Capítulo 19.

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Alessa Rodríguez.

El domingo pasado, las cosas entre George y yo se pusieron tensas. Me sorprendió su repentina acción.

Me levanté y me dirigí a la ducha. Al terminar, salí del baño y me vestí, poniéndome un traje formal y calzando un par de zapatillas negras de punta.

Salí de la habitación y caminé hasta la cocina. Entré y me senté a la mesa, uniéndome a mis hermanos.

- Buenos días - saludó David.

- Pareces contento.

- Hablar con Lucía me dejó así.

- Lucía es una persona muy amable - concordó Martín.

- Deberían visitarla algún día - sugerí.

- Lo haré, cuando tenga tiempo - respondió David.

- Y tú, Leonor, ¿te sentiste bien en el viaje?

- Sí, fue divertido.

Al terminar el desayuno, me despedí de mis hermanos y salí del apartamento. Al llegar a la empresa, suspiré profundamente y entré nerviosa para ver a George. Después de llegar a la oficina, entré y me senté, iniciando mis tareas.

Algún tiempo después, escuché golpes en la puerta. Luego, George entró y se acercó a la mesa.

- Buenos días, Alessa.

- Buenos días, George, ¿necesitas algo?

- Necesito que hagas unas fotocopias para mí, aquí tienes el papel - me lo entregó.

- Está bien.

Tomé el papel y lo coloqué al lado del portátil, volviendo mi atención a la pantalla.

- Alessa, ¿estás bien?

- Sí, estoy bien - sonreí levemente. - ¿Y tú?

- Estoy bien. Bueno, te dejo trabajar, hasta luego.

- Hasta luego.

Después de que George se retiró, suspiré aliviada.

George Jones.

Me senté a la mesa, pensando en mi beso con Alessa, ella aún parecía avergonzada por lo que había pasado. No quería haberla agarrado y bajado el tirante de su vestido, pero me descontrolé y no pude contener las ganas de besarla.

Algún tiempo después, escuché golpes en la puerta. Luego, Violeta entró y se acercó a la mesa.

Violeta vestía un vestido rojo de tirantes delicados, por encima de las rodillas. Un escote en V, dejando sus pechos a la vista y un corte que exponía una de sus piernas.

Suspiré molesto.

- Hola, "jefecito" - sonrió maliciosamente.

- ¿Qué haces aquí, Violeta?

- ¡No necesitas ser hostil! ¿No te gustó nuestro beso?

- ¡O sales de esta sala, o pediré a los guardias que te saquen! ¡Esto que estás haciendo es acoso y podría denunciarte por ello!

- No seas tan rudo, pasé por aquí para ver cómo estabas.

- Estoy bien, ¡ahora sal!

Alessa Rodríguez.

Al terminar las copias, caminé hasta la oficina de George. Golpeé la puerta y la abrí, viendo a Violeta.

- Alessa... - dijo George.

- Tus copias - extendí la mano, entregándole los papeles.

- Gracias.

- ¿Qué es esto? ¿Tu novia es secretaria? - preguntó Violeta.

- ¡No! Pero ella trabaja conmigo y le había pedido ayuda.

- Eso y no podría dejar de ayudarlo.

- No sé, este noviazgo me parece falso.

- ¡No, no lo es! - respondió George.

- Entonces prueben.

- ¡No necesitamos probarte nada!

- ¡Sí, es falso!

George suspiró profundamente y me jaló por la muñeca, puso una de sus manos en mi rostro, mientras la otra rodeaba mi cintura. Luego, me besó. Después de separarse, George me miró con una leve sonrisa.

- ¿Te parece falso? - preguntó él.

- Pensé que estaban tomando un tiempo.

- ¿Por qué? ¿Porque me agarraste en el baño? ¡La culpable aquí eres tú, no yo!

- Alessa, ¿le creerás? Está claro que fue él quien me agarró.

- ¡Lo que está claro es tu falta de carácter! Si no dejas de acosar a George, iremos a la policía a denunciarte por acoso y persecución, por lo tanto, sugiero que te alejes de nosotros dos.

- ¡Ustedes dos son patéticos!

Violeta reviró los ojos y salió de la oficina.

- Gracias por defenderme y disculpa nuevamente por el beso.

- No hay de qué, ella necesitaba escucharlo.

- Prometo que no lo volveré a hacer.

- Está bien. ¿Aún se lo contarás a tu hermano?

- Lo haré, pero espero que Violeta no lo manipule.

- Por eso necesitas ser rápido y contarle.

- Sí, pensaré en algo rápido.

- Hazlo.

- ¿Quieres almorzar conmigo?

- Claro, pero aún falta algún tiempo para mi almuerzo.

- Ya no más, vamos ahora.

- ¿Y se puede?

- Soy el jefe aquí y ordeno que salgas antes para almorzar.

- Está bien - reí levemente.

Salimos de la empresa y entramos en el coche de George, dirigiéndonos al jardín, el mismo al que George me había llevado. Al llegar, nos sentamos en un banco.

- Y tus hermanos, ¿cómo están?

- Están bien, extrañando a tu madre.

- Mi madre también extraña hablar con ellos.

- Necesitan reunirse nuevamente.

- Ciertamente.

- George, ¿tú y Violeta se casaron a qué edad?

- A los veinticuatro años y nos conocimos a los veintidós.

- ¿No fue un poco rápido? Eran muy jóvenes.

- Sí, fue rápido y éramos jóvenes, y sin juicio por pensar en matrimonio.

- Sí, lo eran - me reí.

- Ahora aprendí la lección - rió George.

Al terminar de comer, bajé las manos y las coloqué en el banco. Luego, sentí la mano de George sobre la mía.

- Me gustas, Alessa, me gusta tu personalidad. Eres inteligente, humilde, responsable y tienes buenos argumentos.

- Gracias, digo lo mismo de ti.

- Eres la mejor secretaria que he contratado.

- Vaya, me siento halagada - sonreí.

- Espero que siempre te sientas así.

- Y admito que este está siendo el mejor trabajo. Pero también un trabajo "loco", por así decir.

- También pensaría así - rió él.

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