34. La revelación

747 64 5
                                    

D R A C O    M A L F O Y

— ¡Una maldita cosa! —gritó Snape con furia, levantando la voz y enfocando su mirada en nosotros—. Tienen una sola tarea y ni siquiera son capaces de cumplirla —mantuve mis ojos fijos en la pluma que reposaba en su escritorio—. ¿Tienen idea de lo que ocurrirá si Ronald Weasley muere?

— Será uno menos —respondió Leysa con sorprendente indiferencia, lo cual me dejó atónito—. Snape, sabes que es un estorbo. Su muerte no afectará en absoluto. Además, Draco no tenía forma de saber que Ron sería el que tomara el veneno.

— Farrington, deja de defender a tu amante —lanzó de repente, acusador—. Ambos han permitido que sus sentimientos interfieran, y eso es precisamente por lo que la misión ha fracasado.

— Pero él no murió —insistió Leysa—. Ronald sigue vivo y en unas semanas estará como si nada hubiera pasado. La misión se llevó a cabo y ambos dimos lo mejor de nosotros. Logramos mantener los problemas a raya.

— Fue mi culpa —intervine después de un momento de silencio.

— ¿Qué? —escuché la voz sorprendida de Leysa—. Draco, no te dejes llevar por lo que dice Snape.

— Él no se equivoca —alzé la mirada—. Asumiré la responsabilidad de mi fracaso.

Leysa guardó silencio al escuchar mi decisión, Snape asintió y comenzó a caminar de un lado a otro.

— Potter sigue investigando, así que tendrás que seguir asistiendo a todas las clases. Incluso si el armario te quita tiempo, debes estar presente. Y Leysa, a pesar de tus transformaciones, también tendrás que asistir a las clases —ella no respondió.

— No, ella no asistirá —declaré, deteniendo a Snape—. Apenas puede moverse de su habitación. ¿Vas a arriesgarla a que le suceda algo?

— Está bien —Leysa se levantó y me miró—. No importa la transformación si así dejamos de levantar sospechas. Tal vez cuando se enteren de mi condición, comprenderán por qué desaparecemos con tanta frecuencia.

— Exacto —concedió Snape a Leysa—. Necesitamos una excusa.

— ¿Usar a Leysa como excusa? ¿Esa es la solución? —miré a ambos—. No estoy de acuerdo.

— No te estoy preguntando, Malfoy. Solo estoy dando órdenes.

Ambos salimos de su oficina y nos dirigimos hacia la sala. Al mirar a Leysa de reojo, los recuerdos volvieron uno tras otro, como cada día, recordándome lo que perdí al decidir alejarme de ella. Complacer a mis padres se había convertido en una misión imposible. Había sacrificado mi propia felicidad por ellos, y eso me estaba agotando.

— Snape tiene razón —dijo Leysa sin dejar de caminar—. Lo mejor es que me presente en esa condición.

— Cuando eso sucede, te vuelves vulnerable —tomé su brazo con delicadeza para hacerla detenerse—. Si alguien te molesta o te golpea, el dolor se triplicará.

Leysa no tenía idea de lo preocupado que estaba por ella, de las noches que pasé preguntándole a Snape cómo estaba, de sus avances durante las transformaciones. Leysa no sabía cuánto me importaba, y que estaba dispuesto a cuidarla desde lejos.

— Lo sé —me miró y colocó su mano encima de la mía que aún sostenía su brazo—. No necesitas recordármelo. Estaré bien.

— Permíteme cuidarte durante ese tiempo —parecía sorprendida por mis palabras—. El hecho de que hayamos dejado de ser novios no significa que me haya dejado de importar tu bienestar.

𝑷𝒖𝒓𝒆 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅, 𝑫𝒊𝒓𝒕𝒚 𝑺𝒐𝒖𝒍 | 𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora