Capítulo 3

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Los sueños son bastante extraños y estos mismos pueden hacerte recordar, aun si no lo deseas, los sucesos que por el transcurso de los años has arrinconado en una parte de tu cerebro titulada "Para hacerte sufrir más tarde". He aquí un ejemplo:

<<El cartelón "Bienvenidos al condado New Haven" es tan alto como cuando yo era una niña, aunque no lo recordaba tan bien cuidado. Al menos aún se alcanzan a ver las letras de color verde a metros de distancia. El árbol frondoso que el señor Antoine tuvo que talar el año pasado, por otra parte, ha vuelto a estar igual de alto que antes, incluso una parvada de palomas emprende el vuelo desde su copa.

Visto un overol y tenis blancos, así como mi madre adoraba verme. Llevo las manos a mi cabello y de repente ya no lo traigo suelto y recién lavado, sino peinado en dos coletas altas. Tengo seis años otra vez.

Mamá y papá conversan sobre algo importante y yo me adelanto mientras persigo una mariposa blanca que, según mi abuela, es un símbolo de buena suerte. Otra idea que me parecía absurda puesto que en ese mismo instante he de pararme en seco pues un niño de mirada curiosa se planta enfrente de mí y embarra su helado de chispas de chocolate sobre mi nariz.

-¿Por qué has hecho esto?- cuestiono con lágrimas en los ojos.

-Me mola- argumenta sonriente. Tiene un hoyuelo en su mejilla derecha, pese a que en ese momento yo solo dedujera que al atrabiliario mocoso le hacía falta carne ahí donde lucía un hoyo su moflete embadurnado también de helado.

Para demostrar que me sé defender, y que incluso puedo provocar un miedo atroz, le jalo con fuerza su cabello rebelde. Corremos hacia nuestros progenitores cuando ambos rompemos a llorar; no obstante, mi mamá me reprende, aun si a mi padre le ha causado bastante risa lo que yo he hecho, y declara que debo disculparme. Del otro lado a él le dicen lo mismo. El niño se esconde tras la pierna de su madre y yo de la mía:

-Lamento haberte ensuciado con mi helado preferido- comienza él.

-Lamento jalarte el cabello- termino yo.>>

El sueño no ha terminado ahí, y si bien lo siguiente que he de narrar ya no es un recuerdo, no por eso deja de tener relación con lo anterior:

<<Estoy en el centro comercial apretujada entre telas y mujeres locas por los descuentos. Sin embargo, no es Helen quien me tiene tomada de la mano para guiarme de un pasillo a otro en busca de bikinis, sino Edgar el lanzador de bolas de papel arrugado. Intento zafarme, pero no lo logro. Estoy tan nerviosa que comienzo a golpearlo, sin lograr hacerle daño. Me estampo en un espejo de cuerpo completo, como que no quiere la cosa, y al despertar de mi desmayo simultáneo lo primero que notan mis sentidos es la voz de una dependienta de la tienda voceando que hay un vestido prácticamente gratis en su poder, y cuando un tropel de mujeres se lanzan a ella, una sola, de cabello largo y hermoso, se hace con él. Sus uñas color rojo la delatan: es mi mamá.

-Confía en mí, Grisel- su sonrisa provoca que unas lágrimas recorran mi rostro-. Todo lo que vivirás a partir de este momento te hará bien.

Edgar el lanzador de bolas de papel arrugado elige ese trance para, lo adivinan, lanzarme una bola de papel arrugado. Me vuelvo a desmayar, pero esta vez, al despertar, el niño de mirada curiosa, con un hoyuelo en la mejilla derecha, de repente no es otro más que Marco... Y por fin me despierto. >>

La asquerosa baba de mi perro y sus incómodas patas sobre mi estómago hacen que me levante sobresaltada y muy malhumorada. Me lo quito de encima con mucho trabajo, pues es muy grande y en exceso juguetón, y me dirijo lentamente hacia el lavabo de mi baño. Me tallo la cara con agua fría aunque no logre del todo despejar el sueño, me visto con lo primero que encuentro porque se me ha hecho tarde, un mal hábito adquirido de mi padre, y salgo corriendo, tomando al paso una manzana del frutero, hasta llegar al porche en un suspiro.

Lo que solo sabe un pueblo entrometidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora