1. De pronto FLASH, la chica del Bikini

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Cierta vez, Salma Hayek estaba posando en bikini en la playa, cuando un joven se le acercó. 

—Disculpa. ¿Puedo tomarme una foto contigo?

Salma sonrió y asintió. 

— Por supuesto, ¡vamos a hacerlo!

 El joven no pudo evitar clavar su mirada, en ese potente escote. Salma, sonriendo dijo: 

— ¿Te gusta lo que ves?

 El joven se sonrojó y balbuceó:

— Lo siento, no quise parecer grosero.

— No te preocupes, no me molesta.  —dijo Salma con una sonrisa— De hecho, me alegra que te guste lo que ves. 

Dicho esto lo abrazó y Salma de pronto sintió algo duro contra su cuerpo. Miró al joven y le dijo:

 — ¿Es esto lo que pienso que es?

El joven se sonrojó aún más y asintió con la cabeza. 

— Lo siento, no puedo controlarme cuando estoy cerca de ti. Supongo que tiene que ver mi edad, y el hecho de que soy un joven inexperto y usted una mujer muy hermosa. 

Salma se mordió el labio inferior y sus ojos brillaron con deseo. 

— No te preocupes, a mí también me gusta lo que siento —dijo Salma— ¿sabes? Se supone que nadie sabe que estoy aquí. ¿Qué puedo hacer para pagar tu silencio?

El joven sonrió un tanto turbado. No se le daban muy las negociaciones, pero intentó idear una estrategia lo más rápido posible. Carraspeó y tragó saliva.

— Bueno, se me ocurren varias ideas. Pero la verdad, no me decido por ninguna.

— ¿Por qué no me dejas llevar las riendas del asunto eh? —dijo Salma con una sonrisa despreocupada—

Lo tomó de la mano y lo llevó detrás de las rocas, fuera de la vista de los demás que paseaban en la playa recogiendo conchas o construyendo castillos de arena. El lugar elegido por la actriz parecía bastante privado, rodeado por una especie de roca saliente que le daba a la atmósfera un tinte de misterio. Por una rendija se filtraba una luz débil, pintando el rostro de la mujer como si se tratase de una fotografía abstracta. Salma,  inclinándose descorrió el short del joven y le preguntó. 

— ¿cuántos años tienes, chamaco? 

El joven dijo:

— Tengo 19 años, señora.

Salma sonrió. 

—Muy bien, entonces eres lo suficientemente mayor como para jugar. 

Luego, empezó a acariciar el miembro del joven con sus manos expertas. Pero antes de hacer nada con sus labios, dijo:

— A ver, juguemos un poco. Y quiero que seas sincero conmigo. ¿De verdad te gusto tanto? ¿O es sólo porque te surgió la oportunidad y ya? 

El joven tragó saliva. Sus nervios lo pintaban de cuerpo entero, y aunque parte de su cerebro quería que ella continuara con lo que estaba haciendo, también sabía que ese tipo de cosas llevaban su tiempo. Nunca lo había hecho, era lo que le habían contado al menos.

— Oh, no para nada. —dijo— Yo conozco tu carrera, y respeto mucho tu... dios, tu

— ¿Mi qué? —dijo Salma aplicando masajes suaves y contundentes— ¿Mi cuerpo o mi talento? ¿Mmm?

— Pues los dos, los dos —dijo apresurado y a punto de morderse la lengua—

— A mí se me hace que solamente uno. —dijo Salma— Pero no te angusties. No voy a juzgarte. De hecho, me agrada saberlo. Después de todo, una tiene su ego.

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