25. El precio de la lealtad

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𝑫𝒓𝒂𝒄𝒐 𝑴𝒂𝒍𝒇𝒐𝒚

09 de Enero 1997

La mansión estaba envuelta en un aura de oscuridad y tensión mientras nos preparábamos para la llegada de Snape. Voldemort había convocado una reunión crucial para discutir nuestros avances en la misión de la noche. Hacía meses que no nos veíamos con él, y su presencia siempre generaba cierta inquietud en mí. Pero hoy, no solo tenía que preocuparme por mis propias acciones, sino también por las revelaciones explosivas que Leysa estaba a punto de hacer.

El aire se volvió espeso cuando Voldemort cruzó los umbrales de la mansión. Su figura imponente y su mirada penetrante infundían temor incluso en los más valientes. Voldemort fue recibido con una sonrisa siniestra, listo para escuchar nuestros informes y evaluar nuestro progreso.

La reunión comenzó con las palabras serenas y calculadoras de Bellatrix, quien buscaba constantemente poner a Leysa en una posición incómoda. Sus comentarios venenosos intentaban desacreditarla y minar su confianza, pero Voldemort, con su agudo instinto, no tardó en darse cuenta de su juego retorcido.

— Mi señor, hemos atacado la madriguera y descubrimos que Potter estaba allí con esos traidores —informó Bellatrix, mientras Voldemort asentía en reconocimiento, — ¿Y qué ha hecho esta simple bruja mientras nosotros arriesgábamos nuestras vidas por nuestro señor? —espetó Bellatrix con desprecio, su risa siniestra llenando la habitación.

Voldemort, sin embargo, decidió darle a Leysa la oportunidad de responder. La mirada de todos se centró en ella, y pude notar la mezcla de ansiedad y determinación en sus ojos.

Leysa se sorprendió ante la repentina atención centrada en ella. Su rostro palideció levemente, pero se mantuvo firme. Tomó una respiración profunda y respondió con voz tranquila pero segura:

— Creo que las palabras de Bellatrix están llenas de envidia y resentimiento. No soy una simple bruja. He luchado y he sacrificado tanto como cualquiera aquí. He entregado mi vida a la causa de nuestro señor, sin importar las consecuencias.

Voldemort la observó con atención, su voz serpentínea llenando la sala.

— Dime, Leysa, ¿qué opinas de las palabras de Bellatrix? —inquirió con curiosidad y cautela.

Leysa se mantuvo erguida, su mirada penetrante. — Creo que Bellatrix está equivocada. Mi valía no se mide por el favor que me haces, sino por mi lealtad y dedicación. Estoy dispuesta a dar mi vida por ti, mi Señor, y eso es lo que realmente importa.

Las palabras de Leysa resonaron en el aire, y un destello de admiración cruzó por los ojos de Voldemort. Bellatrix, en cambio, se llenó de furia y frustración al escuchar cómo su intento de desprestigiar a Leysa se había vuelto en su contra.

La miré sin comprender completamente lo que sucedía. Aunque sus palabras me estremecieron. Intenté mirarla detenidamente, tratando de entrar en su mente y descubrir si estaba fingiendo, pero no encontré nada más que alguien que parecía ansiosa por convertirse en una leal seguidora de Voldemort.

Mientras la reunión continuaba, una vez más bajo la mirada penetrante de Voldemort, sin que nadie lo esperara, Leysa reveló un secreto que había estado ocultando. Con paso tembloroso pero decidido, se acercó a él y le confesó que había sido torturada por Bellatrix. La mirada del Señor Oscuro se oscureció mientras escuchaba atentamente la confesión de Leysa, su rostro mostrando una mezcla de ira y decepción.

— Bellatrix, ¿es esto cierto? —dijo Voldemort con una frialdad aterradora, su voz cortando el aire como un látigo.

Bellatrix, cuyo rostro ardía de rabia, negó vehementemente las acusaciones.

— Es una mentirosa, mi Señor. Está tratando de manipularle para ocultar su propia inutilidad y mediocridad.

Voldemort fijó su mirada en ella, su expresión sin revelar ninguna emoción en particular.

— Bellatrix, quédate un momento después de la reunión. Quiero asegurarme de que esto no se vuelva a repetir —ordenó Voldemort con voz firme, llenando la sala de tensión. Los murmullos de los mortífagos resonaron en el aire mientras él se retiraba.

7:30pm del 09 de Enero

Una vez concluida la reunión, el ambiente seguía cargado de un aire opresivo. Los mortífagos se dispersaron lentamente, dejando tras de sí una estela de temor. En ese momento, encontré a Leysa en un rincón apartado de la mansión, su expresión reflejaba agotamiento y angustia.

— Draco, me siento mal —susurró con debilidad en su voz—. Creo que se debe a lo que ocurrió hace un momento.

— No te preocupes, Leysa. Lo hiciste bien. Estoy aquí contigo —respondí en un tono reconfortante.

Ella asintió y me abrazó, buscando consuelo en mis brazos.

— Descansa un poco en tu habitación, y encontraré un momento para ir a verte —le sugerí, notando el cansancio en sus ojos.

— Sí, aunque Voldemort esté aquí hoy, ¿te quedarás a dormir conmigo? —preguntó, su mirada brillaba y se dibujaba una leve sonrisa en su rostro.

— Por supuesto, estaré allí —respondí, correspondiendo a su sonrisa.

Nos despedimos con un breve beso, asegurándonos de que nadie nos viera. Decidí no indagar sobre las palabras que Leysa había intercambiado con Voldemort y su aparente deseo de formar parte de los mortífagos. Tal vez, solo tal vez, ella estaba fingiendo por miedo.

Me acerqué a Snape con cautela, notando que su presencia se había vuelto aún más ominosa después de la revelación de Leysa.

— Snape, necesito hablar contigo —le susurré en voz baja, buscando desesperadamente un lugar apartado donde pudiéramos conversar sin ser escuchados.

Snape asintió solemnemente y me siguió hasta una habitación vacía. A medida que cerrábamos la puerta tras de nosotros, pude sentir la tensión en el aire. Sabía que lo que estaba a punto de confesar me dejaría atónito.

— Ya he investigado día y noche —lo miré con expectación,— Pero no estoy seguro de que lo que he descubierto sea cierto. Por eso necesitaba que fueras tú quien me dijera la verdad, necesito saberlo.

El rostro de Snape se endureció y su voz adquirió un tono frío y directo.

— Entonces, simplemente conecta los puntos —respondió con brusquedad.

Tragué saliva antes de continuar.

— Quiero que me ayudes, Snape, haré lo que sea necesario para compensarte —le supliqué.

— He estado ayudando a Leysa a recuperar su memoria. En nuestra primera sesión, presencié las atrocidades que Bellatrix cometió contra ella —confesó, pareciendo revivir las escenas en su mente.

— Hay más, ¿Cierto? —el asintió.

— También confirmé que Leysa fue mordida por Greyback, quien le transmitió la maldición de los licántropos como venganza por orden de Bellatrix. —me mantuve en silencio,— Cada vez que ella se convertía Bellatrix la encerraba en el último piso de su escondite, la tenía como un perro abandonado y a pesar de su estado ella seguía torturandola.

Mis ojos se abrieron de par en par ante semejante revelación. Una mezcla de ira y tristeza se apoderó de mí al pensar en todo lo que Leysa había tenido que soportar a manos de Bellatrix. Antes de que pudiera asimilar por completo la noticia, mi madre, Narcissa, irrumpió en la habitación, su rostro mostrando una mezcla de preocupación y urgencia.

— Draco, Severus —dijo mi madre, sin aliento por la prisa,— Leysa no está en su habitación, y ni Bellatrix ni Greyback se encuentran en la mansión.

El corazón se me encogió al escuchar esas palabras. Leysa estaba en peligro una vez más, y era evidente que Bellatrix estaba tras ella, intentando hacerle daño.

𝑷𝒖𝒓𝒆 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅, 𝑫𝒊𝒓𝒕𝒚 𝑺𝒐𝒖𝒍 | 𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora