No eran ni las 10 de la mañana y ya estaba leyendo la novela de Matar a un ruiseñor. Fue el primer libro que compré y leí de principio a fin, en el lapso de una semana. Eso fue hace como dos años, y fue toda una hazaña para mí. Nunca tuve inculcada la cultura de leer libros. Como todos era de ver YouTube y Netflix. Pero la pandemia me llevo a estar encerrado en casa más de lo que ya acostumbraba, con la consecuencia a su vez, de que tenía que hacer algo más que ver videos. La respuesta la encontré en Wattpad. Tengo algún tiempo publicando ahí. No eh tenido mucho éxito, aunque uno que otro me lee de vez en cuando con bastante entusiasmo. Y a su vez, hay unos a los que yo también leo. En una historia de doctores mencionaron la novela de Harper Lee, y me fue imposible comprarla. El primer capítulo me costó, y lo deje, aunque en el tercer intento, todo fue delicia visual. Traer ese recuerdo a mi cabeza, me motivo a leer la novela por segunda vez, como creyendo también que sería una forma de superar el bloqueo que tengo al leer los Hermanos Karamazov. En efecto, siempre es fascinante saber de las aventuras de la pequeña Scout y su hermano Jem, hasta que el mentiroso Dill (un personaje que bien podría ser yo) menciono que su padre le habia mandado dos dólares. Nuevamente esa mención me llevo a revivir un recuerdo. Creo que era en el sexto año de primaria cuando nuestro maestro, ya terminada la clase, platicaba con algunos de nosotros (no sé porque seguíamos en el salón y no de camino a casa) el tema no era otro del que un familiar de unos de los alumnos vivía en Estados Unidos y les mandaba dólares. En ese entonces un dólar era un dólar, mucho dinero en pocas palabras y todos queríamos tener uno. Me llamo la atención de la fascinación que eso despertaba, y en medio de la plática, le comenté a unos de mis amigos que una tía que también vivía en Estados Unidos me habia mandado cinco dólares. Mi frase seguía con la afirmación de que ya me los habia gastado, por si alguien quería ver el billete o participar en su aniquilación, siempre con esa sonrisa burlona que tuve por años. Me morí de vergüenza nada más recordarlo porque sin darme cuanta, los demás me oían presumir una mentira en total silencio. El profesor me callo y siguió con la conversación de antes. ¿Qué abre sentido en ese entonces? Ya no recuerdo, solo sé que ahora me molesta mucho y me cuesta olvidar el malestar.
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Diario de Jacobo
Ficción GeneralDiario personal de alguien que bien podría ser yo... aunque también tu, si es que eres tan sincero para escribir la verdad de tu vida.