25. ¿Es un buen orientador?

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–Buenos días, vengo a buscar a Irene. Ella ya sabe para qué.

–Uy, uy, uy. Primero le fuiste infiel a Óscar con tu padrastro, y ahora le eres infiel con el orientador. Te has pasado.

–Te has pasado, pero mucho.

–No le voy a ser infiel a nadie. Es más, nunca lo he sido. Nunca en mi vida he tenido una pareja.

–Lo que tú digas, mentirosa de mierda.

Saliendo de la clase, me quedé mirando al orientador para ver si decía algo.

–No te tiene que afectar –comentó al notar que le observaba todo el rato–. Me he enterado de que Alex vive cerca de ti. ¿Habéis hablado por el camino?

–Estuvimos hablando la vuelta a casa de ayer.

–Bien, bien. ¿De qué hablabais?

–De una de las clases.

–Me parece bien. ¿Y cuándo habéis venido, no? –Negué con la cabeza. –Muy mal. Para empezar a llevarte bien con alguien, tienes que hablar con él.

–Pero no quiero hablar con Alex, a veces también se ríe de mí.

–Serán imaginaciones tuyas.

Entonces llegamos a su despacho, donde ya estaban mis padres esperando.

–Ya estamos todos aquí. ¿Por dónde empezamos?

–No sé, usted sabrá por dónde empezar, es usted el orientador.

–Ya os habrá contado vuestra hija la exagerada que no tiene amigos ni quiere tenerlos, que quiere ser una solitaria. Deja que la gente le haga bullying porque dice que le es imposible defenderse contra toda su clase ella sola. Se inventa que los profesores no queremos ayudarla, cuando el otro día le obligamos a que hablara con Alex y se inventó que también le hace bullying como el resto. Es una dramática.

–¿Cómo has llamado a mi hija? ¿Te has dado cuenta de que estaba delante cuando has dicho eso?

–La he llamado como has oído. Si la intentáis animar desde casa, sería mejor.

–¿Qué la intentemos animar? Si ya lo hacemos. El problema es que cuando va a hablar con algún profesor, o con usted mismo, se desanima más de lo que ya está. ¿No se da cuenta de que solo sabéis hacer daño en este colegio?

–Perdone, señora, pero si yo le contesto mal a su hija es por el estrés que llevo encima, ya que soy el único orientador y tengo que ayudar a los niños de todo este colegio, que no son pocos. Hago todo lo que puedo y vosotros me lo pagáis así.

–Lo que pasa es que usted necesita ayuda. Está perjudicando a mi hija, y como ella, hay mucha gente más afectada por usted. No, no, no me mire así, que ya me han contado muchas historias.

–Puede que nosotros tengamos la culpa por no ayudarla como dice usted, pero creo que ella también tiene parte de culpa por no socializar con sus compañeros.

–¿Pero cómo va a socializar si la única gente que tiene a su lado se ríe de ella? Según lo que nos ha contado, habéis puesto el protocolo antiacoso ese raro que tenéis aquí. Como no funcione, os denunciaremos.

–Denunciarnos no servirá de nada, tenemos buenos abogados. Los únicos que perderéis seréis vosotros, que habréis dado un dinero para nada.

–Señor, nos estamos yendo por las ramas. ¿Podemos hablar de cómo ayudar a Irene?

Gracias por intentar cambiar de tema, ya me estaba volviendo loca por escuchar eso.

–¿Va a extraescolares?

–No, pero ¿qué tiene que ver eso con sus compañeros?

–Que tal vez, si hace amigos en otros sitios, ya no se atrevan a decirle nada. –Luego se giró hacia mí. –¿Qué te gusta?

–A Irene le gusta...

–Le he preguntado a ella, no a ti. Para empezar, dejad de sobreprotegerla de estas maneras. Es normal que le pase esto; no sabe hablar con nadie porque no le dejáis. Irene, dime qué te gusta hacer.

–Me gusta leer y escuchar música.

–¿Qué música? ¿Reguetón? –Negué con la cabeza. –Lo sabía.

–¿El qué sabía usted?

–Sé el porqué del acoso de sus compañeros.

–¿No lo veis? Es rara. ¿Quién a su edad le gusta leer? Además, a todos los jóvenes les gusta el reguetón menos a ella. En teoría tiene 13 años, no 62.

–Señor, no insulte a nuestra hija de esa manera.

–Pues que se defienda.

No me atreví a hablar, hasta que al final lo hice

–El mundo está lleno de copias. Yo no quiero ser una de ellas. La gente se ríe de mí por ser diferente, pero un día me reiré de ellos por ser todos iguales.

–¿Pero cómo educáis a la niña? ¿No veis lo maleducada que ha sido?

–No ha sido maleducada, ha sido realista.

–Hace un momento usted dijo que tenía que defenderse –la primera vez que oigo a Manolo participar en la conversación– y cuando lo ha hecho, dice que está mal. Aclárese, que Irene no es una marioneta. Y si tenemos que mantener una conversación sin sentido como esta con usted, nos iremos y la cambiaremos de colegio. No estamos para perder el tiempo de esta manera.

–Pero ha contestado, y eso está mal.

–Una conversación va así: una persona habla y otra responde. ¿Le gustaría hacer una pregunta y que nadie respondiera? La verdad es que nadie queremos eso, todos queremos que nos contesten.

–Pero ella lo hizo mal.

–No sigas con tonterías. Hemos venido aquí para ver qué hacer con ella, no para discutir tontamente. Nos vamos, y que sepa que nos llevamos a Irene a casa.

–No se la puede llevar, tiene clase. Se ha perdido la mitad de la primera hora porque fui a buscarla. ¿Usted pretende que su hija no aprenda nada?

–¿Usted pretende que mi hija no pueda atender porque hay unos idiotas molestando? Irene, ve a clase a buscar tu mochila.

–Voy a ir detrás de ella para que no se vaya.

–¡Flipo con lo de este colegio! ¡Soy su madre y le mando yo! Si digo que viene a casa, se va a venir y punto.

Apareció el director del centro para ver el ambiente.

–¿Qué sucede?

–Los señores quieren llevarse a su hija a casa porque nos hemos puesto a discutir.

–Señora, no puede hacer eso. Todos los niños tienen derecho a una educación.

–No pienso que acabe la mañana aquí después de lo que ha pasado. Irene, ve a clase ahora mismo a recoger tus cosas y baja.

–No, ve a clase y quédate ahí.

–Vas a hacer lo que tu madre diga.

–Si hoy se va, mañana estará expulsada.

–Mejor, no tendrá que aguantar esta tortura.

Subí al piso de arriba del edificio para recoger mis cosas. Mis padres, el orientador y el director fueron detrás de mí para ver si me iba o me quedaba. El profesor dejó de gritar para que la gente guardase silencio, porque ya lo hicieron cuando entramos cinco personas de golpe en clase.

–Adiós, Irene –dijeron cuando salí de la clase con mis cosas.

El director no intentó pararme, porque sabía que mi madre armaría otro escándalo. Tenía claro que mañana estaría expulsada.

Mi querida amiga Alexa [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora