El niño podía estirar sus brazos como el personaje de los cuatro fantásticos. Se paraba en la puerta de la tienda y estiraba una de sus manos para tomar lo que quisiera. Yo le decía que no hiciera eso, que estaba mal, pero aprovechaba que tenía ese poder para hacer lo que quisiera. Intentaba detenerlo, pero siempre me esquivaba y seguía haciendo lo que quería. Sin embargo, su castigo llego cuando un día sus brazos ya no se pudieron contraer y cada una de sus extremidades quedaron estiradas al máximo. Me movía por todos lados, meciendo sus extremidades y haciendo su berrinche como el niño que era. La agarró contra mí, pues fui la única persona que recriminó su actuación, y a ojos de él, el único culpable de su desgracia.
¿Por qué la gente será asi? El culpable eres tu, pero elegimos culpar al que nos advirtió del mal que éramos autor.
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Diario de Jacobo
General FictionDiario personal de alguien que bien podría ser yo... aunque también tu, si es que eres tan sincero para escribir la verdad de tu vida.