26. El dolor de la transformación

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𝑫𝒓𝒂𝒄𝒐 𝑴𝒂𝒍𝒇𝒐𝒚

11:00pm del 09 de Enero

Con la ayuda de mi madre y Snape, salimos en busca de Leysa. Era evidente que Bellatrix se la había llevado. Estaba molesto con Leysa por revelarle a Voldemort las torturas a manos de Bellatrix de esa manera. Debí haber pensado antes de permitir que se fuera sola a su habitación.

Debí haber estado allí, sin importar lo que Snape me revelara. Estaba seguro de que mi madre habría actuado de inmediato.

— No hay nada —dijo mi madre mientras avanzábamos por la mitad del bosque cerca de la mansión.

— Maldita sea —exclamé, mirando a mi alrededor—. Nunca la encontraremos aquí.

Snape se detuvo abruptamente, como si una idea hubiera cruzado su mente. Luego, escrutó el entorno y, con tono frío pero preocupado, me preguntó:

— Esta mañana, ¿Leysa tomó el frasco? —no respondí—. Draco, ¿Leysa tomó el frasco?

— Dejó de tomarlo hace una semana —respondí sin entender.

Leysa había decidido dejar de tomar el frasco para tomar otro y así evitar las consecuencias de nuestros "encuentros nocturnos".

— Esos frascos —dijo Snape, mientras mi madre se acercaba al ver su exaltación—. Evitan que su transformación sea brusca y que se dañe aún más —añadió con enojo—. Te advertí que podrían dañarla.

— Si te hubieras explicado claramente, habría encontrado la respuesta y me habría asegurado de que Leysa tomara los frascos —respondí enfadado.

Antes de que Snape pudiera responder, mi madre gritó: "¡Cállense, ambos! No es momento de pelear. Necesitamos encontrar a Leysa antes de que sea tarde". La miré sin comprender.

— Bellatrix debe estar con ella —continuó—. Si la tortura mientras está transformada, no sentirá el dolor, pero se enfadará mucho y huirá hasta encontrar a alguien a quien atacar.

En ese momento, en medio del bosque, escuchamos un aullido. Era evidente que provenía de un lobo, pero era diferente, como si el lobo se lamentara.

— Es ella —dije—. Bellatrix está haciéndole daño de nuevo.

Corrí en dirección a los gemidos de dolor. Encontré un árbol manchado de sangre, mientras la ropa de Leysa estaba hecha jirones. Fue allí donde vi el collar que le había regalado, tirado entre su ropa, con una pequeña mancha de sangre que cubría al lobo del collar.

— Parece que logró escapar —dijo Snape, señalando las cadenas dispersas.

Sentí que mi corazón se aceleraba mientras rogaba tener a Leysa conmigo, de cualquier forma posible, pero necesitaba saber que estaba bien.

— ¡No puede ser! —murmuré con voz temblorosa,— ¡Debemos encontrarla a toda costa! —exclamé mientras avanzábamos incansablemente, cada paso llevándonos más cerca de nuestro objetivo. La tensión y la ansiedad se palpaban en el aire, alimentadas por el temor de lo que podríamos encontrar al final de nuestro camino.

Finalmente, tras un arduo camino, llegamos al lugar donde Leysa se encontraba. Sin embargo, la escena que se presentó ante nosotros fue impactante y desgarradora a la vez. Leysa había sido transformada en una licántropa, su humanidad arrebatada por completo. Al observarla, resultaba imposible no experimentar una amalgama de emociones: miedo, tristeza e impotencia se entrelazaban.

Su apariencia era ahora feroz y salvaje, reflejo de la bestia que ahora habitaba en su interior. Los ojos de Leysa, antes llenos de dulzura y ternura, habían adquirido un brillo amarillo intenso que parecía iluminar su rostro. Eran ojos que no mostraban compasión ni razón, sino pura instintividad animal, indicando que su esencia humana había sido prácticamente borrada.

𝑷𝒖𝒓𝒆 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅, 𝑫𝒊𝒓𝒕𝒚 𝑺𝒐𝒖𝒍 | 𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora