22. La comida más importante del día

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La mañana nos encontró aún en la cama, abrazados y envueltos en la calidez de nuestros cuerpos. Zendaya, con una sonrisa traviesa en su rostro, comenzó a recorrer mi cuerpo con sus manos, acariciándome con picardía.

—Buenos días, Nick —susurró, sus dedos jugando en mi pecho.

—Buenos días —respondí, disfrutando de sus caricias.

—¿Sabes? —dijo ella, riendo suavemente—. Me encanta despertarme y encontrar esto. —Sus dedos bajaron hasta encontrar mi erección, claramente marcada bajo las sábanas.

Me sonrojé, incapaz de evitarlo. —Bueno, ya sabes... cosas de la mañana.

—¿Puedo tocarlo? —preguntó, relamiéndose.

Asentí, aún más sonrojado. Con un salto propio de una bailarina, Zendaya se montó encima de mí, sus ojos brillando de deseo. Parecía incluso más grueso y grande que la noche anterior, y ella lo sintió al instante.

—Dios... Nick... es... —tartamudeó, sus palabras apenas un hilo de voz—...mierda, siento que me vas romper en dos.. d...ios...

Me mordí el labio, tratando de mantener la compostura mientras la sentía ajustarse a mí. Ella comenzó a moverse, sus caderas trabajando con un ritmo lento y sensual, casi torturante.

—Jamás he hecho un mañanero... —dijo, casi tartamudeando, mientras se mordía los labios—. Se siente tan bien que parece prohibido.

Cada movimiento nos acercaba más, y sentía cómo tocaba el fondo de ella, lo que me volvía loco. Zendaya mostraba fiereza, pero de a poco cedía a la mezcla de placer y dolor. Sus gemidos se convirtieron en una sinfonía de placer y deseo.

—¡Nick... me vas a partir en dos! —gritó, sus palabras entrecortadas por los gemidos—. ¡Dios, sí... más... no pares!

Los minutos fueron intensos, con cada embestida ella sentía que se iba a quebrar como una rama. Pero entonces, el orgasmo la recibió como un oasis en medio del desierto. Era un contraste fuerte, ya que a su delicadeza se le sumaban los insultos que salían de su boca, volviendo la escena más interesante.

—¡Sí, Nick! ¡Córrete dentro de mí, joder! —gritó, su cuerpo estremeciéndose—. ¡Llena... llena mi coño! Maldito!! ¿Es lo que quieres no? Maldito hijo de...

No pude aguantar más y me corrí con fuerza dentro de ella, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba al mismo tiempo. Cuando por fin se desplomó, agotada y maravillada, murmuró:

—Pidamos el desayuno, hermoso Nick.

Antes de que pudiera decir nada, ella tomó el teléfono del cuarto y llamó al servicio de habitaciones. 

—Hola, me gustaría pedir un desayuno completo. Panecillos, tostadas, huevos revueltos, bacon, salchichas, jugo de naranja, café y... un poco de fruta fresca, por favor. Gracias.

Al escucharla hablar, confesé: —Yo también tengo hambre.

Ella sonrió, sabiendo exactamente por qué era eso. Minutos después, el timbre sonó. Me levanté y me puse una bata rápidamente antes de abrir la puerta. Al abrir, me encontré nuevamente con mi compañero de trabajo, Bryan, que me miró con una sonrisa pícara.

—Nick, ¿otra vez aquí? —dijo, riendo—. ¿Ha sido una noche muy dura?

—Algo así —respondí, sonrojándome.

Zendaya apareció detrás de mí, también con una bata, y sonrió. —Sí, ha sido muy dura, sobre todo esta mañana. Casi me parte en dos.

Bryan se sonrojó aún más, incapaz de ocultar su sorpresa.

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