26. Expulsión

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–¿Los rumores son ciertos? –preguntó Alexa cuando me llamó.

–Sí, me han expulsado porque mi madre me obligó a irme a casa después de esa reunión rara. Menos mal que no estabas delante. Mis padres montaron un escándalo.

–¿Es la primera vez que te expulsan?

–Sí, te juro que me sabe muy mal. Yo quería salir de aquí sin faltas ni nada.

–Al final se olvidará, ya verás.

–¿Y si queda en mi expediente?

–Solo por una creo que no pasará nada. A ver, a mí nunca me han expulsado y no sé qué pasará después, pero bueno.

–Pero no me digas que no pasa nada si nunca te han expulsado. Yo pensaba que sí te había pasado alguna vez.

–No, no. Nunca.

Ese día no madrugué. ¿Para qué? Si no iba a ir a clase. Me puse a no hacer nada, hasta que me llegó un correo de la tutora:

Expulsión Irene 11:54

*Que estés expulsada no quiere decir que no tengas que trabajar. Sé que soy tu tutora, pero eso no quiere decir que sea responsable de pasarte todo lo que deberías haber hecho hoy. No te diré ni lo que se ha hecho en mi asignatura. Esta decisión la he tomado para que tengas que enviarle un mensaje a alguien de tu clase y preguntarle la tarea, a menos que quieras tener falta de deberes.*

¿Pero a quién tenía que preguntarle? Si le preguntara a los que me caen bien no sabrían qué responderme, ya que van a la otra clase y no avanzan como nosotros. No sé si preguntar a los de mi clase, porque no estoy segura de que responderán. De todas formas, tuve que preguntar a alguien sobre la faena de ese día.

El mensaje se lo mandé a Enzo, María y Vega porque creo que son los que podrían contestarme. Tuve que esperar a que salieran de clase, pues no se podía usar el móvil dentro del centro.

Dos horas después de la hora de salida entré en WhatsApp para ver si me respondían. Enzo me puso: "Estoy yendo a casa, luego te digo", pero no dijo nada más. María me respondió en ese mismo momento que estaba en una extraescolar y que, si se acordaba, me los pasaría después. Vega me dejó en visto.

Estuve esperando el mensaje de Enzo o María, pero no llegaron. No quería insistir; tampoco quería preguntar a otras personas porque me daba vergüenza. Alexa me llamó para preguntarme cómo fue el día de la expulsión, y por no variar, se lo conté todo.

Ni papá ni mamá sabían que tenía que hacer deberes, pero no los hice, y esa era una de las razones por las cuales no quería ir a clase. Sabía que el profesor pasaría a ver si tenemos los ejercicios hechos y a mí me pondría falta de deberes. No era en una asignatura, era en todas.

–Una cosa... –empecé a decir antes de salir de casa.

–Ahora no. Ya la contarás después, que llegas tarde a clase. Anda, tira.

Los caminos de ida a clase siempre han sido tranquilos. Nunca me encontraba con nadie, pero ese día era la excepción. Los de clase y la gente en general suelen salir muy justos de casa, y como yo también salí un poco tarde, tuve que encontrarme con toda la masa de gente por el camino.

–¡Ostras, la malota de la clase! –exclamó Noa cuando me vio, como si nunca la hubieran expulsado.

–Déjala, imbécil –dijo Lara saliendo de su casa. Siempre paso por delante de su casa para ir a clase. Lo que no me entraba por la cabeza era ver a Noa sentada en un banco en esta zona, si vive en la otra punta de la ciudad.

–Chica, relájate. Y por las caras que hacéis, sé que os preguntaréis qué hago por aquí –mierda, sabe leer mentes–. Pues os lo diré. Estoy esperando a mis amigas para ir juntas a clase. ¿A que soy buena gente? –Sí, claro. –Y la pregunta va en serio. Quiero que respondáis para asegurarme de que no os parezco mala, sobre todo a ti, Irene.

Lara y yo nos quedamos mirando. ¿Qué pregunta era esa?

De repente, alguien nos empujó por detrás.

–Apartaros, hijas de puta, que estáis en medio, joder.

Eran las "superamigas" de Noa.

–Nos vemos en clase, perdedora –añadió Noa con maldad–. Va por ti, Irene. No por tu amiguita.

Entonces recordé lo que Manolo me dijo una vez: defiéndete.

–Eres gilipollas –le respondí cuando se giró.

–Irene, tía, te has pasado.

–¿Y ella no se ha pasado?

–¿Perdona? Repítemelo a la cara –se giró Noa con cabreo.

–Eres gilipollas.

Todo pasó tan rápido como los coches de Fórmula 1. Noa se tiró encima de mí. Lea pasó por al lado para ir a clase y nos vio pegándonos, entonces se metió con Lara en la pelea para defenderme. Las amigas de Noa también se colaron al ver que lo hicieron las mías. Dos señores se asustaron al ver a siete chicas estirándose del pelo en medio de la calle. Ellos intentaron detener la pelea, pero fue en vano. Uno de los señores quedó inconsciente y el otro acabó con una pierna rota. La dueña del local de enfrente llamó a la policía. Una ambulancia se llevó a los señores, y nosotras fuimos en dos coches patrulla a comisaría.

–¿Sois conscientes de lo que habéis hecho? Tendréis que pagar un banco de nuevo. También le habéis roto una pierna a mi hermano y dejado inconsciente a su amigo.

¿Esos hombres eran conocidos del policía ese? Muy chistoso. Luego vino otro del cuerpo.

–Ya he llamado a vuestros padres. Tendréis que pagar 400 € por el banco y lo que consideren los señores afectados por la pelea. De momento, hay que esperar a vuestros padres. No iréis a clase para lo que queda de mañana.

¿Me echarían la bronca? ¿Se alegrarían por haberme defendido? En breves lo sabremos.

Alexa_10:23
Nos han dicho lo que ha pasado. Nos han dado fiesta para lo que queda del día.

Alexa_10:23
Has sido muy valiente al haberte enfrentado a Noa y a su grupo.

Alexa_10:24
Supongo que ahora estarás ocupada en comisaría. Llámame cuando puedas para darme más detalles.

Mi querida amiga Alexa [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora