitación, sobre todo por el olor, pero debes comprenderme, Grisel, no es agradable verlo hacer eso. Helen hubiera sido la más indicada para esa labor, y si no lo quería hacer, entonces te hubiera dejado como estabas hasta que despertaras. Me salió muy servicial, el cabrón...- se levanta de su asiento para lavar su plato y cuchara, con afán de darme la espalda-. Lo único que me permite perdonarlo a la mitad es que se encargó de joder a Smith- sonríe casi hasta agradecido-, lo dejó hecho una masa de sangre coagulada. Además- se detiene un instante, con la esponja goteando el jabón de trastes en lo alto, realmente emocionado-, el idiota me preguntó, después de dejarle los ojos amoratados, si yo había practicado boxeo antes- ríe realmente orgulloso-, y hasta se atrevió a pedirme que lo enseñara a tirar tales puñetazos.

-¿Y qué le contestaste?

Se encoge de hombros:

-Tal vez.

Sonrío.

Lo que solo sabe un pueblo entrometidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora