CAPÍTULO (62)

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CAPÍTULO SESENTA Y DOS —
LOS MUNDIALES DE QUIDDITCH

Unas horas más tarde me encontraba en el baño junto a Ginny y Hermione arreglándonos para el partido (que no faltaba mucho para que empezara).

Entre Hermione y Ginny me maquillaron. A mi nunca me habían comprado los Dursley maquillaje, creo que ni siquiera de pequeña cogía las barras de labios de tía Petunia.

Me pusieron algo de colorete en las mejillas, también una sombra marrón muy suave en los párpados e, incluso, me pintaron una pequeña raya o "eyeliner", como ellas le dicen, en color negro que me alargó un poco el ojo. ¿Cómo era posible? Me pusieron también brillo de labios y me planché el pelo.

— Estás guapísima, Helena — me decía Ginny dándose un pelín de color en los labios también. Teníamos 13 y 14 años, tampoco íbamos a ir maquilladas como puertas.

La verdad es que me veía muy bien. Me admiré en el espejo del baño mientras toqueteaba el collar de snitch. Me había vestido con una camiseta de manga larga verde con cuello redondo y unos botones en la parte del pecho, también llevaba una falda vaquera que Hermione y Ginny me habían suplicado que me pusiera (aunque seguía sin estar muy convencida) y, por último, me calcé con unas botas marrones forradas de borrego, justo lo que necesitaba para que no se me helaran los pies.

— Seguro que algún chico se fija en ti — me decía Ginny

Lo sopese un instante.

— No quiero que ningún chico se fije en mí —

Aunque eso no era del todo cierto.

Y entonces se oyó el sonido profundo y retumbante de un gong al otro lado del bosque, y de inmediato se iluminaron entre los árboles unos faroles rojos y verdes, marcando el camino al estadio.

— ¡Ya es la hora! — anunció el señor Weasley, desde el salón — ¡Vamos! —

Cogimos todo lo que habíamos comprado y, siguiendo al señor Weasley, nos internamos a toda prisa en el bosque por el camino que marcaban los faroles. Oíamos los gritos, las risas, los retazos de canciones de los miles de personas que iban con nosotros. La atmósfera de febril emoción se contagiaba fácilmente, y no podía dejar de sonreír. Caminamos por el bosque hablando y bromeando en voz alta unos veinte minutos, hasta que al salir por el otro lado nos hallamos a la sombra de un estadio colosal. Aunque sólo podíamos ver una parte de los inmensos muros dorados que rodeaban el campo de juego, calculaba que dentro podrían haber cabido, sin apretujones, diez catedrales.

— Hay asientos para cien mil personas — explicó el señor Weasley, observando mi expresión de sobrecogimiento — Quinientos funcionarios han estado trabajando durante todo el año para levantarlo. Cada centímetro del edificio tiene un repelente mágico de muggles. Cada vez que los muggles se acercan hasta aquí, recuerdan de repente que tenían una cita en otro lugar y salen pitando... ¡Dios los bendiga! — añadió en tono cariñoso, encaminándose delante de los demás hacia la entrada más cercana, que ya estaba rodeada de un enjambre de bulliciosos magos y brujas

— ¡Asientos de primera! — dijo la bruja del Ministerio apostada ante la puerta, al comprobar las entradas — ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, Arthur, arriba del todo —

Las escaleras del estadio estaban tapizadas con una suntuosa alfombra de color púrpura. Subimos con la multitud, que poco a poco iba entrando por las puertas que daban a las tribunas que había a derecha e izquierda.

— ¡El programa de los Mundiales! ¡Solo cinco sickles! — gritaba algún mago de fondo

— ¡Caramba, papá! ¿Estamos más arriba todavía? —

Una Potter serpiente                                            [DRACO MALFOY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora