I

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El vuelo en el avión había sido la parte más horrible hasta el momento.

Lucas iba unos pasos más adelante que yo, pero tampoco me preocupaba.

Habíamos decidido hacer este viaje para darle un poco de cuerda a nuestra relación.
Porque aunque éramos solamente dos críos de 19 y 20 años, sentíamos que esto no estaba cuajando.

Mis padres le adoraban y los suyos a mí también. Mis amigas a veces creo que envidiaban que yo estuviera con el chico que a decir verdad todas deseaban.

Cuando llegamos a la parada del autobús me coloqué las gafas de sol y miré el móvil.

– Dice que en 5 minutos pasa el bus por aquí.

– Menos mal, porque voy a morirme de hambre a este paso. Y de calor.– dijo Lucas para después empezar a abanicarse con sus manos.

La verdad es que en Tenerife estaba haciendo una calor que te morías. Veníamos de una zona en la que hacía calor también, pero por suerte teníamos piscinas. Aquí ahora mismo no disponíamos de nada hasta que no llegásemos al hotel y nos estábamos deshaciendo de la calor.

Después de mucho sufrimiento llegó el autobús y nos montamos en dirección Bajamar.

Al llegar me sorprendí de lo mucho que se había nublado el día y eso me daba mala espina.

– Me da a mí que va a llover y que mañana va a hacer el doble de calor.– dije bajando del autobús y entrando al hotel.

– Pues me voy a morir. No tendríamos que haber venido.

Ahí estaba. Siempre hacía lo mismo. Se quejaba de que debíamos pasar más tiempo juntos pero cuando le proponía un plan me decía que no le apetecía. A veces llegaba a pensar que tenía a otra por ahí, pero como nunca había tenido pruebas concluyentes, había decidido enterrar ese pensamiento en lo lejos de mi cabeza.

Dejamos las cosas en la habitación y bajamos para darnos un pequeño baño en la piscina.

Aquella noche dijimos de salir a dar una vuelta para conocer un poco más el lugar, así que me arreglé un poco y después de cenar estuvimos paseando mientras las olas rompían en la orilla.

Estábamos paseando cuando le propuse ir a la orilla para poder meter los pies, adoraba hacer eso.

– No pienso meterme ahora Jade. Quizás mañana.

– ¿Mañana? Todo mañana. Siempre aplazas las cosas para mañana y luego tampoco lo cumples.– suspiré mirando la orilla.

– ¿Hemos venido hasta aquí para que me recrimines y me eches en cara las cosas? Porque si es así, doy media vuelta, cojo mis cosas y me piro.– dijo mirándome.

– Pues vete. Siempre te vas, huyes, como un crío.

– Aquí la cría eres tú Jade, tú.– me empujó y se fue por donde habíamos llegado.

Me quedé mirando como se iba, esperando a que me dijera que era broma y que volviera conmigo para seguir caminando. Pero no lo hizo. Se fue.

Las lágrimas corrían por mis mejillas, me quité las zapatillas, las cogí y avancé por la arena de la playa hasta llegar a la orilla.

Encontré una piedra bastante grande mientras caminaba y decidí sentarme en ella mientras veía y escuchaba el sonido de las olas chocar.

Lo llamé como 3 veces, y ninguna de ellas me respondió. No me sorprendería que hubiera pedido un vuelo de vuelta a casa.

Al cabo del rato me levanté para seguir con mi camino de vuelta al hotel.

Cuando llegué a la habitación lo encontré tumbado encima de la cama, dormido.

𝐌𝐎𝐓𝐇 𝐓𝐎 𝐀 𝐅𝐋𝐀𝐌𝐄 +18 | PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora