CAPÍTULO (67)

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CAPÍTULO SESENTA Y SIETE —
BUBOTUBÉRCULOS, ESCREGUTOS DE COLA EXPLOSIVA, UR-ANO Y UN BESO TONTORRÓN

Ala mañana siguiente la tormenta se había ido a otra parte, aunque el techo del Gran Comedor seguía teniendo un aspecto muy triste. Durante el desayuno, unas nubes enormes del color gris del peltre se arremolinaban sobre nuestras cabezas, mientras Ada, Irma y yo examinábamos los nuevos horarios; y, cuchicheando a nuestro lado Theo y Enzo discurrían métodos mágicos de envejecerse y engañar al juez para poder participar en el Torneo de los tres magos.

— Hoy no está mal: fuera toda la mañana — decía Irma pasando el dedo por su horario — Herbología a primer hora y después Cuidado de Criaturas Mágicas... —

— Por la tarde tenemos dos horas de Adivinación — resoplé, observando el horario. Adivinación era mi materia menos apreciada, aparte de Pociones. La profesora Trelawney siempre estaba prediciendo la muerte de Harry y mía, cosa que no me hacía ni puñetera gracia

De repente oímos un batir de alas, y un centenar de lechuzas entró volando a través de los ventanales abiertos. Llevaban el correo matutino. Instintivamente, alcé la vista, pero no vi ni una mancha blanca entre la masa parda y gris; miré a Harry por si él habría visto a Hedwig pero tenía la misma expresión de desilusión que yo. ¿Era posible que le hubiera sucedido algo a Hedwig y que Sirius y Lupin no hubieran llegado a recibir la carta?

Las preocupaciones me duraron todo el recorrido a través del embarrado camino que llevaba al Invernadero 3; pero, una vez en él, la profesora Sprout me distrajo de ellas al mostrar a la clase las plantas más feas que había visto nunca. Desde luego, no parecían tanto plantas como gruesas y negras babosas gigantes que salieran verticalmente de la tierra. Todas estaban algo retorcidas, y tenían una serie de bultos grandes y brillantes que parecían llenos de líquido.

— Son bubotubérculos — nos dijo con énfasis la profesora Sprout — Hay que exprimirlas, para recoger el pus... —

— ¿El qué? — preguntó Seamus Finnigan, con asco

— El pus, Finnigan, el pus — dijo la profesora Sprout — Es extremadamente útil, así que espero que no se pierda nada. Como decía, recogeréis el pus en estas botellas. Tenéis que poneros los guantes de piel de dragón, porque el pus de un bubotubérculo puede tener efectos bastante molestos en la piel cuando no está diluido —

Exprimir los bubotubérculos resultaba desagradable, pero curiosamente satisfactorio. Cada vez que se reventaba uno de los bultos, salía de golpe un líquido espeso de color amarillo verdoso que olía intensamente a petróleo. Lo fuimos introduciendo en las botellas, tal como nos había indicado la profesora Sprout, y al final de la clase habíamos recogido varios litros.

— La señora Pomfrey se pondrá muy contenta — comentó la profesora Sprout, tapando con un corcho la última botella — El pus de bubotubérculo es un remedio excelente para las formas más persistentes de acné. Les evitaría a los estudiantes tener que recurrir a ciertas medidas desesperadas para librarse de los granos —

El insistente repicar de una campana procedente del castillo resonó en los húmedos terrenos del colegio, señalando que la clase había finalizado, y el grupo se dividió: los de Hufflepuff subieron al aula de Transformaciones, y los de Gryffindor y nosotros (Slytherin) nos encaminamos en sentido contrario, bajando por la explanada, hacia la pequeña cabaña de madera de Hagrid, que se alzaba en el mismo borde del bosque prohibido.

Hagrid nos estaba esperando de pie, fuera de la cabaña, con una mano puesta en el collar de Fang, su enorme perro jabalinero de color negro. En el suelo, a sus pies, había varias cajas de madera abiertas, y Fang gimoteaba y tiraba del collar, ansioso por investigar el contenido. Al acercarse, un traqueteo llegó a sus oídos, acompañado de lo que parecían pequeños estallidos.

Una Potter serpiente                                            [DRACO MALFOY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora