Mateo entró a la casa de Manuel secandose las mejillas e intentando lidiar con las ganas de irse corriendo de ahí.
Cómo podía tener tantas ganas de estar con Manuel y a la vez tantas ganas de irse al verlo.Una parte de él le tuvo envidia, siempre deseó ser como el mayor, tan serio y decidido, siempre supo hacer lo mejor para él. Supo dejar la relación cuando los estaba lastimando cosa que Mateo jamás hubiese hecho, el menor era capaz de arrancarse su corazón y dárselo al mayor con tal de que sigan juntos, en cambio Manuel sabía que la mejor manera de demostrarle su amor era dejando su corazón en su lugar, un poco roto pero sabiendo que con el tiempo iba a sanar.
Por vos me dejaba la sangre en la tierra
No era que Manuel no lo amaba, claro que no, pero Manuel siempre había sido el maduro de la relación, siempre había podido charlar de todo lo que le molestaba, en cambio Mateo, tan inseguro, se callaba algunas cosas, las dejaba para el llanto de la noche, para alimentar sus inseguridades. Mateo siempre pensó que Manuel era mucho para él, mucho más maduro, mucho más comprensivo, mucho más autosuficiente.
Manuel siempre pensaba en los demás, pero tenía un gran amor propio que lo diferenciaba, cuando sabía que las cosas no le estaban haciendo bien, sabía que tenía que irse.Mateo no sabía de que hablar, se sentía avergonzado y tímido. Dolido por muchas de las cosas que le estaban pasando, sentía un nudo en la garganta y una angustia por haber perdido todo.
Quería agarrar a Manuel y preguntarle porqué no lo amaba así como él lo seguía amando, y como hacía ahora para sacarse ese sentimiento si lo único que quería él era abrazarlo y besarlo como antes.Manuel puso música y le dijo que lo acompañara a la cocina, Mateo silencioso lo siguió, parecía que se había quedado mudo. El mayor lo miraba igual que siempre, con amor, y ahora otra pregunta tenía, ¿por que me miras así si no me seguis amando como antes?
- ¿Que me vas a cocinar?- preguntó Mateo ignorando sus preguntas interiores.
- Pasta casera con tuco, la especialidad de la casa.- decía sonriente Manuel.
- Mira hasta parece que lo cocinaste pensando que iba a venir.- bromeaba, ya que ese siempre había sido su plato preferido de los que le cocinaba el mayor, y siempre que tenía tiempo lo cocinaba únicamente para él.
- Y claramente así fue, no conozco a nadie que se desviva tanto por las pastas como vos.
Mateo lo miró extrañado, una mueca de confusión se le plantó en el rostro.- Y pero que sos flash boludo, si a mi casa me fuiste a buscar en seguida, esto lo tendrías que haber empezado a hacer antes que me hablaras.
- ¿Quedó muy loco si te digo que lo hice antes de hablarte?- dijo Manuel viéndolo con una sonrisa incomoda.
- Osea que si yo te rechazaba la propuesta...
- Te iba a buscar y te secuestraba, ya estoy perdiendo la costumbre y tarde mucho haciéndolo como para que me rechaces.- bromeaba Manuel, mientras agarraba un poco de harina que había quedado en la mesaba y se la ponía en la nariz al menor. Como hacia siempre, antes.
- Mmm no te creo, mira que vas a pensar tanto antes en hablarme, y en todo este plan, vos sos más de hacer todo improvisado, seguro le estabas cocinado a alguien más y como te plantó me invitaste a mi.- Mateo se desplazaba por la cocina como solía hacer, agarrando un pedazo de pan y mojandolo en la salsa, como sabía que le molestaba a Manuel.
- Saca tus manos de mi hermoso tuco querido.- decia Manuel mientras cargaba a Mateo en el hombro y lo llevaba a la otra punta de la cocina, aún así tardo lo suficiente en correrlo como para que el morocho moje el pan en la salsa, claramente aproposito.- Y para que sepas, todo lo que te dije es verdad, yo sabía que ibamos a hablar e ibas a venir, y sino te iba a poner una trampa cazabobos, osea, mandarte una foto de mis fideos con tuco, y vos ibas a venir volando.