Para celebrar el cumpleaños del español ambos optamos, con el permiso a medias de nuestros padres, pasar el día en la playa para disfrutar de las tranquilas aguas del puerto. Deambulamos tomados de la mano, deleitándonos con la arena blanca y con muy poca gravilla, del sol asomándose, perezoso, por el horizonte y las aves que lo esperan ansiosas, entretanto unas cuantas personas madrugadoras salen a correr o hacer yoga, saludándonos con una cordial sonrisa.
Durante un par de meses he sido la maestra más paciente y amable que nadie ha tenido y hoy graduaré a mi travieso e irresponsable alumno, que muchas veces se libró de mi presencia alegando tener gripe (y entonces ya no era su maestra, sino una enfermera molesta que lo obligaba a tomarse su asquerosa medicina), o estar hasta el tope de trabajo (ahí era más bien Bástian quien lo hacía sufrir por su falta). Como que no quiere la cosa, Marco ya sabe flotar y hacer crol suave, por supuesto que con flotadores de espuma le fue muy fácil, por lo que este día se hace aún más especial pues el chico lo hará sin ellos.
El hombretón me observa de reojo mientras se deshace del exceso de ropa, lo que me hace pensar en muchas cosas menos en lo debido, y se acerca poco a poco a la orilla de la playa. Me ordena con ojos autoritarios, escondiendo el miedo que sufre por su independencia recién adquirida, que esté al pendiente de su vida. Sé que en el trayecto de la orilla a la parte donde el agua le cubre hasta la cadera ha meditado una y otra vez si es así como quiere pasar su 27 cumpleaños, pero lo dejo estar porque me prometí a mí misma que sería tolerante al menos en su aniversario. Cuando se encuentra lejos mi corazón se va con él, sufriendo cada que se sumergía; sin embargo, el español sale invicto a tomar aire y se aleja un poco más para probar sus habilidades obtenidas.
Seguro pasaron diez minutos que a mí me parecieron una eternidad, las uñas de mis manos dan fe de ello, cuando él sale del agua con una sonrisa triunfal. Está empapado, pero puedo notar que lágrimas son también lo que le resbala por las mejillas. Lo abrazo con fuerza tan solo tenerlo cerca, ignorando el que moje mi vestido favorito y con el viento me ataque el frío. Murmuro en su oído, haciendo que se remueva divertido, que estoy orgullosa de él y entonces despierto a un hombre soberbio que, con emoción, declara ser mejor que Michael Phelps.
-¿Entonces sí te contactó el padre de Sara después de la boda?
Marco está un poco desesperado por saber algo que es muy fácil de adivinar; no por presumir, claro está. Degustamos emparedados de mermelada de fresa y chocolate con el sonido de las olas de fondo. Me recuesto sobre la manta que hemos tendido sobre la arena y permito que el sol me queme hasta las orejas.
-Ya me envió los planos para la obra.
Así estuvieron las cosas: estaba yo terminando la pintura de un paisaje de Las Vegas con la que apoyaría a inaugurar una galería de arte en mi antigua escuela, cuando recibí dicha llamada. El señor se presentó con modales impecables y decidió que seguiríamos en contacto a través de algún correo electrónico por el cual me envió los planos de una escultura de ángel que le quiere regalar a su esposa, lo que por un momento me hizo sentir miedo. Yo no soy muy buena modelando mármol al estilo Bernini, pero él insistió en que confiaba en mi talento nato para hacer magia con mis manos, como bien se lo dijo su querida hija al recomendarme. Por consiguiente, había adquirido el material hace apenas una semana y mi garaje se convirtió en bodega, con espacio suficiente, de todas maneras, para realizar el trabajo que sería para mí un gran reto.
Otra cosa que he de aclarar es que ni Marco ni yo fuimos invitados a la boda que se celebró en España, donde Alexander y Sara unieron sus vidas para siempre puesto que las familias de los novios, como que no quiere la cosa, nos odian. No obstante, en diversas llamadas y mensajes de texto los jóvenes se han disculpado con nosotros, ajenos al problema que solo pueden ver los adultos, y han prometido visitarnos pronto. La madre de Sara, en especial, me guarda profundo rencor pues cree que fui yo quien convenció a Marco para desistir de enamorarse de su amada hija (y arrebatarle el dinero que conseguiría, si bien sea el padre del chico quien lo posee y ahora éste no dispondrá de él jamás) y su esposo por tal razón resolvió que lo mejor era comunicarnos por un medio que fácilmente puede ser eliminado, por aquello de que su mujer lo descubra traicionándola aunque el obsequio que con ello consiga termine siendo para ella el día de su aniversario número 50.
Marco deja de juguetear con los botones de mi vestido, descubriendo mi estómago, para establecer, con exagerada cercanía, su rostro frente al mío:
-¿De verdad?
Llevo mis brazos a su cuello, no sin antes disfrutar los músculos de sus brazos tensos, y le robo un beso en los labios.
-Sí, Marco. De verdad.
-¿Te voy a poder ayudar?
-¿Sabes utilizar un cincel?
-Claro- bufa. Lo que no presagia algo bueno-. Es muy útil para hacer hoyos en la tierra.
... ... ...
Horas después de ese asombroso suceso, subimos las cosas al bote que por fin hemos podido rentar desde aquella vez en que le jugué tan horrible broma, seguidos por Bástian y Helen, que llegaron una hora después de la acordada por el camino tan largo que deben recorrer debido a la distancia de su hogar, ubicado en Middlesex, hasta mi condado, cuando mi novio me toma de la mano y me dice con seriedad, en voz baja para que el par de tortolos no nos escuchen mientras se encargan de negociar el precio con el dueño del barco:
-Tú iluminas mi vida, morena, así como el sol lo hace todos los días.
Sonrío de medio lado, cavilando acerca de su confesión tan genuina.
-¿De qué libro has sacado eso?
-De Internet- confiesa sin avergonzarse.
Aun así, una chispa de esperanza nace en mi interior:
-¿Eso quiere decir que me estás dedicando el significado de tu tatuaje?
El chico se coloca enfrente de mí para tomarme de la cintura, una sensación agradable, y me besa lentamente como respuesta. Baja una mano a mi parte trasera, tan descarado como siempre, y me divierto haciendo lo mismo, aunque admito que puede tener muchas cosas menos nalgas. Termina por morderme una oreja y la nariz y me remuevo completa hasta zafarme y correr como si mi vida dependiera de eso. Cuando Helen y Bástian nos piden que regresemos a ellos y los ayudemos a meter las cosas al bote pues ese trabajo originalmente nos correspondía realizar, una orden que mi mejor amiga, con ojos asesinos, se encargó de delegar, yo ya he optado por lanzarle a Marco una piedra a manera de juguetona protección.
-Morena- me reprende el español. Se acaricia la zona dolorida con gesto enojado-, la mayoría de las parejas cuando van a la playa se tiran agua, no piedras.
-Hay que ser originales.
-No, eso está jodido.
ESTÁS LEYENDO
Lo que solo sabe un pueblo entrometido
Teen FictionCuando se vive en un pueblo donde los integrantes tienen la manía de espiarse, el romance puede resultar muy engorroso. Es por ello que nuestros protagonistas deberán cuidarse de cámaras y miradas indiscretas para que su historia de amor no se vea d...