20. Clase en pandemia

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Cuando abrí los ojos, recordé que no estaría en clase con ellas. Ese día no quería ir salir de la cama. Cerré los ojos intentando dormirme otra vez.

–¡Levántate! –gritó mi madre desde la otra punta de la casa–. No quiero que llegues tarde el primer día. Tampoco me hagas gritar para no despertar a tu hermana.

Mi hermana entraba a las 9 y yo a las 8 (por ir a cursos diferentes), por eso tenía que levantarme más temprano.

–No te preocupes, cariño, ya llevaré a Irene al colegio en coche. Me hace ilusión. –Este padrastro me gustaba cada vez más (como padre, no como pareja).

Antes de entrar en el coche, el chofer me miró de arriba a abajo.

–Hoy tienes un no sé qué que te hace brillar. Aunque no lo demuestre cada día, os amo. Y lo hago mucho. Ahora que lo pienso, ¿cuándo es vuestro cumpleaños? Si vuestra madre no os hace ni os da nada decente, ya lo haré yo.

–El cumpleaños de mi hermana es el 21 de noviembre y el mío es el 16 de diciembre.

–De maravilla. Queda poco, ¿verdad? Más falta para el mío, que es el 11 de abril –dijo entre risas. Estaba empezando a amar esa risa tan contagiosa que tenía. Y yo me estaba convirtiendo en la niñita de papá. –¿Ya sabes qué quieres para tu cumpleaños?

–Libros.

–Te estás volviendo lectora, ¿eh? Y me alegra saber que el primer libro que leíste por placer te lo compré yo.

Nos pusimos a hablar de los libros que leí y de los que quiero con música de fondo (Metallica, como de costumbre). Su música dejó de taladrarme los oídos desde que Pedro falleció. Será por casualidades de la vida. Lo que seguía taladrándome era el reguetón.

Cuando me bajé del coche, me puse la mascarilla para entrar en clase, ya que se me olvidó ponérmela en casa.

–¿Me pasarás a buscar a la salida?

–Claro. ¡Mucha suerte en tu primer día!

Estábamos todos juntos como una piña afuera hasta que un profesor salió.

–¿¡PERO QUÉ HACÉIS TODOS AHÍ JUNTOS!? ¿¡NO OS HAN PASADO LAS LISTAS DE LAS CLASES!? ¡CADA CLASE CON LA SUYA! –Nos sorprendimos bastante cuando la profesora de plástica (o arte) se puso a gritar de esa manera.

Particularmente, no vi las listas. Solo sabía que iba con Alex porque lo dijo Alexa cuando salí con ellas.

Busqué a Alex y lo encontré con Noa y Vega. Entonces asimilé que también irían a mi clase. Me acerqué a ellos y, al notar mi presencia, procedieron a mirarme.

–¿Qué quieres de nosotros? –musitó Noa de mala gana.

–Nada –murmuré con vergüenza.

–Pues piérdete.

Me alejé un poco para que no me dijeran nada más. Los grupos se iban notando más y volví a acercarme al mío.

La gente murmuraba al verme. "¿Qué hace ella aquí?". "¿En serio viene con nosotros?". "No vi su nombre en la lista de la clase". "Lo que va a sufrir con nosotros". "Menos mal que va con ellos y no con nosotros". Los que no murmuraban se reían.

–2ºB por aquí. Volveré a ser vuestro tutor este año –comentó Thomas. Primero me tocó unos compañeros bastante malos y ahora el profesor bueno y el que mejor me cae no es mi tutor.

–2ºA, id a la clase del fondo y coged asiento. Me he dejado la bolsa en la sala de profesores. Ahora vengo.

Todos iban más rápido que yo. Fui la última en entrar. Por desgracia, me tocó sentarme en la primera fila y delante de la mesa del profesor.

–¡Qué pringada! ¡Está en el peor sitio sentada!

–¿Quién es el que está sentado a su lado?

No me di cuenta de que había un chico nuevo. Hubo más murmullos, pero no entendí lo que decían. La gente se calló de golpe cuando entró la profesora por la puerta.

–¿Qué tal el verano? –Silencio. –¿Todo bien? Me alegro –concluyó al ver que nadie respondía. Entonces estuvo como media hora explicando las normas que habría por la pandemia: mascarillas, distancia de seguridad, hidrogel, no poder ir al baño en el patio, no poder juntarse con tus amigos de otras clases en los patios (lo peor para mí). –¿Y tú quién eres? –le preguntó al chico sentado a mi lado.

–Enzo García.

–¿Eres nuevo? –El asintió. –Cuéntanos de dónde vienes.

–Soy de Córdoba. He venido a Fraga por el trabajo de mis padres.

–No nos interesa. –Primer día y ya estamos metiéndonos con la gente.

–¿Tengo que empezar a sacar a la gente de clase? –Más risas. –¿Queréis callaros?

La profesora volvió a explicar no sé cuántas cosas más que haremos durante el curso hasta que, de pronto, ya era la hora del patio. Teníamos que esperar a que el resto de las clases bajaran para poder bajar nosotros y no encontrarnos a gente que no fuera de nuestro grupo.

Como nos habían explicado 200.000.000 veces y ya habíamos visto, el patio estaba dividido en cinco zonas con vallas. Cada clase tenía que estar en una zona. Pensaba que nuestra zona estaba al lado de la zona de 2ºB y que podría hablar con mis amigas, pero hice falsas esperanzas. En la zona de al lado estaban los de 1º y en el otro lado, los de 3º.

Como estaba sola, quise acoplarme a un grupo de chicas en el que no estuvieran ni Vega ni Noa.

–No queremos acopladas, fuera de aquí.

–Piérdete.

Muchos comentarios más así me tocó recibir.

Entonces me quedé en una esquina viendo a las clases de al lado. De 3º no conocía a nadie, tampoco hacían nada interesante, solo hablaban entre ellos. De 1º conocía a Mía, una chica muy pija que me caía mal. Su grupo me llamaba la atención porque gritaban mucho y el ruido que hacían era notable. Mía parecía la típica chica que tiene el control de su grupo de amigos, ¿realmente lo tendrá?

Volviendo a mi clase... Pillé al vuelo las risas y las miradas juzgantes de algunas personas. También vi cómo pegaban a Enzo. Al principio me alegré porque no se estaban metiendo conmigo, pero me daba pena porque sabía lo mal que se siente. Me sentía consolada porque sabía que no era la única.

Al acabar la mañana, Manolo me vino a buscar.

–¿Qué tal la mañana? ¿Se han metido contigo hoy?

Entonces se lo conté todo.

Mi querida amiga Alexa [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora