9. Una misión encubierta

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Gal aceptó el cóctel con una sonrisa agradecida, y pronto comenzó a relajarse, desinhibiéndose más con cada sorbo. Mientras servía tragos a las demás mesas, noté cómo me seguía con la mirada, una chispa traviesa en sus ojos. En un momento, me lanzó una de las pequeñas servilletas del bar con un guiño.

—¿Eres siempre tan atento, Nick? —preguntó, su voz suave y melodiosa—. O solo cuando hay una estrella de cine presente.

Sonreí y me acerqué para servirle otra ronda, sintiendo cómo su presencia iluminaba el bar. Gal llevaba un vestido negro ajustado que destacaba sus curvas de manera sutil pero atrevida. El escote era discreto, pero lo suficientemente provocativo como para atraer miradas, y la tela parecía abrazar su cuerpo con cada movimiento. Sus labios pintados de rojo resaltaban aún más su belleza exótica.

—Solo intento hacer bien mi trabajo —respondí, tratando de mantener la compostura. Ella rió suavemente, un sonido musical que hizo que mi corazón latiera más rápido.

—Vamos, Nick. No seas tan modesto. Sé que tienes más talento que solo servir tragos.Mientras atendía a otros clientes, Gal continuó lanzándome pequeños comentarios y bromas, cada uno más provocador que el anterior. Eventualmente, ella levantó la mano, llamando al dueño del bar.

—Disculpe, ¿puede venir un momento? —dijo con una voz dulce pero autoritaria. El dueño se acercó, y Gal le entregó un cheque. Sus ojos se abrieron de par en par al ver la cifra.—Quisiera que Nick se uniera a mi mesa por un rato —dijo, con una sonrisa seductora.

El dueño me miró, luego a Gal, y asintió lentamente.

—Claro, señora Gadot. Nick, estás libre por un rato.

Me acerqué a la mesa de Gal, mi corazón latiendo con fuerza. Ella me sonrió y me hizo un gesto para que me sentara a su lado.

—Gracias por unirte a mí, Nick —dijo, su voz más suave y cautivadora en persona que en cualquier película—. He huido de casa, de la familia y las hijas, para disfrutar un poco. Tomó un sorbo de su martini, jugando con la aceituna en su boca de manera provocativa.—Entonces, dime —continuó, su mirada fija en mí—, ¿cuáles son los mejores lugares para disfrutar de una aventura por aquí?Intenté mantener mi compostura y fingí inocencia.

—¿A qué tipo de aventura te refieres, Gal? 

Ella rió suavemente, acercándose un poco más.

—Oh, ya sabes, Nick. A las aventuras que hacen que el corazón lata más rápido. Como... —hizo una pausa, su voz bajando a un susurro—, ¿cuál es tu pose favorita en la cama?

Sentí mi rostro calentarse, pero su mirada era tan intensa que no podía apartar los ojos de ella.

—La verdad, me gusta cuando la chica está encima. ¿Tú?

Gal se inclinó hacia mí, su aliento rozando mi oreja.

—Me encanta estar en control —dijo, su voz cargada de insinuación—. ¿Las casadas fantasean con otros hombres?

Su pregunta me dejó sin palabras por un momento. La forma en que lo decía, atrevida pero con un toque de ternura, era desarmante.

—Creo que sí, pero tal vez tú podrías confirmarlo —respondí, mi voz baja y seria.

Ella sonrió, satisfecha con mi respuesta.

—Las casadas tienen muchos secretos, Nick, especialmente cuando se trata de usar la boca.

Gal jugaba con el carozo de la aceituna entre sus labios, mientras bajo la mesa estiraba un pie para acariciar mi entrepierna. Sentí una leve dureza y me estremecí ante su toque.

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