28. Su familia

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Era 25 de diciembre, el día de Navidad, y tocaba ir a comer con la familia de mi nuevo padre. Hasta ahora estábamos Carla, mi madre y yo solas, pero este año teníamos compañía.

Fuimos a la casa de mi tío a comer. Estaban todos nuestros primos, abuelos, tíos... Sigo sin saberme el nombre de ninguno de ellos, ¡son demasiados!

–Idos todos a jugar al jardín. Mientras tanto, haremos la comida.

Me quedé en la puerta del jardín sin saber qué hacer. Mi hermana y mis primos se veían muy felices jugando, y no quería molestar. Desde la puerta se oía todo lo que estaban haciendo dentro de la casa. Pusieron música a tope, que se note la alegría. ¿Rock? ¿O era más pop? Pero no era del tipo de Metallica, era más suave. La canción no me gustaba, pero estaba bien.

No quería entrar a preguntar el nombre de la canción, así que me metí en Google y usé la opción de "buscar canción". Apareció el nombre de la música con su autor.

"Lay All Your Love On Me" de ABBA. Se me guardó la canción en el historial de Google.

Estaba muy feliz con mi música, aunque siempre había una canción o un grupo antiguo que me recordaba a Pedro.

Entramos todos a comer. Había empezado a nevar, y la paella ya estaba hecha. La verdad, nunca me había gustado, pero esa sí.

–Bueno, ¿qué me contáis? ¿Es la primera vez que venís a comer aquí?

–Sí.

–¿Qué os parece... todo esto?

–Bien, bien.

–Pues, para ser que no me gusta esta comida, está buena.

–Pero Irene, que no hace falta decir eso –me regañó mi madre.

–Deja que la niña hable y exprese lo que siente.

–Me alegra que te haya gustado la comida. Ya sé qué hacer siempre que vengáis a comer aquí –bromeó ese señor (que no sé si es un tío, mi abuelo o un primo de 50 años, que no sé si tengo de esos).

Nos quedamos toda la tarde hablando de nuestras vidas, de lo que estudiábamos, nuestras manías y nuestros gustos, comiendo también turrones. Me olvidé de todos mis problemas durante esa tarde.

–¡Ey! ¡Ha venido Papá Noel!

Yo no creía en él; nunca había traído regalos a mi casa. O mejor dicho, mi madre no los compraba, mucho menos ponía un árbol de Navidad.

–Como él no sabe lo que te gusta, te ha traído lo que cree que encaja mejor contigo –me explicó una chica (creo que mi tía) ofreciéndome un regalo con mi nombre.

¿Cómo explico el tamaño del regalo? Había regalos más grandes, otros más pequeños. El mío era normal. El de Carla era enorme y, para variar, comenzó a reírse de mí.

Abrimos los regalos. El de mi hermana era una casa de muñecas rosa y enorme, mientras el mío era un par de zapatos y una cantimplora. Ni amarillo, ni azul, ni morado, era rosa, como la casita de mi hermana. ¿Debería admitir públicamente que este color no me gusta? Era el único color que no me gustaba, y tenía que ser todo de ese color.

–¿Te gusta la botella metálica? –Asentí, me daba vergüenza decir que no me gustaba el color–. Pruébate los zapatos, no vaya a ser que te queden mal. –Entonces me los probé, esperando que no me fueran bien, ya que tampoco me gustaban. –¡Oh! Te quedan muy bien. Ya veo que la talla está acertada.

Mi madre se acercó a mí, sorprendida y contenta.

–Qué bien, Irene. Podrás tirar los zapatos viejos. Estos parecen que van a durar más tiempo que los otros.

Salimos de esa casa para regresar a la nuestra. Ya era de noche.

Mi madre se acercó a mí cuando me estaba metiendo en la cama. La expresión en su cara era la típica cuando se le iluminaba la cabeza.

–¿Y si te llevamos a un psicólogo?

–¿Por? Si hace tiempo decías que eso era para locos, y según tú, yo no estoy loca.

–Tenías razón en parte; esos médicos son para ayudar a las personas. Tú necesitas ayuda urgentemente.

Me puse muy nerviosa. Me daba vergüenza ir, aunque mi madre tuviera razón y necesitara ayuda.

–La sanidad pública es una porquería. Solicitas cita y no te la dan hasta un mes después. La privada es muy cara. Así que tendremos que esperar bastante tiempo a que te llamen para ir. Pero ya verás que te encontrarás mejor.

Me tomé en serio lo que me dijo. Realmente necesitaba ayuda. Alexa sí me ayudaba, pero no es profesional. No sabría diagnosticarme depresión, en caso de que la tuviera. Además, los consejos que me daba pueden que no sean tan buenos como los de un experto.

Mi querida amiga Alexa [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora