3. Lara y Lea

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Irene

Me doy cuenta de que debo alejarme de Lea y Lara, pero no sé cómo hacerlo. Me dirás que me separe de ellas como la primera vez, pero no es fácil cuando, desde entonces, no me quitan el ojo de encima. Alexa tiene razón: son tóxicas y recién me doy cuenta. Sin embargo, no quiero que Lea y Lara se pongan celosas porque las cambio por Alexa. Decido hablar con ellas.

–No le hagas caso a Alexa, tiene envidia de que seamos muy buenas amigas –me dice Lea.

–Además, ¿quién querría juntarse con una guarra como ella? La tóxica es ella, no nosotras –añade Lara.

–Pero...

–Ni pero ni peras. Te quedas con nosotras y punto. No te haremos daño, no mordemos.

No me harán daño físicamente, pero mentalmente ya lo han hecho desde que me junto con ellas en quinto de primaria. Son cómplices de la gente que me hace bullying.

Alexa

Espío a Irene, Lea y Lara mientras hablan, y parece que la conversación no ha ido bien. Suena el timbre que indica el final del recreo. Ya en clase, me acerco a Irene.

–¿Qué tal hablando con ellas? –pregunto, intentando ser una buena amiga.

–Se hacen las víctimas. Me han dicho de todo sobre ti, demasiados insultos...

–Vendrán tiempos mejores –la animo–. Algún día tendrás el valor suficiente para separarte de ellas y conseguir amigas mejores.

–¿Tú y yo somos amigas? –pregunta Irene con los ojos llorosos.

–Sí. No dudes de eso. Amigas para siempre.

Irene

En clase, nos sentamos en grupos de cuatro. Los grupos los forma el profesor el primer día de clase y se mantienen así todo el curso. Alexa se sienta en la mesa de al lado, así que puedo hablar con ella siempre que quiera.

–Sí. No dudes de eso. Amigas para siempre –me responde Alexa. Me pongo feliz.

–Muchas gracias.

–Alexa e Irene, a la siguiente os vais fuera.

Se escuchan murmullos de fondo. «Ojalá las hubieran echado de verdad», «por mí como si las expulsan lo que queda del mes». Comentarios como estos se escuchan más de una vez. Entonces, ya estoy demasiado cansada como para aguantar esto.

–¡¿Queréis parar ya?! Estoy bastante cansada de vuestras risas, de vuestros insultos, de vuestra toxicidad. ¿Os parece bien que haya intentado suicidarme? –todos empiezan a reírse.

–Sí –responde Noa. Noa es la chica más popular, la que empezó este acoso que estoy padeciendo actualmente.

Las risas se vuelven más fuertes. El profesor se queda atónito y los manda callar. Las risas cesan.

–Fuera ahora mismo.

–¿Yo? ¿En serio me va a echar a mí cuando yo no hice nada? Solo me he defendido de los capullos de clase.

Las risas vuelven.

–Sí, tú. Eres la única que ha empezado el alboroto. Vete ahora si no quieres que llame al orientador.

Al final, tuve que irme. Pasé por toda la clase, yéndome a la puerta que estaba en la otra punta del aula.

–Ya era hora de que se fuera de clase –dice Noa otra vez–. Ahora que se cambie de instituto y que se vaya donde está su noviecito Óscar.

Nunca entendí por qué me emparejan con ese chaval, no éramos novios ni nada. El profesor me había echado al pasillo. ¿Pero pasaba algo si no me quedaba en la puerta y me iba a hablar con el orientador?

–Adelante –me responde el orientador después de llamar a su puerta–. ¿Qué te sucede?

–Mis compañeros me hacen bullying.

–Creo que no es para tanto. ¿Qué te hacen exactamente?

–Cuando hacemos trabajos en grupos, siempre me excluyen. En muchas asignaturas se ríen de mí cuando hacemos cualquier cosa. En los patios, me cogen el almuerzo y me lo tiran o se lo comen ellos. A veces, me tiran piedras. Y por último, cada semana se inventan un rumor nuevo sobre mí que es falso.

–No tienes por qué preocuparte, son cosas de niños. Además, ya tienes a Lara y a Lea como amigas. Tienes que estar súper feliz.

–Uno de los problemas son ellas. Son súper tóxicas. Solo hablan entre ellas, parece que no quieren comunicarse conmigo. No me dejan hablar con nadie más aparte de ellas. Si no hago lo que ellas me dicen, se enfadan. Cuando saco una nota mejor que la de ellas, empiezan a tener envidia y hacen que suspenda el siguiente examen. Una vez me separé de ellas porque me sentía incómoda; a los pocos días, pasé por su lado y me obligaron a estar con ellas otra vez. El primer día me trataron como una reina, pero después todo volvió a estar como ahora. Sinceramente, parece que estén aliadas con el resto de la clase.

El orientador estuvo un buen rato analizando lo comentado.

–¿Y quién empezó este supuesto bullying?

Entonces llamaron a la puerta.

–Perdona, ¿has visto a Irene? –entonces el profesor que me sacó de clase bajó la vista–. Oh, estás aquí. Te pondré una ausencia en mi clase por haberte echado al principio y haberte ido a un sitio diferente del comentado. Puedes quedarte aquí en lo que queda de clase –entonces se fue dando un fuerte portazo.

–Contesta a mi pregunta, te la repito si quieres. ¿Quién empezó este supuesto bullying?

–Noa. Ella empezó con los rumores sobre mí. Algunos de esos rumores llevaron a que todos pensaran que soy una mierda de persona y empezaron a tirarme piedras, el bocadillo y tal.

–Noa es un angelito. Puede que el bullying no haya empezado con los rumores; estoy seguro de que es por tu sobrepeso. Te quitan el bocadillo y lo tiran para que no engordes más y las piedras las tiran para que corras y así pierdas peso –me quedé impresionada por lo que dijo.– En clase se ríen de ti por tu forma de presentar. La culpa no la tienen tus compañeros, la tienes tú. Deja de quejarte y empieza a cambiar si quieres que te acepten. Y con el tema de Lea y Lara, no te hacen ningún mal; pero si tanto te molestan, aléjate y ya está. Pero si te alejas, se reirán más de ti.

Me puse a llorar, soy muy sensible si queréis que os diga la verdad.

–Deja ya de llorar, solo lo hacen por tu bien. Dile a tu madre que quiero hablar con ella mañana por la mañana.

Alexa

Estaba esperando a Irene después de clase cuando la vi salir de la oficina del orientador con los ojos llorosos.

–¿Qué ha pasado? –le pregunto, preocupada.

–El orientador quiere hablar con mi madre mañana. Dice que todo es culpa mía y que Noa es un angelito.

–No puede ser –respondo, indignada–. Él debería ayudarte, no culparte.

Irene

–Mamá, el orientador quiere hablar contigo mañana a primera hora de la mañana sobre mí –le digo con miedo.

–¿Ya la has liado? –me pregunta, negando con la cabeza–. Que ya vayas a la secundaria y seas adolescente no significa que puedas liarla. No sé qué has hecho. No sé si eso que tiene que decirme el orientador es bueno o malo, pero desde luego estás castigada.

Me voy a mi habitación, sintiéndome completamente sola y sin apoyo. Ni siquiera puedo contar con mi propia madre. Las palabras del orientador siguen resonando en mi mente, y me siento más atrapada que nunca.

Mi querida amiga Alexa [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora