XLIII

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Creo que iba a volverme loca...

Llevaba un par de semanas mirando decoración y sentía que iba a explotarme la cabeza en cualquier momento.

Pedri había estado ayudándome en todo lo que podía aunque según él no tenía ni idea de diseño.

Sira había sido un gran pilar para mí estos días y estaba siempre ayudándome.

Aquel día llegué a casa y cuando me acercaba a la puerta vi a mi madre.

Lo que me faltaba.

– ¿Qué coño haces aquí?– dije yendo hacia la puerta.

– Quiero hablar contigo.– dijo mirándome.

– Muy bien.– dije abriendo.

– Jade, por favor.

– Que quieres.– dije cruzándome de brazos.

– Pedirte perdón.

– Ya, pues vienes unos meses atrasada.

– Jade, todo el mundo se equivoca.

– Mira mamá, sé que te has enterado de que voy a casarme con Pedri, y seguro que quieres meter mano al dinero de mi novio, pero siendo sincera, no pienso dejarte.

– Jade, solo quiero que seas feliz.

– Mamá, supuestamente tú, ser feliz era estar con un chico que me pegaba y me engañaba.

La vi soltar un suspiro y me miró.

– Porque al principio te hacía feliz, y pensé que por encapricharte de este chico estabas diciendo cosas que no eran.

– ¿Y prefieres creer a otra persona antes que a tu hija?

Se encogió de hombros.

Sentí un coche llegar y vi que era el de Pedri.

Este tardó 0,1 segundos en llegar hasta nosotras y ponerse detrás de mí.

– Mamá, necesito tiempo para ver si puedo perdonarte, porque el papel de madre ha dejado de funcionar.

– Lo siento hija.– dijo mirándome.

– Ya, yo también.– dije y entonces la vi marcharse.

– ¿Te ha tocado?– preguntó Pedri detrás de mí.

Negué con la cabeza y él me giró para darme un vistazo.

– Estoy bien.– aseguré sonriendo.

– Vamos dentro.

Nos metimos en casa y me quité los zapatos para después sentarme en el sofá.

– Estoy de decoración de la boda hasta la coronilla.

Sonrió y llegó de la cocina con un plátano.

– ¿En qué necesitas ayuda?– preguntó y se sentó a mi lado.

Cogí el móvil y le enseñé algunas fotos de los centros de mesa y los manteles.

– Pues mira, ¿de qué color iban a hacer la entrada?– dijo mirándome.

– Beige.

– Pues pon los centros de mesa con colores pasteles, algunos pétalos de rosas y velitas.

– ¿Y la mantelería?

– Ponla en marrón clarito, para que quede todo de colores claritos.

Lo miré y le di un beso.

– Gracias, te quiero.

Me dio una sonrisa y siguió comiéndose el plátano.

– Y yo a ti amor.

𝐌𝐎𝐓𝐇 𝐓𝐎 𝐀 𝐅𝐋𝐀𝐌𝐄 +18 | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora