37. Es imposible resistirse

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Emma, completamente envalentonada por todo lo que había sucedido, se subió a horcajadas sobre mí, con una mirada de deseo que me encendía aún más. Su respiración era entrecortada, y apenas podía hablar. Solo soltaba hilos de palabras, su boca entreabierta mientras se acomodaba sobre mi miembro, que estaba duro como nunca antes.

—M-Mira cómo... cómo me lo...—, murmuró Emma, su voz temblorosa por la excitación.

—¿Qué pasa, Emma? —dijo Jenna, observándola con malicia—. ¿Te estás ahogando otra vez?

Emma, a pesar de la vergüenza y la incomodidad, no dejó que Jenna la desanimara. Trató de mantenerse concentrada mientras comenzaba a cabalgar sobre mí, sus movimientos torpes pero llenos de pasión. Yo me mordía el labio, disfrutando de la sensación de estar dentro de ella, su calidez, su deseo.

—V-Voy a... mostrarte...—, balbuceó Emma, su cara roja de esfuerzo y placer—. Lo que... p-puedo hacer...

Jenna se rió, una risa suave pero llena de burla.

—¿Mostrarme qué? —dijo Jenna, inclinándose para susurrar en su oído—. Que eres una novata que no puede ni siquiera mantener el ritmo.

Emma gruñó, sus manos apretando mis hombros mientras se esforzaba por cabalgar con más fuerza, sus caderas moviéndose de manera errática. Yo podía sentir cada pequeño temblor en su cuerpo, cada pequeño espasmo de placer.

—No te preocupes, Nick. —susurró Jenna en mi oído—. Cuando sea mi turno, te mostraré cómo se hace de verdad.

La provocación de Jenna solo hizo que Emma se esforzara más. Comenzó a moverse más rápido, sus gemidos aumentando en volumen. Pero sus movimientos eran torpes, casi desesperados, y cada vez que intentaba decir algo, solo salían gemidos entrecortados.

—E-Eres... mía...—, logró decir Emma, aunque su voz era apenas audible entre sus jadeos.

Jenna sonrió con malicia, disfrutando del espectáculo.

—Oh, Emma, querida... —dijo Jenna, con un tono de falsa compasión—. Estás tan linda cuando intentas ser ruda. Pero creo que Nick necesita algo... más.

Emma soltó un pequeño grito de frustración, intentando mantener su ritmo, pero se estaba agotando rápidamente. Jenna se acercó más, susurrando en su oído.

—Vamos, Emma. ¿Vas a dejar que yo lo haga mejor que tú? —preguntó Jenna, su voz llena de desafío—. ¿O vas a demostrar que realmente puedes manejarlo?

Emma soltó un pequeño gruñido, intentando cabalgar más rápido, pero se veía que estaba al límite. Su respiración se hacía más rápida, sus gemidos más agudos, y su control sobre la situación se desmoronaba.

—A-Aún no... he terminado...—, dijo Emma, aunque su voz traicionaba su debilidad.

Jenna se rió suavemente, disfrutando cada segundo.

—Oh, cariño, no es una competencia si ya has perdido. —dijo Jenna, su voz impregnada de diversión.

Finalmente, Emma tuvo que detenerse, su cuerpo temblando por el esfuerzo. Se inclinó sobre mí, jadeando y sudando, su rostro ruborizado. Jenna la miró con una sonrisa satisfecha, sabiendo que era su turno.

—Bien, Emma. Has hecho lo mejor que has podido. —dijo Jenna, ayudando a Emma a apartarse—. Pero ahora es mi turno de enseñarte cómo se hace.

Jenna se subió a horcajadas sobre mí, su confianza evidente en cada movimiento. Me sonrió, y pude ver el brillo en sus ojos mientras se deslizaba sobre mí, la sensación era completamente diferente a la de Emma. Su control era absoluto, y cada movimiento era preciso, calculado para darme el máximo placer.

—¿Ves, Emma? —dijo Jenna, mientras comenzaba a cabalgar con un ritmo constante y firme—. Esto es lo que Nick necesita. No solo pasión, sino también control.

Yo apenas podía contenerme, cada movimiento de Jenna me llevaba al borde, y ella lo sabía. Emma, aunque agotada, no pudo evitar observar, sus ojos llenos de deseo y envidia.

—Oh, Nick... —murmuró Jenna, su voz suave pero cargada de lujuria—. ¿No es esto lo que querías? Alguien que sepa cómo complacerte de verdad.

Yo solo podía asentir, mi cuerpo entregado al placer que Jenna me estaba dando. Sus movimientos eran intensos, cada vez más rápidos y profundos, y el placer se acumulaba en mí como una ola gigantesca.

—¿Qué pasa, Emma? —dijo Jenna, girando la cabeza para mirarla—. ¿Te has quedado sin palabras?

Emma solo pudo morderse el labio, sus ojos fijos en la forma en que Jenna me montaba, su cuerpo entregado a la sensación.

—No te preocupes, querida. —dijo Jenna, sin dejar de moverse—. Cuando termine contigo, tal vez te enseñe algunos trucos.

Jenna continuó cabalgando sobre mí, su cuerpo en perfecto control, mientras yo me aferraba a la cama, tratando de mantenerme cuerdo. El placer era abrumador, y cada movimiento de Jenna me llevaba más cerca del límite.

Emma, finalmente, no pudo contenerse más.

—¡Esto no se va a quedar así, Jenna! —gritó Emma, aunque su voz temblaba.

—Oh, cariño... —respondió Jenna, con una sonrisa maliciosa—. Me encantaría ver cómo lo intentas de nuevo. Pero por ahora, solo disfruta del espectáculo.

Jenna siguió moviéndose sobre mí, llevándome al borde de la locura. El placer era tan intenso que apenas podía pensar, y su control sobre mí era absoluto. Emma solo podía mirar, su frustración y deseo evidentes en su rostro.

Finalmente, cuando no pude aguantar más, Jenna me miró directamente a los ojos, y con un último movimiento, me llevó al límite. Mi cuerpo se tensó, y el placer explotó dentro de mí, haciendo que cada músculo se contrajera con una intensidad casi dolorosa.

Jenna sonrió, satisfecha, mientras Emma miraba en silencio, sabiendo que había sido superada.

—Bueno, Emma. —dijo Jenna, mientras se apartaba de mí con elegancia—. Creo que eso deja claro quién es la verdadera campeona aquí.

Emma solo pudo morderse el labio, sin palabras, mientras yo me recuperaba del intenso placer que Jenna me había dado. La noche aún no había terminado, y aunque Emma había perdido esta ronda, estaba claro que no se rendiría tan fácilmente.

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