47. La batalla [Parte II]

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L E Y S A      F A R R I N G T O N

Mis pasos eran lentos y pesados mientras atravesaba las puertas del comedor, adentrándome en un escenario desolador. Cuerpos y heridos yacían amontonados, testigos mudos de la brutalidad que había tenido lugar. Entre aquel sombrío panorama, el cuerpo sin vida de Blaise descansaba en reposo, mientras Pansy, devastada por su pérdida, permanecía junto a él. Me aproximé con cautela, escudriñando entre la confusión en busca de mi padre y Tonks.

En medio de mi búsqueda, percibí una figura familiar observándome desde la distancia. Era la profesora McGonagall, cuyos ojos reflejaban una tristeza profunda. Apresuradamente, se acercó hacia mí, y cuando sus ojos se encontraron con los cuerpos que yacían frente a nosotros, supe que había reconocido a mi padre y a Tonks. La fuerza abandonó mis piernas ante el peso abrumador del dolor, y apenas pude mantenerme en pie al contemplar a las dos personas con las que había compartido innumerables momentos en los últimos cuatro meses.

—Leysa... lamento profundamente tu pérdida —susurró McGonagall con voz temblorosa, extendiendo una mano hacia mí.

La rabia y el dolor me envolvieron, y negué.

—Déjame sola... por favor —respondí con la voz quebrada, incapaz de soportar las palabras de consuelo en ese momento desgarrador.

McGonagall asintió con tristeza y se retiró, dejándome sumida en mi propio abismo de dolor. Me acerqué a mi padre y a Tonks, tomando sus manos con delicadeza. La realidad parecía desvanecerse a mi alrededor mientras me aferraba a ellos, buscando consuelo en el contacto gélido de su piel.

Con el paso del tiempo, las murmuraciones se propagaron entre las personas presentes en el comedor. Hablaban sobre la presencia de Voldemort en el patio. Sin embargo, yo permanecía inmóvil, aferrándome a las manos de mi familia, desconectada del mundo exterior.

De repente, el caos se apoderó del comedor cuando los Mortífagos atacaron. La oscuridad se extendió como una sombra sobre nosotros, pero yo permanecí allí, inmóvil. De repente, el caos se apoderó del comedor. Gritos y maldiciones llenaron el aire mientras los Mortífagos atacaban sin piedad. Aunque mi mente estaba en un estado de confusión y desesperación. 

Fue entonces cuando la voz de George se alzó entre el estruendo ensordecedor:

— Leysa, ¡corre! —gritó, su voz llena de urgencia y preocupación.

Mis labios murmuraron en un susurro apenas audible, más para mí misma que para nadie más:

— Estoy cansada...

Sus llamados desesperados para que me alejara del peligro se mezclaron con el clamor de la batalla, pero mi mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos. A pesar de todo, seguía allí, enredada en mi propio tormento, incapaz de moverme. Mis ojos seguían cada movimiento de George mientras se abría paso hacia mí, esquivando maldiciones y esforzándose por llegar a mi lado. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarme, un Mortífago despiadado lo embistió con brutalidad, arrojándolo violentamente al suelo.

El sonido del impacto resonó en mis oídos como un eco sombrío, y mi corazón se detuvo por un instante. La angustia y la impotencia se apoderaron de mí al presenciar cómo George caía bajo el ataque del enemigo. El tiempo pareció ralentizarse mientras mi mente luchaba por asimilar lo que estaba sucediendo. 

Mi atención fue bruscamente desviada cuando Bellatrix se abalanzó hacia mí, su figura distorsionada por la locura en sus ojos. Sin tiempo para reaccionar, sentí cómo el Crucio me atravesaba, haciendo que cada fibra de mi ser se retorciera en agonía. Un grito ahogado escapó de mis labios, pero ya no tenía fuerzas para luchar. Mi voluntad de vivir se había desvanecido, y solo esperaba que Bellatrix terminara conmigo de una vez por todas.

𝑷𝒖𝒓𝒆 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅, 𝑫𝒊𝒓𝒕𝒚 𝑺𝒐𝒖𝒍 | 𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora