10 de abril de 2023

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Hice una visita al centro comercial.

Quería comprarme algo de ropa extra para no tener que lavar cada tercer día. Como todo influenciado por la redes, caí en esa tendencia del minimalismo.

Tengo mañia de minimalista extremo, como el mismo Fumio Sasaki. En cierta forma me hizo bien. Adopte el minimalismo en una época donde trabajaba y no comprarme nada que en realidad no usaría me ayudo a engordar mi cuenta bancaria de una forma impresionante. Hoy vivo gracias a ese dinero que no malgaste. Ahora bien, lo que si malgasto, es el agua.

Vivo en una ciudad con problemas en el suministro de agua y echar a la lavadora seis prendas, usando el agua con la que podrías lavar más, se vuelve un desperdicio que no se perdona. Asi que me di a la tarea de llenar mi guardarropa con más ropa de la que cabe en un mochila de cuarenta litros.

Esa salida al centro fue bienvenida por mi madre que me pidió que pasara al mercado a comprar dos botellas de limpiador para estufa. Cuando hice mis compras pase al mercado por ese producto, y llegué hasta el pasillo donde estaba, pero ahí, justo aun lado del limpiador, estaban dos empleados del mercado acomodando productos, y uno de ellos era un compañero de clases de la preparatoria.

Ya hace como 12 años que no lo veía. Aunque verlo después de tanto tiempo no significo una alegría.

Muchos lo entenderán, pero algunos deseamos olvidar nuestro tiempo en la preparatoria. No fue precisamente agradable. Me molestaban mucho, y él en específico. Casi durante los tres años que duro. En algún momento me cansé del bullying y le di uso a los puños que tenía de adorno, pero lo hice tarde. Sali de la preparatoria maldiciendo cada día que estuve ahí, a la vez que hice todo lo humanamente posible para olvidar cada recuerdo.

Amargamente, mi recuentro con él despertó esos recuerdos que a veces recordaba ocasionalmente en fotogramas sin secuencia y a los que no les hallaba un significado de importancia. Lo único que hice al verlo, fue seguir mi camino desistiendo de tomar el limpiador y tener que acercarme tanto a él, como para no motivarlo a que me viera con más detenimiento y me reconociera aun usando el cubre bocas.

Fue cobarde de mi parte hacer eso; porque no hui de la persona, si no de los recuerdos que él despertaba. 

Diario de JacoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora