4. Gambito de Dama y las empanadas

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El llamado de mi jefe a la cocina me sorprende, pero obedezco y me dirijo hacia allí. Mi jefe, un hombre de edad madura pero en plena vitalidad, está manipulando una carpeta que contiene boletas de pedidos.

—Nick, ¿acaso estás ciego? —me pregunta, mirándome con una expresión seria.

No entiendo a qué se refiere y le respondo confundido:

—No lo entiendo, jefe.

Él insistió:

—Te lo pregunto de nuevo, ¿acaso estás ciego?

Mi desconcierto aumenta, y le digo con firmeza:

—No, jefe, no soy ciego.

Él asiente y sonríe.

—Entonces, trata de darte cuenta de que aquella joven quiere pasar tiempo contigo.

— Vamos, jefe. Ella es Anya Taylor Joy, es la chica más famosa del momento. Si vieras más series, sabrías que...

— La vi en Gambito de Dama —dijo mi jefe— No soy un cavernícola. . ¿Acaso no ves que te come con los ojos? Aprovecha, Nick. Si ellas te eligen, es mejor bailar ese baile. Si no te dan la oportunidad, mejor pasa de largo. Ese es mi lema.

Recuerdo mis encuentros anteriores con Anya y lo torpe que podía llegar a ser en su presencia. Pero mi jefe tiene razón, toda su energía parece estar predispuesta hacia una sola cosa. ¿Acaso es tan evidente?

Defiendo con cautela:

—No todas buscan lo mismo, jefe.

Él responde con calma:

—No mencioné eso, Nick. No todo tiene que ver con eso. Si ella quiere "pasar tiempo" contigo, es mejor que des el paso y tengas la fuerza necesaria. Si ella decide ir "más allá", debes darte cuenta y darle el espacio adecuado. De eso se trata el respeto y el consentimiento.

Sus palabras me hacen reflexionar sobre la situación. Agradezco sus consejos y el gesto de darme la tarde libre. Regreso a la barra con Anya y le cuento la conversación con mi jefe.

Ella aplaude con entusiasmo y dice con una sonrisa pícara:

—Las cartas no mienten, Nick.

La tensión entre nosotros es palpable, y siento que el juego de seducción ha alcanzado un nuevo nivel. Me dejo llevar por la situación y le doy a Anya el lugar que se merece. La miro con respeto y escucho lo que tiene para decirme. Ella toma su bolso, me mira con una sonrisa y me hace una propuesta.

—Nick, ¿me permitirías llevarte a comer a un lugar especial?

Me sorprende la invitación, y admito con sinceridad:

—Casi nunca me invitan a comer.

Ella asiente y comenta:

—Las invitaciones de chicas a chicos deberían ser más usuales, ¿no crees?

Estoy de acuerdo y asiento. Anya continúa:

—Conozco un lugar hermoso y muy especial.

Mi curiosidad aumenta y le pido que me cuente más.

—Es una sorpresa, pero tiene que ver con mi tierra natal. Aunque crecí en Estados Unidos, soy argentina de corazón.

Recuerdo las veces en que la he escuchado hablar con cariño de Argentina, y asiento.

—Sí, he notado que hablas muy bien de Argentina.

Ella me corrige con amabilidad:

—No hables en neutro, Nick. No olvides de dónde venís.

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