7. Anya me convierte en su peón

271 2 0
                                    


Anya sonreía mientras continuaba bromeando conmigo.

—Incluso teniendo tu pene en mi boca, aún así te sonrojas. Vaya sorpresa, Nick.

Me ruboricé nuevamente, pero su comentario solo agregó más deseo a la excitación del momento. Anya sólo hacía magia con su boca, y mis sentidos estaban completamente abrumados.

—Siento cómo mi boca se agranda con cada lamida —dijo Anya, con un tono juguetón—. Y siento cómo creces dentro de mi boca. Vaya, creo que descansaré un poco.

Decidida a  tomarse un breve respiro se recostó en el suelo, abriendo las piernas de manera provocativa.

—Ven, vaquero —dijo con una sonrisa traviesa.

No pude resistir la invitación y me acerqué a ella. Anya tomó mi cabeza y la acercó a su entrepierna, diciendo con tono irónico:

—Ahora me toca a mí, disfrutar.

Sumergido en sus piernas recibí toda la humedad que emanaba de ella en mi boca. Era un sabor y una sensación embriagadora que me envolvió por completo. Mientras disfrutaba de su placer, le describí detalladamente lo que sentía

—Es... es increíble, Anya. Tu sabor, tu humedad, todo es simplemente increíble. Estoy completamente perdido en ti, en este momento.

Anya empuja mi cabeza hacia su vagina, y puedo sentir su excitación palpitar bajo mis labios. Ella se estremece y acaricia mi cabello, alentándome a explorar más profundamente.

—Así, sigue así. Mete tu lengua, mmm, más adentro, más —me dice con voz sensual y urgente.

No puedo resistir sus deseos y obedezco sus indicaciones, haciendo todo lo posible para complacerla. Anya emite breves gemidos y palabras entrecortadas mientras le doy placer oral.

—Sí, come de mí así. ¿Te gusta? —pregunta Anya, mezclando su voz con sus suspiros de placer.

Utilizo toda mi lengua y mis labios para acariciar y saborear cada centímetro de su intimidad. Anya sonríe y comenta de manera juguetona:

—Ya veo por qué a los hombres les gusta empujar la cabeza y decir "chupa, chupa más".

Ella continúa incitándome:

—Chupa, niño bonito. No dejes de chupar.

Anya se muerde los labios mientras disfruta de mis caricias y pregunta con voz sensual:

—¿Te gusta? ¿A qué sabe?

Con la boca llena de su humedad, le respondo:

—Es tan delicioso, me llena la boca de mucha humedad. Siento que te derrites en mi boca.

Anya se estremece y jadea, evidentemente disfrutando de mis caricias.

—Nunca me la habían chupado así, cariño —dice con voz ronca.

Sonrío y respondo:

—En un encuentro íntimo, ambos deberían disfrutar por igual.

Anya comenta:

—No muchos hombres se sienten cómodos con la idea de darle placer a una mujer de esta manera.

—Cada persona debería hacer lo que sienta mejor para ellos —respondo—. En una relación, ambas partes deberían esforzarse por complacerse mutuamente.

Ella sonríe con picardía:

—Todos deberían seguir el principio de "hoy por mí, mañana por ti".

Me relamo los labios y le pregunto:

—¿Puedo seguir disfrutando de tu dulce intimidad?

Anya asiente y empuja mi cabeza hacia su entrepierna. Continúo lamiendo y chupando, tratando de darle todo el placer que puedo.

Ella describe con detalle las sensaciones que experimenta:

—Oh, Nick, qué maravilla. Siento cómo tu lengua me recorre, cómo me haces temblar de placer.

Sus palabras me excitan aún más. Siento cómo su cuerpo se tensa y se eriza lentamente, como si una corriente eléctrica la recorriera de pies a cabeza.

Finalmente, Anya alcanza un intenso orgasmo:

—¡Nick, no pares! —grita—. ¡Sigue así!

Cuando alcanza ese punto, ese éxtasis que es solo suyo pero que comparte conmigo en cada gemido contenido, siento cómo su cuerpo se arquea en una danza de placer y entrega. Es como si el tiempo se detuviera y solo existiéramos nosotros dos, fundidos en un momento donde el universo se reduce a este espacio íntimo y sagrado.

Sé que hemos tocado algo profundo y hermoso entre nosotros. Es un orgasmo que trasciende lo físico, un eco de nuestras almas entrelazadas en un vínculo que va más allá de las palabras. En ese instante, somos poesía en movimiento, una sinfonía de suspiros y latidos que se entrelazan en mitad de la noche.

Ella me aparta la cabeza de su entrepierna, me mira con su cara roja y desorbitada y dice:

— Dios... ¿qué... fue eso?

Sonriendo, la miro y le beso en la parte que más me gusta. Ella se tensa, y algo acalorada dice.

— Ya es suficiente... No te enojes, pero, se siente raro después del final. Bueno, al menos en mi caso.

Preferí darle su espacio, y dejé que se acurrucara junto a mí. Si ella no se hubiera acostado junto a mí, jamás me habría dado cuenta de que había una especie de cobija en el suelo, amortiguando nuestros cuerpos. Nos miramos un rato, y ella suspiró diciendo.

— Necesito dormir un poco, chico lindo.

Asentí con gusto y le dije.

— Está bien.

Y abrigados al calor de nuestros cuerpos, dejamos que la noche y las estrellas cuidaran de nuestros sueños. 

Playa VIPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora