6 de junio de 2023

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Estos días nos visitó un tío de Estados Unidos. El pobrecito tío Miguel. En parte pobrecito porque su negocio anda mal y por otra porque sufre por una mujer. Una que tiene la edad para ser su hija.

La conoció hace 5 años, cuando vino de visita a México mientras estaba en un autolavado. Como todo hombre mayor, divorciado y sin mujer, habia la necesidad de resolver ese último detalle. Yo creo que con mencionar que era ciudadano estadounidense le basto para conquistarla. De todas formas eso es normal por aquí. Recuerdo que una vez vi aun jubilado americano entablando conversación más allá de lo cortes con una mujer de un puesto de comida. Como antes, de la misma edad para ser su hija.

Evidentemente la relacion solo fue material. Mi tío le mandaba dinero cada vez que ella lo pedía, y cada vez con excusas que sobrepasaban lo creíble.

Como una vez que la mama de la mujer se enfermó y ocupaba traslado a otra ciudad. Fue desembolsar billete tras billete, hasta que finalmente se murió, y volvió a desembolsar dinero para el funeral, uno al que quiso asistir pero por insistencias de la novia no fue.

O como cuando de forma instantánea la hermana menor enfermó de leucemia y solo le quedaba un año de vida. Ya hace tres años de esos y aún sigue aquí. ¡Con toda su cabellera!

Hasta le compro un auto de agencia que el pago hasta la última letra, solo para que en la última letra lo chocara y no pudiera cobrar el seguro porque la mujer no pago la cuota correspondiente. Se supone que la cuota del seguro ya viene integrada en la letra del coche, pero bueno.

Historias hay más, pero hierve la sangre de coraje, no por ella que solo le vació la cartera, sino de él, por no ver que ella bien le sacaba dinero hoy, y mañana se iba con otro.

Creo que ya se cansó de ella. Hoy lo escuche hablando por teléfono con ella, acusándola de ladrona.

Según se, le dio mucho dinero para comprar una máquina de tortillas para iniciar un negocio aquí en México, porque ya esta cansada de la dura vida haya en Estados Unidos y quiere venirse a vivir aquí donde su pensión si le alcanzara para comprase algo. Pero hasta donde él intuye, esa máquina jamás existió.

Eso pasa con la vida feliz que todos queremos tener con alguien más. Cuando se empieza sacando la cartera para comprar la sonrisa del otro, pues... es que solo habrá sonrisas mientras se siga viendo el dinero. 

Diario de JacoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora