39. Amantes

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D R A C O      M A L F O Y

Desde mi posición, pude observar a Leysa mientras se presentaba frente a Voldemort. Su presencia era imponente y su atuendo emanaba una aura intimidante y poderosa.

Sus túnicas negras se ajustaban perfectamente a su figura esbelta, resaltando su elegancia. Había recogido su cabello oscuro en una trenza apretada que caía sobre su hombro izquierdo, recordándome una serpiente oscura y amenazante. Pequeños mechones sueltos enmarcaban su rostro, realzando sus rasgos angulares y acentuando su belleza misteriosa.

El maquillaje oscuro resaltaba aún más su expresión seria y estoica. Sus cejas, arqueadas con precisión, resaltaban su mirada intensa y penetrante. Una sombra oscura enfatizaba ligeramente sus párpados, intensificando el enigma que había en su mirada. Sus labios, pintados en un tono carmesí oscuro, permanecían firmes en una línea recta, sin dar lugar a ninguna emoción que pudiera escaparse.

Era evidente que se había sumergido por completo en su papel de mortífago, dispuesta a servir a las tinieblas sin titubear. Su transformación era un recordatorio constante de la oscuridad que la había envuelto por completo. A pesar de saber que ya no me pertenecía, decidí buscarla. Recorrí los pasillos tras la reunión hasta llegar a la habitación que solía ser suya antes de marcharse. Me detuve frente a la puerta, cerrando los ojos durante un momento para reunir fuerzas para lo que estaba a punto de suceder.

Entonces abrí la puerta y entré, sintiendo cómo la tensión se palpaba en el aire. Cerré la puerta tras de mí, haciendo que ella se girara sorprendida al encontrarse con mi presencia inesperada en su habitación.

— Draco —murmuró, aparentemente desconcertada—. ¿Qué haces aquí?

Mi enfado y confusión se mezclaron, y no pude contener la pregunta que me quemaba por dentro.

— Te vas a casar —solté con furia contenida—. ¿Es por eso que te fuiste? ¿Te enamoraste de Blaise?

Sus ojos reflejaron un destello de molestia, pero también de negación. A pesar de su actitud desafiante, necesitaba respuestas, necesitaba entender por qué me había abandonado sin una explicación.

— No tengo que explicar nada, así que sal de mi habitación —dijo con dureza, tratando de mantener una fachada imperturbable.

Mi enojo y mi anhelo de tenerla de nuevo a mi lado superaron cualquier razonamiento. A pesar de todas mis dudas y el dolor que me embargaba, mis labios buscaron los suyos en un beso cargado de emociones encontradas. Quería tenerla cerca, quería gritarle por qué me abandonó, por qué al despertarme con la esperanza de verla a mi lado, descubrí que no estaba, que ni siquiera había dejado una nota.

— Suéltame —me pidió, pero acorralé su cuerpo en una esquina de la habitación, incapaz de dejarla escapar—. Ahora estoy comprometida.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en mis labios mientras la observaba con intensidad, su figura enfundada en un vestido negro ceñido por el corsé. Mis caricias recorrieron su torso.

— ¿Comprometida? —sonreí con sarcasmo—. ¿Créiste que un simple compromiso podría alejarme de ti? —mi mirada se detuvo en el ajustado corset del vestido negro que vestía, y mis caricias ascendieron, haciendo que ella soltara un gemido involuntario—. Con un solo toque, te excitas.

— ¿De qué hablas? —intentó argumentar, pero la interrumpí con otro beso, ardiente y deseo. Sabía que ella también lo deseaba, pues cuando intentó separarse, sus brazos me aferraron con fuerza, impidiendo cualquier distancia entre nosotros.

— Te lo dije, Leysa —susurré con la voz entrecortada, mis ojos clavados en los suyos—. Si ser tu amante es la única forma en la que puedo estar contigo, entonces lo seré. Seré parte de tus pecados.

Sin embargo, justo en ese momento, cuando nuestras pasiones comenzaban a desatarse y mis manos ascendían por su vestido, un golpe en la puerta resonó, interrumpiendo abruptamente nuestro encuentro. Era Blaise.

— Leysa, soy Blaise —anunció desde fuera de la habitación.

Ambos nos separamos rápidamente, conscientes de que debíamos disimular cualquier indicio de lo ocurrido entre nosotros. Leysa me miró con enojo y se dirigió hacia la puerta.

— Pasa, Malfoy ya se iba —indicó, abriendo espacio para que saliera.

Avancé hacia la entrada y antes de salir, la observé detenidamente.

— Sí, solo vine a felicitarla —dije con una leve sonrisa—. Formarán una linda pareja.

Una vez fuera de la habitación de Leysa, decidí encaminarme hacia la biblioteca en busca de un lugar tranquilo donde pudiera calmar mi mente turbada. Allí me encontré con mi padre, quien parecía estar absorto en sus propios pensamientos.

— ¿Ahora te arrepientes de haberme alejado de Leysa? —pregunté, con un toque de burla en mi tono—. Ella ya no me quiere —recordé, con amargura en mi voz—. Las posibilidades de recuperar el orgullo de nuestra familia se han esfumado.

Aunque había experimentado un fugaz momento de conexión con Leysa, deseaba desesperadamente eliminar cualquier esperanza que mi padre pudiera tener.

— ¿Ya has hablado con ella? —preguntó angustiado—. Acércate a ella de nuevo, incluso si está con tu amigo. Volverán a Hogwarts, y ahí tendrás una oportunidad.

— Está enamorada de Blaise, ella misma me lo ha dicho.

Decidimos no prolongar más la conversación. Mi padre dejó de insistir en que me acercara a Leysa. El día de regreso a Hogwarts llegó, y las cosas eran muy diferentes a lo que habían sido un año atrás. Recordé la mirada de admiración de Leysa cuando tenía dieciséis años y veía el tren por primera vez. Ahora, con diecisiete años, su rostro había cambiado, pero seguía siendo hermosa.

Leysa pasó a mi lado y se sentó junto a Blaise. Esta vez, me senté frente a ella, y fue entonces cuando Theodore se unió a nosotros.

— Reunidos como un equipo —dijo Theodore, sentándose a mi lado y mirando a Leysa—. Te extrañé.

— Yo también —respondió Leysa con una leve sonrisa.

Yo también la había extrañado, pero ni siquiera tuve la oportunidad de decírselo. Theodore los puso al tanto de lo que habíamos estado haciendo, ya que él me había estado ayudando en mis pequeñas misiones. Había hecho el juramento.

En ese momento, Pansy interrumpió nuestro encuentro.

— Pensé que no vendrían —dijo, mirándonos a todos—. ¿Qué hacen aquí?

— Es necesario continuar con esto en Hogwarts —respondí, y ella asintió.

Cuando llegamos al castillo, Snape fue quien nos recibió. La luz que solía irradiar desde el interior del castillo, la misma luz que recordaba desde mi infancia, había desaparecido. La mesa de Gryffindor estaba llena, pero el trío que solía acaparar toda la atención no se encontraba allí. A Leysa parecía no importarle que todo hubiera cambiado.

Cuando nos dirigimos a nuestras habitaciones, me acerqué a la cama y cerré los ojos, tratando de imaginar una vida diferente. Fue entonces cuando recordé las palabras de Voldemort cuando le pidió a Leysa que se adelantara.

"Mírenla, ha reclutado a más de diez grupos para unirse a ella y ha matado a veinte despreciables sangre sucia. Aplaudan, se merece un aplauso".

La palabra "matar" resonó en mi cabeza, y las dudas comenzaron a crecer en mi interior. Al parecer, lo que conocía de Leysa solo era una pequeña parte de quien ella era. Era todo un misterio.

𝑷𝒖𝒓𝒆 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅, 𝑫𝒊𝒓𝒕𝒚 𝑺𝒐𝒖𝒍 | 𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora