10. Juegos de Seducción

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Gal continuó acariciando mi entrepierna con su pie, su mirada fija en la mía, mientras una sonrisa pícara se dibujaba en sus labios. La tensión en el aire era palpable, una mezcla de deseo y anticipación.

—Dime, Nick —dijo Gal con un tono juguetón—, ¿a cuántas has llevado a esta cabaña?

La pregunta me tomó por sorpresa, pero mantuve la calma, sonriendo de vuelta.

—Oh, no tantas como podrías pensar —respondí evasivamente—. ¿Y tú, Gal? ¿Cómo haces para vivir en familia y aún así parecer una leona siempre al acecho?

Gal rió, un sonido melodioso que resonó en la cabaña. Jugó con su escote, sus dedos rozando suavemente la piel expuesta.

—Es un talento natural —dijo con una sonrisa traviesa—. Siempre he sabido mantener el equilibrio entre ser madre y ser mujer. Y tú, Nick, pareces ser un hombre con muchos secretos.

—Puede ser —dije, tomando un sorbo de vino—. Pero esta noche no se trata de mí, sino de ti. ¿Qué fantasías quieres cumplir?

Gal se inclinó hacia mí, sus labios a solo unos centímetros de los míos.

—¿Qué tal un juego de cartas? Cada vez que alguien pierde, se quita una prenda. ¿Te atreves?

Mi corazón latía con fuerza, y sentí un escalofrío de anticipación recorrer mi cuerpo.

—Me atrevo —respondí, mi voz firme.

Sacamos una baraja de cartas y comenzamos a jugar. El ambiente se llenó de risas y comentarios sugestivos, mientras las prendas empezaban a caer.

—Tu turno, Nick —dijo Gal, deslizando una carta hacia mí—. ¿Qué prenda te quitarás esta vez?

Sonreí, desabrochándome lentamente la camisa. Gal me observaba con ojos brillantes, su mirada recorriendo cada centímetro de mi piel expuesta.

—No está mal —comentó, su voz suave y cargada de deseo—. Pero aún te queda mucho por mostrar.

—Lo mismo podría decir de ti —respondí, jugando una carta y ganando esta ronda—. Tu turno, Gal.

Ella rió, desabrochando su vestido y dejándolo caer a sus pies. La visión de su cuerpo me dejó sin aliento, su piel suave y su figura esculpida eran simplemente perfectas.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó, jugando con su escote.

—Mucho —dije, tratando de mantener la compostura—. Pero quiero saber más. ¿Qué secretos ocultas?

Gal se inclinó hacia mí, su aliento cálido rozando mi piel.

—Tengo muchos secretos, Nick. Y esta noche, puede que te revele algunos.

Continuamos el juego, nuestras risas y comentarios se mezclaban con el sonido de las olas rompiendo en la playa cercana. Cada prenda que caía aumentaba la tensión entre nosotros, creando un ambiente cargado de deseo y anticipación.

—Nick, dime —dijo Gal, su voz suave y seductora—, ¿alguna vez has fantaseado con una mujer mayor que tú?

—Claro que sí —respondí, mis ojos fijos en los suyos—. ¿Y tú? ¿Fantaseas con hombres más jóvenes?

Ella sonrió, su pie rozando nuevamente mi entrepierna.

—A veces —dijo con un guiño—. Especialmente cuando son tan interesantes como tú.

El juego de cartas se convirtió en un preludio de lo que ambos sabíamos que inevitablemente seguiría. La cena se mezcló con las bebidas, y cada bocado y sorbo parecía aumentar el deseo entre nosotros.

—Entonces, Nick —dijo Gal, su voz un susurro—, ¿crees que las mujeres casadas fantasean con otros hombres?

—Estoy seguro de que sí —dije, mi voz cargada de anticipación—. ¿Tú lo haces, Gal?

Ella sonrió, inclinándose aún más cerca.

—Claro que sí. Las mujeres casadas tienen muchos secretos, especialmente cuando se trata de usar la boca.

Jugó con un carozo de aceituna, deslizándolo entre sus labios antes de morderlo suavemente. Bajo la mesa, su pie se movió con más firmeza, provocando un gemido suave de mi parte.

—Te gusta esto, ¿verdad? —preguntó, su voz cargada de deseo.

—Mucho —respondí, mi cuerpo reaccionando a cada uno de sus movimientos.

Gal sonrió, sabiendo que tenía el control.

—Quiero que disfrutes esta noche tanto como yo. Quiero que me muestres lo que puedes hacer, Nick.

Sus palabras, cargadas de promesas, me hicieron estremecer. Sabía que esta noche sería única, una noche en la que dos almas se encontraban en un juego de deseo y seducción.

—No te decepcionaré, Gal —dije, mi voz firme y segura.

Ella sonrió, su mirada fija en la mía.

—Eso espero, Nick. Porque esta noche, quiero que me des todo de ti.

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