17. Luz, Cámara, Acción

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El día después de mi encuentro con Jenna en la playa, la vida volvió a la rutina habitual del bar. Sin embargo, todo cambió cuando mi jefe recibió una llamada inesperada.

—¡Nick! Ven aquí, rápido —gritó desde su oficina.

Me apresuré a entrar, preguntándome qué podría ser tan urgente.

—¿Qué pasa, jefe? —pregunté, cerrando la puerta detrás de mí.

—Tenemos una oportunidad increíble —dijo, sus ojos brillando de emoción—. Una productora de cine está filmando una película en la zona y necesitan un equipo para el catering en el set. Nos han pedido específicamente a nosotros.

—¡Vaya! Eso suena... increíble —respondí, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

—Y tú, Nick, vas a ser el encargado del equipo —añadió, dándome una palmada en la espalda.

El primer día en el set fue una experiencia surrealista. Las cámaras, los actores, el bullicio constante... Todo era nuevo para mí. Mientras organizaba el catering, no podía evitar sentirme un poco fuera de lugar.

—¡Oye, chico del catering! —llamó una voz femenina detrás de mí.

Me volví y me encontré cara a cara con Margot Robbie, una de las actrices más famosas del mundo. Su sonrisa era deslumbrante y su presencia, imponente.

—¿Puedes traerme un café? —preguntó, guiñándome un ojo.

—Por supuesto, enseguida —respondí, tratando de mantener la compostura.

Mientras preparaba el café, otra actriz se acercó. Era Ana de Armas, con su encanto natural y su belleza latina.

—¿Te están tratando bien aquí? —preguntó Ana, sus ojos brillando con diversión.

—Sí, todo bien. ¿Necesitas algo? —respondí, tratando de no sonar demasiado nervioso.

—De hecho, sí. Me encantaría un té verde —dijo, sonriendo.

A medida que los días pasaban, tanto Margot como Ana comenzaron a mostrar un interés inusual en mí. Las dos parecían disfrutar de los juegos de seducción y el coqueteo constante.

—Nick, ¿puedes ayudarme con algo? —me preguntó Margot un día, su tono sugerente.

—Claro, ¿qué necesitas? —pregunté, acercándome.

—Creo que me he torcido un poco el tobillo. ¿Podrías darme un masaje? —dijo, sentándose y levantando ligeramente la pierna, dejando ver su muslo más de lo necesario.

—Ehm, sí, claro —respondí, sintiendo cómo mi cara se ponía roja mientras comenzaba a masajearle el tobillo.Margot gimoteó suavemente cuando mis manos comenzaron a trabajar en su tobillo, soltando risitas provocativas.

—Vaya, Nick. Tienes manos mágicas. ¿Dónde aprendiste a dar tan buenos masajes? —preguntó, mirándome con una sonrisa traviesa.

—Solo... experiencia —murmuré, tratando de mantener la compostura.

—Si me sigues tocando así, harás que me venga... —dijo Margot, su voz llena de malicia y deseo. Me sonrojé, tratando de fingir que no entendía el comentario. Ella soltó una risita.

—Hace mucho que no tengo un orgasmo, Nick —dijo, susurrando las palabras para que solo yo las escuchara. Intenté ocultar mi creciente erección mientras mis manos seguían trabajando en su tobillo. Justo en ese momento, Ana apareció y nos miró con una expresión de celos.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó Ana, arqueando una ceja.

—Oh, solo le pedí a Nick que me diera un masaje. Parece que tiene manos mágicas —respondió Margot con malicia en su voz. Ana frunció el ceño, pero se acercó a mí de todos modos. Con su voz suave y rasposa, me dijo:

— Cuando acabes aquí, porfa ayudame con algo.

— La que va a acabar seré yo, si Nick sigue con sus masajes. —dijo Margot con malicia—

Ana sólo se fue, fingiendo enojo. 

Un día, mientras preparaba unos bocadillos, ella se acercó por detrás y susurró en mi oído.

—Nick, creo que me he manchado de mayonesa. ¿Podrías ayudarme a limpiarlo? —dijo, sonriendo de manera traviesa mientras se señalaba un punto en su escote.

—Claro, déjame ver —dije, tratando de mantener la compostura mientras me acercaba. Ana gimoteó doblemente cuando comencé a limpiar la mancha, su voz cargada de insinuación.

—Siempre me mancho allí, sobre todo con... lechita —dijo, guiñándome un ojo.Intenté fingir que no oía, pero mis manos temblaban ligeramente.—Siempre trago la lechita. Siempre que la trago, me mancho —dijo Ana con una sonrisa pícara—. Es decir, siempre que bebo leche con mi café, jeje.

No pude evitar una leve erección, y traté de esconderla como pude. Ana lo notó y soltó una risita, haciendo más bromas.

—Parece que alguien está disfrutando de esto tanto como yo —dijo Ana, mirando hacia abajo con una sonrisa traviesa. Margot nos vio y se acercó, su expresión mostrando celos. 

—¿Interrumpo algo? —preguntó Margot, su tono lleno de malicia.

—Oh, solo una pequeña limpieza. Parece que Nick es bueno en eso también —respondió Ana, sus palabras llenas de filo y seducción.

Margot frunció el ceño, pero no dijo nada más. Estas escenas se repetían, cada una intentando superar a la otra en sus juegos de seducción. La tensión era palpable, y finalmente, las dos decidieron que era hora de tomar una decisión.

Un día, Margot y Ana me llamaron al camerino, diciendo que necesitaban hablar conmigo.

—Nick, entra, por favor —dijo Margot, con una sonrisa que no prometía nada bueno. 

Cuando entré, Ana ya estaba allí, sentada en el sofá. Las dos me miraban con una mezcla de diversión y algo más... algo que no podía identificar del todo.

—Queríamos hablar contigo sobre algo importante —dijo Ana, cruzando las piernas de manera provocativa.

—Sí, hemos estado hablando y llegamos a una conclusión —añadió Margot, acercándose lentamente—. En lugar de competir por ti, pensamos que sería más... divertido, compartirte.

—¿Compartirme? —pregunté, sintiendo una mezcla de sorpresa y nerviosismo.

—Sí, Nick —dijo Ana, levantándose y acercándose también—. ¿Qué te parece la idea de un trío?

—Esto es... increíble —dije, tratando de procesar lo que estaba sucediendo.

—Créelo, cariño —dijo Margot, acariciándome el brazo—. Esto es solo el comienzo.

Me quedé allí, entre dos de las mujeres más bellas del mundo, sintiendo cómo la realidad se volvía más surrealista con cada segundo que pasaba.

—Así que, ¿qué dices, Nick? —preguntó Margot, su voz baja y tentadora—. ¿Te gustaría ser nuestro pequeño secreto en el set?

—No puedo creer que esto esté pasando —dije, tratando de mantener la compostura.

—Créelo, cariño —dijo Ana, acariciando mi brazo—. Esto es solo el comienzo.

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