CAPÍTULO (63)

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CAPÍTULO SESENTA Y TRES—
LA MARCA TENEBROSA

— Krum es el mejor — les decía Ron a Fred y George molesto por la pérdida de Bulgaria

— ¿Krum? — preguntó Fred

— ¿Krum el tonto? — le siguió George

— Es como un pájaro, cabalga sobre el viento. Es más que un atleta. Es un artista —

— Creo que estás enamorado — se burlaba Ginny

— Cállate —

— Viktor, te amo — canturreaba George

— Eres mi amor — continuaba Fred

— Cuando tú no estás... mi corazón solo late por ti — nos unimos todos

— Los irlandeses la están montando buena — dije al oír el barullo fuera de la tienda

— ¡Se acabó! — exclamó de pronto el señor Weasley deteniendo a sus hijos — No son los irlandeses. Tenemos que irnos y rápido —

Con los pijamas, la batas y las pantuflas y con las varitas en el bolsillo, salimos apresuradamente de la carpa. A la luz de los escasos fuegos que aún ardían, pudimos ver a gente que corría hacia el bosque, huyendo de algo que se acercaba detrás, por el campo, algo que emitía extraños destellos de luz y hacía un ruido como de disparos de pistola. Retumbaban nuestros oídos abucheos escandalosos, carcajadas estridentes y gritos de borrachos. A continuación, apareció una fuerte luz de color verde que iluminó la escena.

A través del campo marchaba una multitud de magos, que iban muy apretados y se movían todos juntos apuntando hacia arriba con las varitas. Parecía que no tuvieran rostro, pero luego comprendí que iban tapados con capuchas y máscaras. Por encima de ellos, en lo alto, flotando en medio del aire, había cuatro figuras que se debatían y contorsionaban adoptando formas grotescas. Era como si los magos enmascarados que iban por el campo fueran titiriteros y los que flotaban en el aire fueran sus marionetas.

Las personas que flotaban en el aire resultaron repentinamente iluminadas al pasar por encima de una tienda de campaña que estaba en llamas, y reconocí a una de ellas: era el señor Roberts, el gerente del camping. Los otros tres bien podían ser su mujer y sus hijos. Con la varita, uno de los de la multitud hizo girar a la señora Roberts hasta que quedó cabeza abajo: su camisón cayó entonces para revelar unas grandes bragas. Ella hizo lo que pudo para taparse mientras la multitud, abajo, chillaba y abucheaba alegremente.

— Dan ganas de vomitar — susurró Ron, observando al más pequeño de los niños muggles, que había empezado a dar vueltas como una peonza, a veinte metros de altura, con la cabeza caída y balanceándose de lado a lado como si estuviera muerto — Dan verdaderas ganas de vomitar... —

Hermione, Ginny y yo nos apretamos con fuerza la bata tras ver aquel escenario.

—Vamos a ayudar al Ministerio — gritó el señor Weasley por encima de todo aquel ruido, arremangándose las mangas también — Vosotros id al bosque, y no os separéis. ¡Cuando hayamos solucionado esto iré a buscaros! —

Bill, Charlie y Percy se precipitaron al encuentro de la multitud. El señor Weasley corrió tras ellos. Desde todos los puntos, los magos del Ministerio se dirigían a la fuente del problema. La multitud que había bajo la familia Roberts se acercaba cada vez más.

— Vamos — dijo Fred, cogiendo a Ginny de la mano y tirando de ella hacia el bosque.

Al llegar a los primeros árboles volvimos la vista atrás. La multitud seguía creciendo. Distinguí a los magos del Ministerio, que intentaban introducirse por entre el numeroso grupo para llegar hasta los encapuchados que iban en el centro: les estaba costando trabajo. Debían de tener miedo de lanzar algún embrujo que tuviera como consecuencia la caída al suelo de la familia Roberts.

Una Potter serpiente                                            [DRACO MALFOY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora