14. Jenna y la playa

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El jefe nos reunió a todos en el bar y anunció que tendríamos que trabajar en un balneario cercano. Varias productoras llegarían para filmar en la playa y necesitaban mozos y servicio de catering completo. El trabajo sonaba emocionante y una excelente oportunidad para salir de la rutina del bar.

Al llegar al balneario, el sol brillaba intensamente y el calor era abrasador. A pesar de ello, el ambiente era vibrante y lleno de energía. Habían instalado mesas con sombrillas, había juegos de playa como el vóley, y muchas personas en bañador y bikini disfrutaban del día. Me acomodé en la barra improvisada pero elegante, listo para servir bebidas y atender a los invitados.

Mientras me ocupaba de servir las mesas, mi mente se relajaba con el trajín del día. Disfrutaba del bullicio, el sonido de las olas y las risas de la gente.

De repente, una joven de trenzas se acercó a la barra. Llevaba un bikini hermoso que la hacía ver sexy pero sutil. Su aspecto latino despertó mis sensaciones y me resultaba familiar, aunque no lograba ubicar de dónde la conocía.

—Hace un día perfecto para estar en la playa, ¿no crees? —dijo ella, sonriendo mientras se apoyaba en la barra.

—Sí, el sol y el mar son una combinación imbatible —respondí, devolviéndole la sonrisa—. ¿Te puedo preparar algo refrescante?

—Claro, algo frío sería genial. —Ella se apartó un mechón de pelo que se le había soltado de las trenzas y me miró con interés.  

Queriendo llevar la charla un poco más allá, le pedí su nombre para escribirlo en el vaso.

—¿Tu nombre? Así puedo anotarlo en el vaso —dije, sonriendo.

Ella me miró con una mezcla de malicia e ironía antes de responder.

—Jenna.

Me quedé mirándola por un segundo, intentando procesar lo que acababa de escuchar.

—¿En serio? ¿Jenna cuánto?—pregunté, casi sin poder creerlo.

Ella sonrió ampliamente y añadió:

—Jenna Ortega. Vamos, no te hagas...

Mis ojos se abrieron de par en par. ¡No podía creerlo! Jenna Ortega, la estrella de tantas series y películas que había visto, estaba justo delante de mí, pidiendo una bebida en la barra que atendía.

—Wow, casi no te reconocí. —admití, todavía un poco asombrado.

—No te creo. —respondió ella, sonriendo y levantando una ceja—. Siempre dicen lo mismo.

Flirteamos un poco más mientras preparaba su bebida. Ella me contó sobre su experiencia en el balneario y yo le hablé sobre mi trabajo en el bar y cómo había terminado allí.

—Así que trabajas en un bar y ahora estás aquí, sirviendo bebidas bajo el sol. —dijo ella, tomando un sorbo de su bebida—. Debe ser agotador.

—Un poco, pero tiene sus momentos emocionantes. Como este. —dije, sonriendo.

Ella rió y se acercó un poco más a la barra, sus ojos brillando con picardía.

—¿Momentos emocionantes? ¿Como conocer a celebridades por accidente?

—Exactamente. —dije, devolviéndole la sonrisa—. Aunque no todos los días se tiene la suerte de atender a alguien como tú.

Ella se sonrojó ligeramente y tomó otro sorbo de su bebida, mirándome con curiosidad.

—¿Y qué haces cuando no estás trabajando? —preguntó.

—Bueno, trato de relajarme, leer un poco, salir con amigos. —respondí—. Y tú, ¿cómo es un día típico en la vida de Jenna Ortega cuando no estás filmando?

—Oh, trato de mantenerme ocupada. Me gusta leer, pasar tiempo con mi familia, y, por supuesto, disfrutar de días como este. —dijo, sonriendo.

La conversación fluía de manera natural y cómoda. Me sentía cada vez más a gusto con ella, y la química entre nosotros era innegable. Jenna era divertida, encantadora y sorprendentemente accesible, a pesar de su estatus de celebridad.

—Bueno, Nick, —dijo ella, inclinándose un poco hacia mí—. ¿Cuántas chicas has traído a este lugar? Parece que tienes el ambiente perfecto montado aquí.

—¿Yo? —pregunté, tratando de parecer inocente—. No muchas, para ser honesto. Prefiero mantener mi vida privada algo reservada.

Ella rió, sus ojos brillando con diversión.

—Seguro. Pero dime, ¿cómo haces para vivir con tanta tentación alrededor? Debes tener historias interesantes.

—Podría preguntarte lo mismo. —respondí—. ¿Cómo haces para vivir en familia y al mismo tiempo parecer una leona siempre al acecho?

Ella rió, jugando con su escote.

—Es un desafío, te lo aseguro. —dijo—. Pero supongo que todos tenemos nuestras pequeñas escapadas, ¿verdad?

—Sí, supongo que sí. —admití, sonriendo.

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